intervención Presidencia FAC, X-06.

Intervención ante la Ponencia para el estudio de los efectos nocivos de las drogas en la salud de los jóvenes.
Martín Barriuso, presidente de la Federación de Asociaciones Cannábicas (FAC)
16-X-2006

 

1. Introducción:

1.1. Buenas tardes. Quiero empezar esta intervención agradeciendo la invitación que se brinda a nuestra Federación de acudir a esta ponencia, ya que nos parece una ocasión muy interesante de exponer nuestros puntos de vista y hacer aportaciones al debate sobre una cuestión que nos preocupa. Ahora bien, también les queremos recordar que no es nuestra primera comparecencia, ya que estuvimos en el pleno de la Comisión Mixta el 29 de mayo de 2001

1.2. Entonces, aún no se había fundado la Federación de Asociaciones Cannábicas (FAC), a la que represento hoy aquí, pero sí muchos de los grupos que la forman, que entonces integraban la Coordinadora Estatal por la Normalización del Cannabis (CENC), que fue la entidad en cuyo nombre comparecimos en aquella ocasión Jaime Prats, el profesor Joan Ramón Laporte y yo mismo.

En aquella ocasión planteamos una serie de quejas y reclamaciones, y las respuestas recibidas desde los distintos grupos parlamentarios y desde la presidencia de la Comisión nos hicieron concebir la esperanza, que a la larga ha resultado vana, de que habría un debate sobre esas cuestiones. Cito textualmente algunas frases de varias portavoces y del presidente de la Comisión

Carmen Romero (PSOE): “Esta comparecencia de hoy puede ser muy interesante para continuar con un debate que está en la calle”.

Seller Roca (PP): “Un punto de vista absolutamente enriquecedor, aportando nuevos puntos de reflexión importantes que en un futuro nos servirán para valorar y estudiar el tema en cuestión con mayor profundidad”.

Zoila Riera (CiU): “Creo, con toda sinceridad, que las aportaciones que ustedes han hecho hoy aquí pueden servir para que se deriven de ellas aportaciones legislativas importantes”.

El presidente, Juan Morano: “Me parece que el tema ha sido del máximo interés; os hemos escuchado con la máxima atención y espero que de aquí salgan frutos”.

1.3. Tal vez solo eran frases de cortesía o de compromiso, pero nos sentimos decepcionados porque el debate anunciado no ha existido y por la ausencia de iniciativas legislativas sobre las cuestiones concretas que planteamos. Nos parece muy interesante poder debatir sobre efectos nocivos de las drogas en la salud de los jóvenes, pero tenemos demandas pendientes, muy concretas, acerca de la Ley de Seguridad Ciudadana y su abusiva aplicación, sobre las políticas de reducción de riesgos, y sobre la regulación del cultivo de cannabis dirigido al uso personal. Les hacemos este recordatorio porque, como digo, hace más de cinco años de esto.


2. Qué es la FAC.

2.1. La FAC es una federación de quince asociaciones presente en la mayoría de comunidades autónomas, formada por personas usuarias, cultivadoras y estudiosas del cannabis. Somos la principal organización, en número de personas afiliadas, que intenta representar los intereses del amplio colectivo de personas usuarias de cannabis. Sin embargo, nuestra visión del fenómeno del consumo de esta planta no se limita solamente a lo que podríamos llamar óptica consumista o consumerista. Nuestro colectivo está asesorado por especialistas de reconocido prestigio, y muchos miembros del mismo hemos participado en investigaciones sobre el fenómeno del consumo de cannabis y otras drogas, así como en programas preventivos y de reducción de riesgos. Yo mismo he realizado investigaciones para el Observatorio Vasco de Drogodependencias sobre consumos recreativos de drogas y riesgos asociados con los mismos, y he trabajado en programa preventivos sobre el terreno con jóvenes consumidores de drogas, como el programa Testing, de análisis de sustancias, que pusimos en marcha con el apoyo del Gobierno Vasco, además de realizar talleres preventivos en centros de enseñanza y locales juveniles. También formamos parte de la Coalición Europea de ONGs ENCOD, formada por más de 100 entidades de 25 países, y que se encuentra ahora mismo inmersa en el proceso de debate sobre políticas de drogas iniciado por la Unión Europea de cara a la Cumbre sobre Drogas de la ONU en Viena, en 2008.

