´Bípedos acéfalos´, Quim Monzó

Una de las cosas más sorprendentes del nuevo cambio de velocidad máxima en autovías y autopistas - que, tras tres meses, nuevamente ha pasado de 110 a 120 kilómetros por hora-es que no hayan quitado los adhesivos que pusieron sobre las señales. En aquel momento - era marzo-sobre el círculo blanco con corona roja y la cifra 120 en medio engancharon unos adhesivos blancos con la cifra 110.La idea era que, pasados los meses de penitencia, cuando decidiesen dar marcha atrás bastase desengancharlos para que la señal recuperase su aspecto original.

Pues no ha sido así. El viernes pasado, 1 de julio, fecha del nuevo cambio, no desengancharon los adhesivos. En vez de eso, sobre el adhesivo de marzo engancharon otro con la cifra 120.De forma que ahora tenemos una señal metálica (de prohibido ir a más de 120) con un adhesivo que prohíbe ir a más de 110 encima y, sobre este, otro adhesivo que prohíbe ir a más de 120. ¿Por qué no han desenganchado el adhesivo con las cifras 110 y listos? Si hubiesen hecho simplemente eso nos habríamos ahorrado un montón de euros, porque imprimir todos esos miles y miles de adhesivos cuesta un riñón. En total, el nuevo cambio nos ha salido por 230.000 euros, cifra a la que hay que sumar la anterior, la del cambio de 120 a 110, que fue similar: 460.000 euros, pues. Las agencias de noticias dicen que no los han desenganchado "a causa de la dificultad". ¿Y por qué esa dificultad? ¿Los fabricaron con una pega demasiado potente? Pasa a menudo con muchos productos. Compras un objeto -una lámpara, una papelera, un after shave-, intentas quitarle la etiqueta y te pasas horas, de tan enganchada como está. Y una vez arrancada queda para siempre una marca grisácea, un grumo lánguido. Hará mes y medio encargué en la sección de libros de El Corte Inglés de Diagonal con Villarroel la recopilación de cuentos Un hombre sin cabeza de Etgar Keret (absolutamente recomendable, por cierto). Pocos días después me telefonearon: que ya podía pasar a recogerlo. Fui. La dependienta me lo trajo. Para que quedase claro que aquel ejemplar estaba reservado, algún cerebro privilegiado había enganchado una etiqueta con mi nombre justo en medio de la cubierta plastificada. Cuando la dependienta la desenganchó, arrancó un trozo de plastificado y ahora, sobre la cabeza esférica del personaje de la ilustración de la cubierta, el plastificado da grima.

La explicación del Ministerio español de Fomento es que cuando fabricaron los adhesivos usaron una cola que "no facilita que se pueda desenganchar". Pero, cuando hace tres meses los pusieron, decían que lo hacían con la intención de quitarlos ahora. ¿Quién es el inútil que no supo prever que ahora no se podrían quitar? ¿Qué cargo ocupa? ¿Cómo se llama? Queda claro que, como el personaje del cuento de Keret, la cabeza le sirve para poco.

5-VII-11, Quim Monzó, lavanguardia