´Osama era Hasan Saba´, Luis Racionero

Se ha discutido con un trasfondo ético si la muerte de Osama Bin Laden fue justicia, venganza o guerra: ninguna de las tres cosas; en mi opinión fue un asesinato, en el sentido etimológico hashishin-ato,una muerte causada con los procedimientos inventados por Hasan Saba, alias El Viejo de la Montaña,que aterró al Medio Oriente en tiempos de las cruzadas.

Es lógico que para contrarrestar a un enemigo que usa los métodos de los hashisins,se deba recurrir al asesinato, ¿cómo si no? A los terroristas no se les derrota en batallas, sino en redadas y escaramuzas, de modo puntual en el espacio y en el tiempo y siempre bajo una ley de excepción. Por eso es ilógico exigir garantías democráticas en una operación dirigida a eliminar asesinos.

La historia del terrorismo comenzó en el siglo XII con Hasan Saba, un brillante estudiante de Korashan que compartió maestro con el poeta Omar Kayahy y el político Yafed. Juntos se conjuraron para que cuando uno de ellos llegara a altos cargos, ayudase a los otros dos. Y así fue. Cuando Yafed se alzó hasta el cargo de visir del califa de Bagdad, Omar le pidió ser astrónomo real y Hasan un cargo político. Lo desempeñó turbiamente y fue despedido con deshonra. Maquinó su venganza y se retiró a un castillo en los montes al sur del Caspio y allí drogaba con hachís a sus secuaces les hacía disfrutar de bellas huríes en el jardín entre lujos y manjares exquisitos, vamos, lo que a todos - o casi todos-nos gustaría y luego, al despertar del colocón les decía: "Si me obedecéis ciegamente, hasta morir por mi causa, iréis al Paraíso que habéis gustado esta noche".

Así aparecieron los hashishins,o tocados del hachís, que aterrorizaron a Oriente Medio durante las cruzadas. El procedimiento era el mismo que ahora: un terrorista asesino dispuesto a inmolarse en el cumplimiento de su misión es casi infalible. A veces la finura maquiavélica de Hasan sólo amagaba: el califa se despertaba con un puñal clavado en la almohada y una nota: "La próxima vez la daga estará en el cuello", y cosas por el estilo. Las crónicas dan testimonio de la actividad de los hombres del Viejo de la Montaña,cuya orden, por cierto, vestía justo al revés que los templarios: túnica roja y media luna blanca en vez de túnica blanca con cruz roja; la cruz roja luego de Malta que ha llegado hasta nosotros gracias a Florence Nightingale y las farmacias.

Hasan no podía hacer la guerra por falta de medios: no podía pagar un ejército mercenario; decidió lograr poder a cambio de terror en vez de guerra. Y su poder venía, en último término, de la voluntad de autoinmolación de sus sicarios. Eso él lo conseguía merced a una cuidadosa escenografía -happening que montaba en los jardines de su castillo de Alamut. El paralelismo con Bin Laden es obvio: no sólo aparecen en el mismo sitio, uno al sur del Caspio, el otro en Afganistán, sino que ambos motivan al suicidio a sus terroristas. Bien es verdad que Bin Laden, más cutre, o si lo prefieren, en época más prosaica que Hasan Saba, no introdujo en el adiestramiento de sus pilotos suicidas ninguna simulación con huríes virtuales o reales, pero el grado de convencimiento logrado fue el mismo. La idea ¿coránica? de que el guerrero autoinmolado se irá al Paraíso de Alá con las huríes o con Marx es lo suficientemente potente en este momento.

El terrorismo, por definición, no es guerra, porque usan el terrorismo precisamente los que no tienen medios suficientes para hacer la guerra. Por lo mismo, es imposible combatir el terrorismo con la guerra, hay que combatirla con los mismos métodos del terrorismo: atentado, emboscada, ataque puntual, operaciones a pequeña escala, unidades de élite poco numerosas, sin papeleo legal ni cante de derechos, ni "levante las manos, somos la Navy": bombazo o tiro a la cabeza. Que no es legal, ni democrático, ni estético, ni ético, claro que no lo es, pero es el único modo de hacerlo.

Hasan Saba, el Viejo de la Montaña,ese amigo del divino Omar Kayham, murió en la cama pues no desafió al emperador de Bizancio, ni a los cruzados, ni al califa de un modo tan público y notorio como Bin Laden le tiró las torres al imperio americano. Pero sus descendientes fueron arrasados al cabo de un siglo por los ejércitos mongoles de Gengis-Khan y Tamerlán. De Alamut no queda nada, como de la casa pakistaní de Osama que será arrasada para no crear santuario es decir, Al Qaeda.

Pero dado que los herederos de Bin Laden son más difusos que los hijos y nietos de Hasan Saba, la desaparición del terrorismo se nos antoja hoy más difícil y lenta que en el siglo XIV. La lucha, que no guerra, antiterrorista necesitará de más acciones como la comentada, que no serán ni justicia, ni venganza, ni democráticas, ni ajustadas a derecho internacional, pero que irán mermando a los hashishins,sobre todo si van acompañadas de reformas democráticas y aumento de libertades en los países donde se reclutan los terroristas. El Paraíso vislumbrado por los sicarios del Viejo de la Montaña se localiza hoy en Hollywood.

15-V-11, Luis Racionero, lavanguardia