2.2. Desde la FAC reclamamos los derechos de un colectivo social que, como ustedes saben, es muy amplio. Según datos del OED (2004), en la población de entre 15 y 64 años, los que habían probado en 2003 el cannabis alguna vez en la vida ascendían al 29%, o sea, más de ocho millones y medio de personas. Durante el último año antes de la encuesta lo había consumido el 11,3 %, algo más 3.320.000 personas, porcentaje que descendía hasta el 7,6% (casi 2.235.000 individuos) cuando se preguntaba por el último mes. Finalmente, la cifra de personas que usaron cannabis a diario durante el mes anterior al estudio rondaba las 441.000 personas, un 1,5% de la población total del estado. Por supuesto, no pretendemos representar a todos ellos, pero sí creemos conocer bastante bien las necesidades y demandas de nuestro colectivo, un grupo al que se suele marginar sistemáticamente del debate sobre políticas que le afectan directamente.

2.3. No somos una “asociación pro-cannabis”, como dice el texto de la convocatoria. Ni hacemos apología ni nos interesa fomentar el consumo, menos aún entre adolescentes. Solo defendemos nuestros legítimos derechos como adultos. Es fácil de entender. Somos gente normal, con el mismo sentido de la responsabilidad que cualquiera. Y, por ejemplo, una cosa es que a un adulto le guste tomarse unos gin-tonics de vez en cuando y otra que le parezca bien que su hijo o hija de quince años se beba un par de ellos de buena mañana, antes de entrar a clase.

Rechazamos por tanto la expresión “pro-cannabis”, creada en el año 2000 desde la revista Adicciones en base a un estudio que ofrecía una visión sesgada de nuestro movimiento, y que creemos que respondía a un intento por encontrar chivos expiatorios ante los escasos resultados de las políticas preventivas vigentes. La teoría de una especie de conspiración para fomentar el consumo de cannabis entre los jóvenes es una simple cortina de humo para evitar que se hagan preguntas embarazosas en voz alta acerca de para qué sirven los abundantes fondos públicos -y privados- destinados a evitar la extensión del uso de drogas ilícitas, especialmente entre los más jóvenes.

Rechazamos la existencia de tales conspiraciones. Es más, nuestro colectivo lleva tiempo avisando de lo que estaba pasando. Por ejemplo, en mi intervención del año 2001, dije textualmente:

Este es un fenómeno especialmente grave porque en este momento estamos encontrándonos ya consumidores de doce años y traficantes de catorce —yo conozco directamente casos así—. Evidentemente, para un chaval de 14 años conseguir un
dinero fácil mediante la venta de un producto, que en muchos casos no se considera peligroso aunque en realidad esté adulterado, a sus propios compañeros, le empuja a iniciarse en el tráfico y en muchas ocasiones a contactar con círculos de marginalidad, de delincuencia de otro tipo, que le puede conducir a un callejón sin salida si no se consigue separar ambos fenómenos”.

Desde luego, puesto que nadie nos volvió a preguntar en los últimos cinco años, habrá que pedir cuentas a otros de los fracasos cosechados. Como colectivo de personas adultas usuarias de cannabis, creemos que se están coartando nuestros derechos y libertades con la excusa de obtener unos resultados que no solo no llegan nunca, sino que cada día parecen más lejanos.


3. Nuestro diagnóstico de la situación.

3.1. Nuestro colectivo apenas suele disponer de la posibilidad de investigar por su cuenta, de forma que los datos que nos llevan a rechazar la visión alarmista que se insiste en ofrecer desde el Ministerio de Sanidad y a criticar los resultados de las actuales políticas provienen, casi siempre, de datos publicados por instituciones públicas, como el Observatorio Español de Drogodependencias, o de entidades privadas nada sospechosas, como la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción. Lo que sucede es que no nos leemos solo lo que nos interesa, sino el conjunto de datos publicados. Ello, unido a nuestro conocimiento directo del fenómeno del consumo, nos lleva a las siguientes conclusiones acerca del diagnóstico de la situación actual.

3.2. Es cierto que existe un problema creciente, relacionado con el aumento en el número de casos de consumo inadecuado de cannabis, especialmente por parte de adolescentes y pre-adolescentes. Por tanto, existen motivos innegables para la preocupación. Ahora bien, creemos que se está exagerando e incluso manipulando los datos cuando se evalúa la dimensión del fenómeno y sus consecuencias futuras. Ello nos lleva a cuestionar algunos de los tópicos al uso.

