´Arrogancia, negación y rebajas´, Nomi Prins

s evidente que Estados E Unidos tiene un problema de deuda, como señaló Standard& Poor´s (S& P) el pasado viernes. Desde el estallido de la crisis financiera en otoño del 2008, la emisión de deuda estadounidense casi se ha duplicado, hasta el punto de que la deuda en circulación equivale al PIB nacional. En los últimos cinco meses, desde el primer aviso de S& P, el Congreso parece haber estado discutiendo sobre qué recortes hacer para reducir la deuda.

La semana pasada, aprobó una "no solución" que elevaba el techo de la deuda 2 billones de dólares hasta el 2012 y postergaba los detalles. La medida puso de manifiesto una lamentable lucha partidista. Yno sólo eso, sino que mostró un problema mayor. Más que servir a Washington de acicate para la reflexión pausada, la rebaja de la deuda por S& P ha dado una nueva oportunidad a los políticos para enzarzarse en complejas batallas.

En primer lugar, es irónico que esa misma agencia de calificación diera el visto bueno a 14 billones de dólares en activos tóxicos en los cinco años anteriores a la crisis del 2008 y contribuyera al desarrollo de la maquinaria de fabricación y dispersión global de Wall Street, con unas devastadoras consecuencias que aún perduran. En segundo lugar, Washington sigue sin entender ni admitir nada de todo eso. En buena medida aunque no sólo, Estados Unidos ha acumulado deuda por su decisión de subvencionar a Wall Street.

Los bancos, en el centro La deuda adicional se creó para ayudar a Wall Street, no a la economía productiva. Casi el 80% de los 4,4 billones de dólares de deuda nueva creada por el Tesoro desde la crisis financiera se ha vendido a través de los bancos, está en las cuentas de la Reserva Federal o se ha utilizado para reforzar diversos elementos del sistema bancario.

Casi con toda seguridad, la próxima ronda de deuda presentará la misma pauta. El Departamento del Tesoro emitirá bonos y una gran parte de ellos acabará en los balances de la Fed, sin hacer nada productivo por el grueso de la población. Luego veremos nuevas rencillas y acusaciones entre los partidos acerca de la razón de que la economía no crezca lo bastante deprisa. La situación seguirá así hasta las elecciones presidenciales del 2012.

Esto pasa en todo el mundo. Los gobiernos, bancos centrales e instituciones como el FMI siguen haciendo caso omiso de la primacía bancaria en la causa de la astronómica deuda mundial y emite más deuda a cambio de medidas de austeridad. Este método no ha funcionado, no funciona y no funcionará. Y hará que las economías en dificultades se tambaleen aún más.

Hace unos meses, Tim Geithner, secretario del Tesoro, se paseó por las televisiones para declarar que no había "ninguna posibilidad" de una rebaja de la deuda soberana estadounidense. Estaba, claro está, completamente equivocado. El pasado lunes, tras la rebaja y con el mercado de valores en caída libre, el presidente Barack Obama hizo una intervención pública para explicar que Estados Unidos era un país AAA al margen de lo que "diga alguna agencia de calificación".

Mientras Obama opinaba en su discurso que "siempre habrá factores económicos que escapen a nuestro control", la bolsa siguió cayendo. Parte de esa caída se debió a "razones técnicas". Las personas y las compañías piden prestado dinero para apostar en el mercado y aportan para ello garantías. Cuando el valor de sus compras (acciones) cae por debajo de cierta cantidad, se les pide que aporten nuevas garantías para seguir participando en el mercado. Si carecen de liquidez, deben vender acciones para reunirla, con lo que hunden más el mercado. Esas "peticiones de garantías" fueron la causa técnica del crac de 1929.

La otra razón de la caída fue la incertidumbre, que precipita la venta de valores para comprar bonos, y la reacción al hecho de que se diga lo que se diga no estamos en una recuperación económica sino en una depresión. En total, el índice Dow Jones cayó 633 puntos durante el primer día de operaciones tras la rebaja, y recuperó una tercera parte al día siguiente. Los mercados de todo el mundo también se hundieron.

