´Abusitos y abusazos´, Laura Freixas

Cuando tenía 13 años, un anochecer de invierno, iba sola por la calle Alfons XII, en Barcelona, cuando una silueta salida de las sombras se abalanzó sobre mí y, acorralándome contra un coche, empezó a manosearme diciendo no sé qué de salchichas calientes; por suerte, la aparición de un transeúnte le hizo salir corriendo. Cuando tenía 18, una amiga y yo pretendíamos visitar una ciudad de provincias portuguesa, Guarda; unos chicos empezaron a mirarnos, a seguirnos, a acercarse, con tanta insistencia, que nos volvimos a Lisboa. A los 20, un ex novio despechado me atacó con un cuchillo, junto al mercado del Born: no pasó de un arañazo, pero el susto fue mayúsculo. A los 22, un profesor me envió una tarjeta diciendo que mi proyecto de investigación era de lo más interesante;

¿qué tal si lo discutiéramos sin prisas, cenando?… A los 28, el director de la revista en la que trabajaba se refería a las periodistas de la redacción como "mi harén". A los 30, entré en una editorial. Durante las reuniones del consejo directivo, uno de los jefes, para referirse a un acierto, un éxito, un golpe de suerte, exclamaba: "¡El coño de Sofía Loren!", y otro observaba: "Como dice un amigo mío, las mujeres sólo sirven para follar, y no todas"…

¿Qué hace una en este tipo de situaciones? ¿Enfadarse (¡qué falta de sentido del humor!)? ¿Levantarse y marcharse dando un portazo (e irse directamente a la cola del Inem)? ¿Esperar la primera ocasión para exclamar: "¡La polla de Marlon Brando!"?... Yo opté por lo más socorrido: irme a casa. No asistí más a las clases del profesor en cuestión; dejé la editorial, por varios motivos, desde luego, pero ese tipo de situaciones fue uno de ellos; trabajo en casa desde entonces. Tampoco he vuelto a aventurarme sola - entiéndase: sin un hombre-por calles oscuras o lugares poco turísticos. Todo esto se había vuelto para mí una segunda naturaleza, hasta el punto de que había olvidado que ciertas cosas podían ocurrir. De hecho, pensaba que en entornos occidentales y serios (como por ejemplo, qué sé yo, el FMI, por decir algo) hace años que no pasan… Todo lo que está saliendo a la luz estos días en el caso Strauss-Kahn - los hechos en sí, y la impunidad y el silencio atemorizado que los rodeó hasta hace una semana-me demuestra que pecaba de optimismo.

26-V-11, Laura Freixas, lavanguardia