3.3. 1er. Tópico: Gran descenso en edad de inicio:

Con frecuencia se habla de que la edad de inicio en el consumo ha bajado de forma alarmante. Sin embargo, los datos de la Encuesta Domiciliaria que viene encargando el Plan Nacional Sobre Drogas, hablan de que entre el conjunto de la población, la edad de inicio en el consumo de cannabis se mantiene más o menos constante en los últimos 10 años, siempre por encima de la mayoría de edad legal. Esa estabilización también se da en el resto de sustancias estudiadas en dicho trabajo.

Donde sí se puede hablar de un ligero descenso en la edad de inicio es en la Encuesta Escolar. No obstante, el alcance de ese descenso no es tan acusado como se suele afirmar, ya que en 10 años, entre 1994 y 2004, se ha producido una reducción de 15,1 a 14,7 años, es decir, unos cinco meses. Recordemos que la encuesta escolar se realiza a menores de 18 años, por lo que estos datos corresponden al sector que se inicia de forma más precoz. Es decir, la mayoría empieza a fumar a la misma edad de siempre (en torno a los 18 años) pero la minoría más precoz lo hace un poco antes que hace unos años. Por cierto que el consumo de alcohol, droga más adictiva y neurotóxica que el cannabis, se suele iniciar a una edad bastante más temprana, sin que haya tanta alarma mediática ni institucional.

3.4. 2º tópico: Baja percepción de riesgo:

Se habla una y otra vez de que los y las jóvenes del estado español no tienen conciencia del riesgo que conlleva el consumo, pero también en este caso hay una utilización incorrecta de los datos sociológicos. En las apariciones públicas de la Ministra de Sanidad se cita una y otra vez el dato de que sólo el 36,9% de los escolares de 14 a 18 años ve riesgos en el consumo de cannabis y “solo” el 70,5% en el caso de la cocaína, e incluso algo menos en el caso del éxtasis. En realidad ese es el porcentaje que cree que consumir “alguna vez” provoca “muchos o bastantes problemas”. Cuando preguntamos por el uso habitual, (Datos encuesta escolar pág. 93 del informe OED 2004) los porcentajes se elevan hasta el 83,6% en el caso del cannabis, 97,2% en el del éxtasis y 97,8% en el de la cocaína. Es decir, los jóvenes tienen una elevada percepción del riesgo, pero distinguen las diferentes sustancias y, sobre todo, son conscientes de la diferencia entre consumo esporádico y habitual. Esta percepción elevada del riesgo viene confirmada por otros estudios, como los Datos de la Agencia de Salud Pública de Barcelona (2005), donde encontramos que el 71,1% de los jóvenes entrevistados encuentra más riesgos que ventajas en fumar cannabis. Por tanto, las razones del aumento habrá que buscarlas en otra parte.

3.4. No obstante, más allá de los falsos tópicos, es evidente que se ha producido un aumento en el consumo de cannabis entre los adolescentes, que se ha duplicado en este sector de edad. Como saben, también es especialmente llamativo el aumento producido en el caso de la cocaína, que ha sido del 378% en 10 años.

3.5. Ahora bien, ese aumento en el consumo de cannabis, ¿supone un problema en sí mismo? Pues los distintos indicadores apuntan a que no necesariamente.

El cannabis es una sustancia con un nivel adictivo relativamente bajo y que, comparativamente con otras drogas, suele dar menos problemas graves en general. Por ejemplo, si comparamos el número de personas que consumían a diario en 2003 (441.000), con el de quienes acudieron a tratamiento de deshabituación por problemas relacionados con el cannabis (menos de 4.000), la proporción es de más de 100 a 1. Pero hay un factor distorsionador, la Ley de Seguridad Ciudadana -en cuya aplicación se realizaron durante el año 2003 123.249 denuncias por tenencia y consumo-, y que prevé la suspensión de las sanciones en el caso de que la persona sancionada se someta a tratamiento de deshabituación. En 2003, las personas que se acogieron con éxito a esta posibilidad fueron 3.949, aunque no sabemos por qué sustancia fueron sancionadas. De todas maneras, si tenemos en cuenta que, del total de denuncias, 92.322 fueron por cannabis (es decir, el 75%), no es descabellado suponer que la gran mayoría de las personas que se libraron de la multa mediante el sistema de acudir a tratamiento eran consumidoras de cannabis. Es decir, lo más probable es que el porcentaje de personas usuarias diarias de cannabis (es decir, las que tienen a priori mayor riesgo) que acude a tratamiento por problemas reales (y no legales) con el cannabis ronde el 0,25% anual, una cifra sin duda modesta.

