´Un país de ricos muy apurados´, Màrius Carol

Cuando se escriba la historia de los últimos quince años será complicado explicar cómo un país como España, que venía de un pasado no tan lejano de estrecheces, un día decidió que era rico, mientras fluía hacia las administraciones públicas el dinero en impuestos del boom inmobiliario. Hasta hace poco era motivo de orgullo que España fuera el Estado con más kilómetros de alta velocidad ferroviaria después de China, con decisiones tan desconcertantes como que no conecte aún Barcelona con Francia, y en cambio haya una estación de AVE en cada una de las capitales de provincia de Castilla-La Mancha. Casi como si fuera una línea de cercanías. Otro indicador de riqueza son los grandes equipamientos culturales que se han construido estos años. El último inaugurado es el impresionante Centro Niemeyer de Avilés, definido por Antonio Garrigues en su inauguración como "un imposible convertido en realidad", que ha costado 44 millones de euros. También este año ha abierto sus puertas la faraónica Ciudad de la Cultura de Galicia, con 148.000 metros cuadrados dedicados a museo, exposiciones o auditorio. ¿El coste? Nada menos de 476 millones de euros. Y antes fue la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, que inicialmente iba a costar 308 millones, cuando el recuento más reciente dispara la cifra a los 1.282 millones.

La última noticia que llega de Valencia es que el Palau de les Arts, la obra central de este complejo diseñado por el arquitecto Santiago Calatrava, podrá arrendarse para bodas, comuniones y bautizos. Es más, tan apurados van con los números sus gestores que están dispuestos a alquilar espacios del recinto incluso los días en que se celebren representaciones o conciertos. De hecho, el primer cliente del nuevo servicio es el futbolista del Valencia Raúl Albiol, que se casa pasado mañana y celebra el banquete con 400 invitados en este recinto, después de contraer matrimonio en la catedral. El mismo día 17 se interpreta la Trilogía romana, de Ottorino Respinghi, dirigida por Georges Prêtre.No deja de ser curioso que haya que intentar cuadrar los sobrecostes de las temporadas con bodas. Arrendar el vestíbulo principal hasta la madrugada sale por 10.000 euros.

Este es un país que se creyó rico hasta que un día se despertó con los bolsillos agujereados. Toda capital de provincia aspiraba a tener su estación de alta velocidad, su museo de arte, su teatro de la ópera o su aeropuerto. La misma Europa a la que hemos querido dar lecciones (esa ha sido una tentación a la que no se han resistido ni Aznar ni Zapatero) ahora no sólo nos ridiculiza, sino que nos pasa factura. Un día quisimos dejar de ser la berlanguiana Villar del Río y gracias al ladrillo llegamos a creer que esto era Hollywood. Y hemos pasado del milagro al espejismo, sin un solo acto de fe y sin que percibamos el oasis.

15-VI-11, Màrius Carol, lavanguardia