´El FMI repite recetas fracasadas´, Nomi Prins

El escándalo sexual y la acusación que pesa sobre Dominique Strauss-Kahn, el ya ex director del Fondo Monetario Internacional (FMI), ha hecho que la organización sea objeto de la atención de los medios de comunicación. Sin embargo, el hombre que protagoniza el escándalo es mucho menos relevante para el deterioro del bienestar económico mundial que la propia institución.

Al margen de quién se haga cargo del FMI, no es probable que cambie su modus operandi. Seguirá proporcionando deuda para pagar los estropicios de los bancos y extrayendo pagos de las poblaciones locales inocentes. Porque, para la élite del FMI y la Unión Europea, la "confianza" del capital con una circulación libre y sin trabas vale más que la seguridad económica de los ciudadanos.

Esa misma idea fue central en la estrategia del rescate bancario en EE. UU. ¿La amenaza en el 2008? Que estallaría una crisis aún peor si no se salvaba al sistema financiero. ¿La amenaza que rodea hoy el debate sobre la subida del techo de la deuda? Que estallará una crisis aún peor si se produce un impago estadounidense sobre la deuda específicamente contraída para salvar el sistema financiero. En cuanto al empleo, no parece que sea una prioridad.

Cuando el saqueo bancario global anterior al 2008 se estrelló contra un muro, los gobiernos y los bancos centrales se lanzaron a abastecer a la banca con billones de dólares en subvenciones, con la excusa de evitar de ese modo una catástrofe mayor. En opinión de quienes detentan el poder, se puede tardar tiempo en crear empleo, pero no hay tiempo que perder para apuntalar el sistema financiero mundial. Las pensiones y los maestros provocan las quiebras presupuestarias, no la deuda creada en beneficio de los bancos.

En EE. UU., la gran mentira es que respaldar a los bancos provocará, a pesar de todas las pruebas en contra, un efecto de goteo que redundará en prosperidad para todos. La Reserva Federal tiene bajo los pies una deuda creada desde el inicio de la crisis de 4 billones de dólares; mientras tanto, el Congreso debate recortes del gasto y el Departamento del Tesoro amenaza con poner fin a los pagos por invalidez y las pensiones de los funcionarios. La Reserva Federal dice que necesita retener dinero para sostener el sistema financiero.

En Europa, la mentira es ligeramente diferente, porque la seguridad económica de la población ocupa un distante segundo lugar con respecto a la prioridad del mantenimiento del euro, lo que significa el pago de las deudas de los europeos periféricos a los países del núcleo europeo.

Las estrategias del FMI, la UE, la Reserva Federal y el Departamento del Tesoro no se preocupan de centrarse en problemas como el galopante desempleo y la sobrecarga de la deuda. En realidad, los temores de que el FMI alterara su método de intercambiar préstamos por medidas de austeridad sólo por el hecho que su director se enfrentara a graves delitos se vieron atenuados el mismo día en que se le negó a Strauss-Kahn la libertad bajo fianza. El lunes, Portugal, el tercer país europeo que ha tenido que ser rescatado hasta ahora, vio la aprobación de un paquete de ayuda de 78.000 millones de euros. ¿El precio? Recortes del gasto público. ¿Los beneficiarios? Los bancos privados portugueses que un segundo después se dedicaron a recaudar dinero respaldado con las garantías del rescate y las compañías internacionales que buscan activos baratos.

En Irlanda, una efervescencia de dinero caliente durante los años previos a la crisis del 2008 hizo crecer los valores inmobiliarios y los refugios fiscales para el dinero de los fondos de cobertura globales. El rescate de 85.000 millones de euros del FMI y laUEno evitó una tasa de desempleo del 14,7% y condicionó la financiación a un recorte de 17.000 millones de las pensiones.