Por otra parte, seguimos sin datos acerca de posible mortalidad relacionada con el cannabis, y en los análisis toxicológicos a conductores y peatones muertos en accidentes de tráfico (OED 2004), solo aparece el cannabis -lo cual no implica causalidad directa- en los análisis de un 2,8% de los casos, frente a un 37,4% que presentaba alcoholemia positiva. Por tanto, parece que la incidencia social negativa del cannabis no es demasiado elevada.

3.6. Pero, centrándonos en la cuestión objeto de esta ponencia, lo anteriormente expuesto no significa que no exista riesgo de efectos adversos, especialmente para las personas más jóvenes. No vamos a profundizar en ellos, pues a buen seguro habrán sido expuestos por otros comparecientes.

El primer riesgo tiene que ver con los efectos a corto plazo de los cannabinoides. Las alteraciones en la memoria a corto plazo y en la concentración afectan a la capacidad de aprendizaje, algo difícilmente compatible con una etapa de la vida donde la principal ocupación suele ser el estudio. No hay pruebas de que el consumo, por sí solo, conduzca al fracaso escolar, pero desde luego lo facilita.

El segundo riesgo tiene que ver con el desencadenamiento de trastornos mentales, que pueden producirse con más facilidad cuanto más joven sea la persona consumidora. De hecho, la evidencia científica actual indica que los menores de 16 años son el grupo que mayor riesgo sufre. Evidentemente, aunque este tipo de problemas se presenta en un porcentaje reducido, el aumento en la cantidad de adolescentes que fuman hachís o marihuana ha de conllevar, sin duda, un aumento de ciertos problemas psíquicos, a veces muy graves, y que desde luego no se nos ocurriría negar.

El tercer efecto adverso mencionable serían los problemas respiratorios que pueden aparecer si el consumo se hace habitual, aunque este tipo de problemas suelen aparecer a edades más avanzadas.

3.7. Por tanto, aunque creemos que se exageran las dimensiones de los problemas relacionados con el uso de cannabis, coincidimos en que esos problemas existen y en que en su mayoría tienen relación directa con la edad. Por tanto, los esfuerzos de interdicción deberían ir orientados a impedir, como mínimo, el consumo entre menores de 16 años, mejor si fuera de 18, y los de prevención a reducir el consumo entre adolescentes o a procurar que sea lo menos problemático posible.

Las asociaciones que trabajan por la normalización del cannabis apuestan por prevenir el consumo adolescente y llevan a cabo actividades dirigidas a ese fin. Valga como ejemplo el folleto “para ti que eres joven”, cuyo texto les hemos entregado, editado primero por la asociación Amigos de María de Gasteiz, y luego por asociaciones de la FAC, en el que se aconseja a los adolescentes que no consuman y se les previene de una serie de riesgos si deciden hacerlo.


4. Cambio de política

4.1. Hace poco más de 40 años, el 3 de septiembre de 1966, España ratificó la Convención Única sobre Estupefacientes de la ONU, de 1961. Desde entonces, las políticas sobre drogas vienen marcadas en el estado español por su carácter prohibicionista. Visto el aumento en la oferta y en la demanda, así como en los usos problemáticos, la conclusión a la que debemos llegar es que este tipo de políticas ha resultado un fracaso.

Así lo reconoce el informe aprobado por el parlamento Europeo en diciembre de 2004, en el que se afirma sin tapujos que las políticas de la UE “han fracasado…”

A pesar de las políticas aplicadas hasta ahora a escala internacional, europea y nacional, el fenómeno de la producción, consumo y comercio de las sustancias ilícitas que figuran en las tres convenciones de las Naciones Unidas anteriormente mencionadas alcanza niveles muy altos en todos los Estados miembros y que, ante este fracaso, es imprescindible que la Unión Europea revise su estrategia general relativa a los estupefacientes.

(...) las evaluaciones realizadas hasta el momento de los seis objetivos principales establecidos en la Estrategia antidroga de la UE (2000-2004) demuestran que ninguno de ellos ha conseguido resultados favorables y que de todo ello se han de sacar las consecuencias políticas y legislativas

La apuesta represiva no parece el camino para frenar el consumo y los problemas asociados al mismo. Buena prueba de ello es el hecho de que, mientras el consumo de cannabis se ha duplicado en los últimos 10 años, las sanciones por tenencia o consumo se han multiplicado por seis.

