´Bicho raro´, Clara Sanchis Mira

En clase, el chico sabe que lo suyo está fuera de lugar. Ser estudioso es de tontos. Leer libros es de idiotas. Prepararse los exámenes es de anormales. Lo que se lleva es no pegar ni clavo el mayor tiempo posible. En todo caso - y sólo si te obligan mucho en casa con amenazas insoportables como dejarte sin móvil o sin internet-,uno se pega la empollada padre en el último momento, a ver si hay suerte. Eso no está mal visto del todo, pero lo verdaderamente bueno, heroico, rebelde, incluso sexy es ser el peor estudiante del mundo hasta el final. Una auténtica lagartija al sol. Ahí está el liderazgo y el respeto del grupo. El chico lo sabe, y finge que estudia poco. Nunca habla con sus compañeros sobre el libro que está leyendo, ni comenta lo interesante que le parecen a veces las matemáticas. Oculta que le divierten los mapas y las ecuaciones. Si algún día, durante el recreo, quiere repasar alguna cosa para un examen, se mete el libro debajo de la camiseta y se esconde en el lavabo. Después cuenta chistes verdes para no desentonar demasiado, y deja copiar a todo el mundo.

Pero el otro día dieron las notas y vio, con una mezcla extraña de gusto y pánico, que en matemáticas le habían puesto una matrícula de honor. Dobló rápidamente el papel y, aunque se moría de ganas, no se atrevió a contárselo a nadie. Cuando llegó a casa, no sabía cómo decírselo a sus padres. Ocultó el boletín toda la tarde. Se había hecho a la idea de disfrutar en soledad de todos sus sobresalientes, pero una matrícula de honor era una cosa muy estrambótica, como de una película en blanco y negro. O de otro país. Escondido en su cuarto, jugó con el gato a cacerías africanas y se llevo algún arañazo que le molestó con la sal de unas pipas que se comió después, mientras miraba unos mapas y fantaseaba con la idea de largarse a estudiar, por ejemplo, a Alemania, un día de estos.

1-VII-11, Clara Sanchis Mira, lavanguardia