´Exceso de acné´, Pilar Rahola

La excusa del artículo me la sirve una noticia de EE. UU. que La Vanguardia publicó el martes. El titular decía: "Despedida por tener canas", y explicaba el caso de Sandra Rawline, una mujer de 52 años vecina de Houston, que perdió su trabajo en la inmobiliaria Capital Title por negarse a teñirse el pelo. A pesar de trabajar en la empresa desde el 2003 y de tener una ficha laboral impecable - hasta el punto de ganar diversos años el premio al mejor trabajador-,su jefa la conminó a tener "una imagen más juvenil" y la echó del trabajo cuando la mujer se negó a cambiar el color de su pelo. Por la foto sabemos que la mujer tiene una imagen decorosa y pulcra, pero luce la media melena canosa, objeto del despido. Es decir, va limpia, arreglada, con una buena presentación para un trabajo de cara al público, su único problema es no tener una imagen de jovencita y, por tanto, mostrar al mundo la perversión de sus 52 cumplidos años. La cuestión puede parecer baladí, propia de la sociedad norteamericana, siempre tan activa en el arte de crear problemas esotéricos, pero, como es una tendencia que arrasa en todo el mundo, vale la pena analizarla con más detenimiento. No olvidemos, por ejemplo, que hace poco hubo un escándalo en la BBC porque diversas presentadoras muy conocidas fueron retiradas de la pantalla por su edad y sustituidas por jovencitas con cara de portada de revista. La primera pregunta que planteo es simple: ¿qué ha ocurrido para que se hayan invertido los términos de forma tan flagrante? Es decir, lo lógico sería que tuviera mayor credibilidad quien tuviera más años y, por ende, presentara más conocimiento del trabajo. Como también parecería lógico que no se sobrevalorara la juventud por encima de la experiencia. Sin embargo, estamos construyendo una sociedad que hipervaloriza la imagen joven como si ser joven no fuera un accidente de la edad, sino la cuna de todos los valores.

Por supuesto, creo que los jóvenes pueden trabajar muy bien, que deben tener oportunidades yque, en definitiva, son el futuro. Pero me resulta incomprensible que todo ello ocurra a base de tiranizar la imagen, despreciar la edad de las mujeres adultas e imponer el criterio que cuanto más aniñado es el trabajador (porque la cosa vale también para los hombres), más virtudes laborales tiene. Una sociedad que desprecia el valor de la experiencia y que no considera que una mujer de 52 años vale por lo que vale su conocimiento, sino por el tinte del pelo, es una sociedad muy enferma.

Porque la juventud es un gran activo de futuro, pero no puede ser la base de la solidez del presente, y mucho menos a costa de las franjas adultas. Dijo el filósofo y matemático Pitágoras de Samos: "Prefiero el bastón de la experiencia que el carro rápido de la fortuna. El filósofo viaja a pie". Sobre todo porque cuando va en bólido puede estrellarse.

14-VII-11, Pilar Rahola, lavanguardia