Asimismo, durante el año pasado se practicaron un total de 173.096 denuncias por consumo o tenencia de drogas, lo que supone otro récord con un incremento del 15,25% con respecto al año anterior. En 1995 sólo se registraron 27.145 denuncias, lo que revela que crecen sin parar.

Sin embargo, se continúa intentando dar ante la opinión pública la imagen de que se está actuando, y además con mano dura, contra el tráfico y el consumo, mediante intervenciones tan desproporcionadas como inútiles, de las que el mejor ejemplo es el operativo policial en centros de enseñanza puesto en marcha este año por el Gobierno. Este operativo ha conllevado decenas de miles de horas de patrulla, miles de identificaciones y cacheos, y se han presentado centenares de denuncias por tenencia y consumo contra adolescentes, pero prácticamente no ha habido detenciones por tráfico, hasta el punto de que federaciones de padres y madres que reclamaron la actuación policial han terminado por reconocer que “no hay tantos puntos de venta de drogas como creíamos”. Algunos grupos nada sospechosos, como Proyecto Hombre, han coincidido también en reclamar medidas educativas ante la evidencia de la inutilidad de la vía exclusivamente represiva.

4.2. Es necesario cambiar la óptica dominante a la hora de abordar el fenómeno del uso de drogas, dejando de lado los prejuicios morales. Coincidimos con el Director General de la FAD, señor Calderón, cuando dice, en Reflexiones desde la ética, un texto publicado en el boletín de la Fundación:

la FAD entiende que se impone la tarea de revisar, de la forma más completa y desapasionada posible, los criterios esenciales de conceptualización y abordaje de los usos de drogas y de los problemas que éstos pueden comportar.

Es lo que en alguna ocasión hemos llamado la exigencia de cuestionar la propia certidumbre. Sólo desde la revisión de nuestras postulaciones, sabiendo que pueden estar contaminadas por el juicio previo de valor, entendiendo que tienen que ser conciliadas con otras visiones, que no por diferentes dejan de ser legítimas(...)“De ahí que en la FAD siempre hayamos preconizado un proceso de reflexión continua, unas actitudes de crítica comprometida, y un debate que rescate para la sociedad el protagonismo que siempre debe tener ante cuestiones que la afectan claramente.”

Lástima que este tipo de reflexiones que se hacen para los de casa se olviden luego a la hora de emitir mensajes para el gran público.

4.3. Vistos los escasos resultados, las actuales campañas publicitarias, supuestamente preventivas, han de cambiar radicalmente su orientación. El exceso de alarmismo resta credibilidad a las campañas a los ojos de la juventud y mezclar distintas drogas como si fueran la misma, como en la última campaña del Ministerio de Sanidad, solo consigue crear confusión entre los adolescentes. En efecto, la experiencia inmediata les dice que las cosas alarmantes que cuentan del cannabis no son siempre ciertas, así que acaban sospechando que lo que les dicen de la cocaína, por ejemplo, igual tampoco es para tanto.

Por otra parte, se debe reconocer de una vez que las drogas no solo tienen efectos adversos, sino también consecuencias positivas. Si las drogas se consumen es, entre otras cosas, porque aportan placer y porque responden a lo que parece haber sido una necesidad de los seres humanos desde siempre: La de alterar nuestra conciencia, percepción o estado de ánimo. Esto es algo evidente para la inmensa mayoría de quienes consumimos sustancias psicoactivas, sean legales o ilegales, y especialmente acusado en el caso del cannabis, cuyo balance entre placeres y riesgos suele ser considerado como especialmente positivo por la mayoría de quienes llegan a probar esta planta. Intentar ocultar esta realidad, con la excusa de no favorecer el consumo, solo sirve para dejar en evidencia el carácter moralizante, parcial y engañoso de los mensajes preventivos que se acostumbra a lanzar. Es como si las campañas contra los accidentes de tráfico insistieran todo el tiempo en que los coches no sirven para nada, que no existe la conducción responsable y que la única opción razonable es ir andando a todas partes. En este sentido, hay que insistir en que los adolescentes son personas inmaduras, pero no tontas, manejan gran cantidad de información que los adultos a veces ni sospechamos y no se tragan sin más cualquier mensaje que les llegue.

4.4. Se debería permitir que vaya arraigando una cultura popular sobre el uso de cannabis, similar a las de otras drogas de uso más normalizado, como el alcohol, de forma que se vaya construyendo un entramado de usos, costumbres, ritos, sanciones informales, etc., que favorezcan el conocimiento de los riesgos, el uso responsable y modelos de consumo con el menor riesgo posible.

