īPrimaveras y otoņos árabesī, Maria-Āngels Roque

Escribí hace unas semanas sobre las revoluciones en el Norte de Áfricay comentaba que, a pesar de las dificultades, pueden llegar a mejor puerto ya que no existe en esta región la conflictividad étnico-religiosa del Oriente Próximo. Se me puede argumentar que en Argelia se ha dado una guerra entre el Gobierno - el ejército-y los islamistas radicales, y que esta primavera las protestas no han sido del mismo calado de Túnez o Egipto. La sociedad argelina está exhausta por las muertes de ambos bandos. Bin Laden dio diez años de respiro a los dictadores que en Occidente eran vistos como un mal menor contra el terrorismo, no se hablaba de democracia en los foros internacionales. Los islamistas no tuvieron nada que ver con las revoluciones contra las dictaduras pero difícilmente se les podrá apartar en un escenario democrático.

Las revueltas árabes tienen un carácter nacional y en el Machrek coreaban: todos somos egipcios, sirios. Coptos, suníes, chiíes, alauíes, cristianos luchando por acabar con las dictaduras, tener democracia y con ella una mayor participación social y económica.

La sociedad siria revive de nuevo con Bashar el Asad los trágicos acontecimientos sufridos bajo el mandato de su padre entre 1976 y 1982. Pocos gobiernos se deciden por una intervención internacional a diferencia de Libia. Temen que se convierta en un nuevo Líbano. Las sociedades no son estáticas por lo que sus cambios e influencias son múltiples, pero las especificidades vienen modeladas por el peso de la historia. Los países árabes en sus últimos siglos han estado marcados por el imperio otomano, el colonialismo y la guerra fría. Panarabismo y panislamismo son movimientos surgidos a finales del XIX, están tejidos con diferentes mimbres pero ambos son fuente de reconocimiento. El panarabismo recoge mejor el concepto de estado pero tanto uno como el otro usan el rodillo de la uniformidad y muchas aspiraciones han resultado masacres. Pero este cuento también lo podemos aplicar en Europa. Acabamos de ver el integrismo nazi asesinando en Noruega.

El panarabismo tiene como origen la caída del imperio otomano, que comprendía el sistema millet o estatuto jurídico donde comunidades étnicas y religiosas se regían bajo sus propias normas y pagaban los impuestos al sultán sunita. Actualmente en los estados nacionales buena parte de estas comunidades continúan deprimidas aunque no siempre sean minoritarias. Los intelectuales y políticos sirios tuvieron un papel importante, cristianos y musulmanes de diversos ritos se unieron contra los otomanos para forjar la identidad árabe. Sati al Housri, (1880-1967) nacido en el Yemen de una familia siria suní originaria de Alepo, intenta valorar el aspecto cultural y lingüístico árabeyno confesional. De hecho fueron los Jóvenes Turcos que conoció en París los que sirvieron de modelo con su nacionalismo exacerbado y laico. El ortodoxo Michel Aflak y el también damasceno y suní Salah Bitar crearon en 1947 el partido socialista Baas (renacimiento) unidos por la cultura árabe y la laicidad, partido también de fuerte implantación entre el ejército en Iraq. Contrariamente, el estado islámico de los Hermanos Musulmanes se oponía al nacionalismo local y al nacionalismo árabe. Su visión era crear un estado islámico reagrupando todas las comunidades musulmanas del mundo. En la actualidad Al Qaeda, suní fundamentalista, se proclama panislámica desde Marruecos a Indonesia.

El panarabismo recibió un cierto apoyo formal británico en el discurso de A. Eden en 1941 y con la formación de la Liga Árabeen 1945, se expansionó con Nasser en Egipto en 1952, la Gran Siria, el Yemen, Libia. En 1963 el Baas tomó el poder en Siria apoyado por partidos de izquierda y en 1971 el alauí Hafez el-Assad, tras un golpe militar, dirige el país con mano de hierro enfrentándose a una oposición armada de facciones islamistas con las vanguardias combatientes y los hermanos musulmanes a la cabeza. Hafez-el Assad se decidió responder a la violencia de los islamistas con la del Estado y ahogar la revuelta en sangre durnte seis años. Así algunos pueblos y ciudades sirios fueron objeto de brutales castigos y sufrieron todo tipo de crueldades. Se perpetraron las matanzas de Hama, Alepo y Palmira. Las escritoras sirias Rosa Yacine y Manhal al Sharjah, desconocidas en Occidente, o el escritor egipcio Alaa al Aswani, best-seller mundial con El edificio Yacobian,cuentan tanto el horror como la pérdida de esperanza entre las revoluciones militares populistas de Nasser, Mubarak, Hafez el Assad, las minorías y los enfrentamientos radicales islamistas. Las novelas y los filmes nos cuentan las primaveras y otoños, historias reales que los regímenes no quieren explicar o que las ideologías rechazan.

 

31-VII-11, Maria-Àngels Roque, antropóloga del Institut Europeu de la Mediterrània (IEMed), lavanguardia