´El abuelo de Camps´, Pilar Rahola

He buscado en vano las deseables disculpas del president Camps a la familia de Zapatero. Digo en vano, porque sabía que sería una búsqueda infructuosa, dado que no imagino a este político con la capacidad moral para pedir perdón. Sin embargo tiendo a creer que cuando se hace daño de verdad a los otros, y es un daño gratuito e impúdico, alguna cosa se mueve en la conciencia. Y si la conciencia llora, a veces pasa algo bueno. Pero Francisco Camps no es dado a sorprender, y así ha sido, ni ha pedido excusas, ni parece arrepentido de haber usado el abuelo asesinado de un contrincante, con el fin de perpetrar un ataque ruin.

Aunque la campaña justo empieza y algunos ruidos mitineros ya han tocado una música estridente - con Cospedal haciendo los honores-,la frase de Camps contra Zapatero es una ignominia que va mucho más allá de la lógica y a veces cruenta confrontación política. Es un gesto de malignidad. Hay que tener un hígado muy blindado y un alma muy oscura para ser capaz de usar el asesinato de este hombre, militar fusilado por haberse mantenido fiel a la República, como arma arrojadiza contra su adversario. Y encima bromeando, restregando su infancia con abuelo que le daba ternura y amor,con la de un Zapatero que obviamente no podía disfrutar del abuelo que le habían matado. ¿Cómo es posible? ¿Qué cerebro complicado, tenebroso, turbio puede llegar a considerar que un comentario como este es digno de aplauso? ¿De dónde saca la idea de que así se gana la simpatía de la gente? Claro que quizás no se equivoca demasiado, porque parece que a Camps se le perdona todo y que cuanto más embrutecido está con el inmenso barrizal de Gürtel, más votos consigue. Es como una especie de narrativa del mal, como si fueran unas elecciones al revés, a la contra de los valores que definen la civilidad. Francisco Camps sabe que, hoy por hoy, es imbatible y del caldo de los bigotes, los trajes y los Gürtel extrae el alimento de su triste carrera. Pero llegar al punto de reírse de un ejecutado es ir mucho más allá de los senderos de la corruptela y el tráfico de influencias. Es militar abiertamente en la maldad. Personalmente he cambiado la idea que tenía del personaje. Hasta ahora me parecía opaco, autoritario y anticatalán. Ahora me parece, sencillamente, mala gente. Y mientras Camps se ríe de un abuelo ejecutado, Rajoy otorga con el silencio de los cómplices, haciendo buena la idea de que es un líder centrado, pero incapaz de dominar el alma desbocada de sus flancos extremos. Y si él aspira a una derecha razonable, la otra derecha, la que no lo es, le llena los mítines con el espectro de Aznar, le monopoliza los micrófonos y le controla el relato. Esta es la cuestión más preocupante. Que incluso cuando pueden ganar y quieren ser una derecha europea, acaban secuestrados por la peor memoria de la derecha española de siempre.

10-V-11, Pilar Rahola, lavanguardia