4.5. Para ello es imprescindible ir abriendo espacios de tolerancia que den cabida a los cambios experimentados por la sociedad en los últimos años. La prohibición no reduce sino que hace aumentar los problemas relacionados con el consumo de drogas. La ilegalidad contribuye a hacer el consumo más atractivo para muchos, especialmente para ciertos jóvenes. Como se recoge en el estudio (“La percepción social de los problemas de drogas en España, 2004”), el que se suele conocer como “efecto fruto prohibido” hace que, en 2003, un 37,9% de las personas usuarias de drogas ilícitas encuestadas mencionaran entre los motivos para consumir el “gusto de hacer lo prohibido”, un 6% más que en 1998.

4.6. En este sentido, los estudios comparativos indican que frente a otros lugares donde la política hacia el cannabis es más represiva, en Holanda la prevalencia en el consumo de cannabis es menor y la edad de inicio es más tardía. Ello es una consecuencia de la pérdida de parte del atractivo transgresor del consumo y del hecho de que, al producirse la venta de marihuana y hachís en establecimientos bien identificados, situados en plena calle y de acceso prohibido a menores, se dificulta el acceso de los mismos a la planta.

4.7. Por ello, demandamos que se derogue la legislación que castiga la tenencia y el consumo, permitiéndolo en los mismos lugares donde se puede fumar tabaco, así como una regulación clara en torno al autocultivo, similar a la existente en otros países donde hay estipulado un número máximo de plantas por persona, de manera que acabe la actual inseguridad jurídica. En la Federación de Asociaciones Cannábicas apostamos por la creación de clubes o sociedades de personas consumidoras, donde, de conformidad con la jurisprudencia sobre el consumo compartido, personas adultas previamente usuarias puedan obtener cannabis producido en circuito cerrado y sin fines comerciales. Creemos que la existencia de este tipo de establecimientos podría ayudar a reducir la disponibilidad de cannabis para los más jóvenes, contribuyendo a limitar los riesgos, así como a ala normalización social del consumo.

4.8. Finalmente, reclamamos un debate público sobre las políticas de drogas y el diálogo con la sociedad civil, tal y como se menciona en la Estrategia de la Unión Europea sobre Drogas (2005-2012), aprobada en diciembre de 2004, que expresa claramente su apoyo a "un proceso permanente de consulta de las organizaciones pertinentes de la sociedad civil y de expertos profesionales independientes sobre la incidencia de las políticas al nivel de los ciudadanos”, así como “reforzar de forma exponencial la participación e implicación de los consumidores de sustancias ilícitas, las ONG, el voluntariado y la opinión pública en la resolución de los problemas relacionados con las drogas".

4.9. Las personas adultas que consumimos cannabis (u otras sustancias ilícitas) tenemos un valioso conocimiento práctico sobre los efectos y riesgos del cáñamo psicoactivo, además de una mayor credibilidad ante los jóvenes, que pueden servir, entre otras cosas, para hacerles llegar mensajes preventivos. En nuestras asociaciones tenemos preocupaciones comunes con el resto de la sociedad adulta en torno a los consumos compulsivos y prematuros. Creemos que podemos ayudar a reducirlos o hacerlos menos dañinos, pero que nadie espere que colaboremos si se nos sigue criminalizando, marginando y empujando a la invisibilidad forzosa.

En los trabajos donde se habla de la llamada “cultura Pro-cannabis” se insiste en la gran fuerza que demuestra la cultura surgida en torno al cannabis, así como la facilidad con la que sus mensajes llegan a los jóvenes. Ese movimiento cultural, igual que el sector económico surgido en torno a actividades legales alrededor del cannabis, podría sin duda contribuir, como ya ha hecho en el pasado, a los esfuerzos para evitar los usos más inadecuados, pero si se mantiene la incertidumbre legal y se amenaza sin cesar al sector con restricciones, es dudoso que su actitud vaya a ser positiva.

No aceptamos que se siga usando por más tiempo a los jóvenes como excusa para reprimirnos y creemos que ya es hora de pensar en cambiar la forma de hacer las cosas. Si así sucede, no duden que contarán con nuestro total apoyo. Pero si se insiste en aplicar las mismas fórmulas caducas y contraproducentes del pasado, que tanto perjuicio nos causan, nos tendrán enfrente como adversarios. En su mano está dar pasos en la buena dirección. Muchas gracias por su atención. Espero que esta presentación les haya resultado de interés.