´Kant y cuántica en la playa´, Ferran Requejo

Dentro de la historia del pensamiento occidental, resultan fascinantes aquellos momentos en que algunos investigadores han reflexionado sobre los límites inherentes a cómo pensamos la realidad. Por una parte nos encontramos con las tesis y teoremas de limitación estudiados por la lógica contemporánea. Por otra parte, las mismas disciplinas científicas comportan limitaciones epistemológicas específicas. Aparentemente, parecería que cuando utilizamos cualquier lenguaje humano, este tuviera que resultar neutro con respecto al conocimiento que obtenemos. Pero desde hace tiempo sabemos que eso no es así. El mismo pensamiento, construido lingüísticamente, tiende a establecer trampas en los que queda atrapado. Aquello que nos permite conocer es al mismo tiempo uno de los límites de nuestro conocimiento. Kant es el filósofo de los "límites". Y también es uno de los "filósofos de la sospecha" sobre cómo los humanos pensamos el mundo. Como mínimo a tres niveles: 1) epistemológico, 2) moral y 3) político. Se basa en precedentes de autores anteriores en cada uno de estos niveles: Aristóteles, Montaigne y Hume en el primero, otra vez Hume en el segundo, y Hobbes en el tercero.

Centrémonos en el nivel epistemológico. En la sección sobre la "Dialéctica Trascendental" de su Crítica de la Razón Pura,Kant establece claramente la diferencia entre aquello que pensamos y aquello que conocemos. No podemos conocer todo aquello que pensamos. El conocimiento se limita a los "fenómenos". Cuando nos faltan referentes empíricos estamos condenados a pensar cosas sin poder conocerlas.

Sin embargo, nuestro cerebro nos induce siempre a pensar más allá de los fenómenos, en pensar sin conocer. Kant, en esta sección de la primera Crítica está prefigurando algunos de los "teoremas de la limitación" de la lógica moderna. Veamos algunos ejemplos. Siguiendo la estela de las paradojas lógicas señaladas por algunos filósofos estoicos de la Grecia antigua (si un cretense afirma que todos los cretenses mienten, resulta indecidible si esta frase se verdadera o falsa), en los años treinta del siglo pasado, Tarski demostró que la verdad de un sistema no resulta definible en su interior, sino que sólo eso puede hacerse desde el exterior. La verdad no es definible en el lenguaje del sistema en que estamos hablando sino a través de un lenguaje exterior a lo mismo (metalenguaje). Posteriormente, uno de sus discípulos, Arrow, estableció su famoso teorema de imposibilidad sobre la agregación de preferencias sociales. No hay ninguna solución de decisión colectiva, por ejemplo, las preferencias de los electores, que sea compatible con unas premisas intuitivas básicas. Gödel descubrió que en las matemáticas hay verdades que no son demostrables a partir de las premisas del sistema donde se incardinan (los sistemas formales no son cumplidos). En otras palabras, verdad y demostrabilidad no coinciden. Para más axiomas que añadimos a un sistema lógico nunca conseguiremos "completarlos" del todo (teorema de la incompletitud). El proyecto de Bertrand Russell y Whitehead de fundamentar lógicamente las matemáticas se convierte en un imposible. Todo eso no depende de las opiniones que tengamos sobre la ciencia o el mundo, sino que se trata de limitaciones lógicas internas de manera de pensar de nuestros cerebros, unos productos de la evolución de la vida en este planeta perdido, de una estrella vulgar, de una galaxia como tantas otras.

Por otra parte, Kant también sacó consecuencias del hecho que las categorías con las que pensamos el mundo son nuestros; no pertenecen al mundo. Eso también lo señala Niels Bohr cuando habla de la física contemporánea: "La física no describe la naturaleza, más bien describe el conocimiento humano sobre la naturaleza". Pero se trata de una aseveración que tiene implicaciones sobre las cuales tenemos que entender por "realidad física". El principio de incertidumbre de Heisenberg supuso una revolución conceptual en el mundo de la física cuántica: más que de realidad tenemos que hablar de mesurabilidad. No podemos medir con precisión simultáneamente la posición y la cantidad de movimiento de una partícula (o su energía y el tiempo que ha existido). Se trata de un principio que supone un límite a aquello que podemos y no podemos conocer del mundo microscópico, pero que también ha permitido explicar cosas que parecen "evidentes" pero que traían de cráneo a los físicos a principios del siglo pasado, por ejemplo, porqué el sol brilla (a partir de la fusión nuclear), los átomos existen (los electrones no se precipitan hacia el núcleo del átomo), o el suelo es sólido (a pesar de todo se compone de átomos que están casi"vacíos").

En fin, les explico estas cosas, a pesar de estemos en verano, para mostrar que resulta más razonable entender el mundo pasando por un escepticismo crítico ("elevándonos" al escepticismo, decía Hegel) que a partir de dogmatismos religiosos, políticos, filosóficos, o... basados en un cientifismo ingenuo. Al final, la potencia de las explicaciones científicas aumenta cuando se combina con el conocimiento sobre los límites de su propia estructura interna.

Quizás la imagen de la ciencia que nos da Niels Bohr no va demasiado desencaminada: "La ciencia es como lavar platos. Ponemos los platos en un fregadero sucio, los lavamos con un trapo sucio, y después aparecen limpios. En la ciencia utilizamos conceptos poco claros, que ponemos a prueba en experimentos poco claros, cuyos resultados transmitimos en campos aplicados poco claros. Sin embargo, a pesar de este proceso, mejoramos nuestra comprensión de las cosas". ¡Que tengan un buen verano!

29-VII-11, Ferran Requejo, catedrático de ciencia política en UPF, autor de ´Caminos de democracia´, L´Avenç 2010, lavanguardia