Lo mismo ocurre en Grecia. Ahí, el FMI ha respaldado a la UE en la exigencia de medidas de austeridad que van desde recortes en pensiones y salarios hasta peticiones de privatización. Para cumplir con las reglas del rescate, Grecia tiene que vender las compañías públicas más eficaces y solventes (como las compañías telefónica y eléctrica) al mejor postor internacional. Fue la idea de vender las compañías de servicios públicos a los intereses privados la que puso a California en manos de Enron hace una década. A los accionistas que buscan hacer dinero no les importa lo que sucede con el precio local de la energía.

El FMI proporciona préstamos a unos intereses más bajos de los que serían accesibles a los países en momentos de apuros, y a cambio les obliga a abrirse al dinero caliente. Todo ello se basa en la premisa de que la infraestructura pública y las redes de seguridad sociales son las causas de los males financieros y no los bancos con dinero caliente.

Por desgracia para Grecia, el FMI quiere más de lo que ha sido la causa de su crisis de la deuda. Hace tres años, el ministro de Economía griego, George Alogoskoufis proclamaba con orgullo que se estaba reforzando el interés de la inversión estadounidense (es decir, el dinero caliente de bancos, fondos de riesgo y de inversión de capital privado).

Alogoskoufis declaró además por esas mismas fechas: "las organizaciones financieras internacionales, como el FMI, han reconocido el importante progreso realizado por la economía griega". Y también: "la crisis crediticia internacional no ha afectado al sistema bancario griego" y "la situación económica volverá a la normalidad en el 2009".

La cosas no fueron así. Cinco meses más tarde, en octubre del 2008, la crisis bancaria mundial llegó a Grecia. El Banco de Grecia tuvo que entregar hasta 28.000 millones para rescatar a sus bancos. Con un optimismo ciego, la embajada griega en Estados Unidos prometió que el crecimiento superaría la media de la UE en 2009 y 2010. Y entonces todo se vino abajo. En mayo del 2010, la UE y el FMI soltaron sobre Grecia un paquete de 110.000 millones con condiciones que afectaban a los ciudadanos griegos, no a los bancos cuyo comportamiento había destruido la economía. Hubo protestas generalizadas en las calles.

Un año más tarde, con la amenaza de un impago de su deuda y conversaciones acerca de nuevos posibles rescates, los griegos están tomando otra vez las calles.

El domingo pasado, los españoles tomaron las calles en 50 ciudades. Sus consignas dejaron claro que sabían que los bancos y los políticos complacientes con ellos son la causa de la crisis. Mientras los bancos están sentados sobre 113.000 millones de préstamos dudosos, la población se enfrenta a una tasa de paro del 21,3% y del 40% entre los jóvenes.

Está claro que las medidas de austeridad no crean trabajo ni conducen a una economía segura. Rescatar a los bancos no da de comer. En realidad, la idea del FMI de abrir las puertas de los países al capital especulativo es equivocada. La reciente revuelta de Egipto, un país que ha recibido medallas del FMI por abrirse al dinero caliente para levantar lujosas urbanizaciones y viviendas en primera línea de playa, es otro fracaso de esta táctica.

Sin embargo, una y otra vez, el FMI inocula una desestabilización económica asegurada por medio de esas políticas interesadas por el dinero, que arrebatan la vida económica de los ciudadanos indefensos y se apoderan de la infraestructura pública y los sistemas sociales. La Reserva Federal y el Departamento del Tesoro estadounidenses utilizan la misma ideología, que también ha llevado al incremento de la deuda, a los beneficios bancarios, al desempleo y al malestar público.

El FMI no tardará en elegir a un nuevo jefe que recibirá las riendas del director en funciones John Lipsky, antiguo economista jefe de JPM Chase. Por desgracia, no importa quién dirigirá el FMI; su legado seguirá infligiendo dolor en los ciudadanos de los países a los que dice ayudar. Y eso significa más revueltas y más depresión económica mundial.

26/27-V-11, Nomi Prins, lavanguardia