Por el contrario, el mercado de deuda estadounidense ni se inmutó con la rebaja, lo que significaba que los inversores globales compraban, no vendían, bonos del Tesoro. Todo esto hace que el drama del límite de la deuda y las catastróficas consecuencias de las amenazas de Washington adquiera una perspectiva terrorífica. No olvidemos que los dirigentes estadounidenses también afirmaron que el cielo se nos caería sobre la cabeza si no rescatábamos y subvencionábamos a los bancos. Este alarmismo político sería ridículo si no tuviera funestas consecuencias para la población: una economía anémica incapaz de crear empleo y un sector bancario que flota sobre deuda.

¿Importa la rebaja de S& P?

Por lo que hace a infundir una mayor incertidumbre en el mercado respecto a la posibilidad de otra rebaja, un poco. Sin embargo, para Washington no significa nada. El Partido Republicano culpará a Obama de ser el causante de la rebaja por no haber reducido más el gasto. El presidente Obama y los demócratas actuarán a la defensiva y le quitarán importancia.

Por detrás de las pullas interpartidistas, sigue estando el hecho de que la deuda adicional no se creó para ayudar a la economía, sino para ayudar a Wall Street. Toda lucha política futura que pase por alto este hecho será incapaz de enfrentarse al problema económico más importante: la falta de puestos de trabajo y de crecimiento real en Estados Unidos y en todo el planeta.

La rebaja de S& P acertó un poco al tildar a Washington de "disfuncional". Sin embargo, al negar que hay más cosas que la rebaja, S& P sigue protegiendo sus acciones en la formación de la crisis y la reacción de Washington a ella: unos subsidios bancarios masivos y un proyecto de ley de regulación que ni siquiera dividió los bancos demasiado grandes para quebrar como hizo la ley Glass-Steagall de 1933 tras el dolor causado por los bancos cuando llevaron a la Gran Depresión.

Una reducción crediticia de un grado desdeAAA a AA+ no representa diferencia alguna para la capacidad productiva de Estados Unidos. En realidad, después de todo el alarmismo acerca de lo mucho más caro que sería pedir prestado a un interés más alto, el mercado de bonos subió con un suspiro de alivio al ver que la rebaja "había pasado", minimizando su coste.

¿Y la amenaza de que otros países se deshagan de los bonos estadounidenses? Aunque deberían hacerlo porque la política estadounidense sigue siendo la subvención del mercado financiero por medio de la creación de deuda, mientras el dólar se mantenga como divisa global dominante, los otros países prestarán a Estados Unidos comprando bonos. No quieren que su cartera estadounidense pierda valor. Además, hay en el mundo tanto riesgo que, por arriesgados que sean los bonos estadounidenses, representan una seguridad relativa. Lo cual no deja de ser una situación inquietante.

Obama afirmó: "Necesitamos puestos de trabajo y crecimiento". Sin duda. Pero los compromisos de austeridad no nos llevan hasta ahí. No llevarán a ningún país. Sí podría hacerlo una vuelta a la realidad. Obama también dijo: "Los estadounidense han atravesado la mayor crisis financiera desde la década de 1930 y lo han hecho con elegancia". Su afirmación es falsa: no hemos atravesado una crisis, seguimos estando en medio de ella. Y no hizo mención alguna al papel dual de Washington-Wall Street.

Enla década de 1930, el gobierno estadounidense tomó una firme decisión bipartidista de poner a los bancos en su lugar y separar sus funciones comerciales y de inversión de manera que no pudieran correr riesgos con el dinero ajeno; no se desvivió por Wall Street con préstamos baratos y deuda a costa de la ciudadanía, mientras se preguntaba por qué la deuda estaba tan alta.

Los estadounidenses deberían sentirse muy preocupados de que el Gobierno haya apoyado y siga apoyando a los bancos por encima de las personas endeudadas. El Departamento del Tesoro y la Reserva Federal siguen confundiendo a los ciudadanos al respecto. Y quienes pagan el pato son todos los habitantes de todo el mundo.

 

11-VIII-11, Nomi Prins, periodista residente en Nueva York, ha sido banquera de inversión en Goldman Sachs, Bear Stearns y Lehman Brothers, lavanguardia