ŽEl debate intelectualŽ, Albert Gimeno

Parece obvio que la crisis actual se sustenta en una determinada forma de entender las empresas, su gestión y su papel en la sociedad. El desarrollo económico del mundo moderno nace en Gran Bretaña a finales del siglo XVIII cuando confluyen un afán por descubrir el mundo (ciencia), por aplicar los nuevos conocimientos (tecnología) y una nueva forma de entender la sociedad a través de la interacción de agentes privados en un marco institucionalizado por el poder público. Podríamos citar como símbolos a la Real Sociedad de Londres para el Conocimiento de la Naturaleza, (1660), a James Watt (1736-1819), a Adam Smith (1723-1790) o a David Hume (1723-1790).

Las sociedades que se incorporaron a esta visión del mundo, inicialmente la Europa protestante y EE. UU., tuvieron un aumento inigualable en la creación de bienestar y riqueza colectiva. Luego, la Europa católica se incorporó con ambigüedades y, más recientemente, el Asia confuciana se adhirió a ese paradigma. Algunos de estos países, fundamentalmente Alemania y Japón, han hecho exitosas adaptaciones del modelo, pero las alternativas al mismo han sido enormes fracasos. El socialismo de Estado, el totalitarismo fascista, las sociedades teocráticas, las autocracias cleptómanas o las democracias no institucionalizadas no han supuesto alternativas válidas. Pese a ello, el éxito del modelo no implica que este esté en su mejor momento. Su éxito ha generado un gran aumento en la complejidad del mundo, con tendencia al comportamiento caótico. Está en nuestra mano que la revolución tecnológica en la que estamos inmersos (genética, nanotecnología, interacción de redes virtuales y reales...) suponga otro aumento extraordinario del bienestar colectivo.

Debemos construir un acuerdo social sobre cómo vamos a gestionar el medio ambiente, cómo incentivar la investigación y, al mismo tiempo, difundir su aplicación, sobre qué significa crecer, sobre la relación entre el ser y el tener. Si no, podemos encontrarnos desafíos que nos superen como especie. Estos años hemos tenido muchos indicadores de que hemos evolucionado hacia un sistema con creciente inestabilidad. Los campamentos de Democracia Real Ya son un indicador más.

Tenemos la oportunidad de construir un mundo extraordinario, pero no podremos hacerlo apoyándonos sólo en planteamientos teológicos de hace más de mil años o planteamientos ideológicos de hace 250 años. Necesitamos enriquecerlos con una nueva teoría de la sociedad y de las organizaciones que permitan poner dirección a la enorme oportunidad que la complejidad nos brinda. Debemos crear un debate que permita emerger a un nuevo Adam Smith y a un nuevo David Hume. Y no lo haremos en 59 segundos ni en 140 caracteres. Es el momento de los intelectuales.

2-VI-11, Albert Gimeno, profesor del departamento de Política de Empresa de Esade, lavanguardia