´Posdemocracias´, Josep Maria Ruiz Simon

En 1935, el periodista George Dangerfield escribió una crónica del estrepitoso derrumbe del Partido Liberal de Reino Unido alrededor de la I Guerra Mundial. La obra llevaba un título de resonancias novelescas que, desde hace unos años, también identifica un grupo musical: The strange death of liberal England. Una de las novedades literarias del verano que termina también circula bajo un nombre que evoca el libro de Dangerfield: The strange non-death of neo-liberalism. Su autor, Colin Crouch, analiza un fenómeno relacionado con una rama poco frecuentada de la física política, la resistencia de materiales ideológicos. Y también podría haberlo titulado El curioso caso de la resiliencia del neoliberalismo.

Se tiende a pensar, por una especie de falsacionismo o popperianismo espontáneo, que las teorías y las ideologías fallecen cuando la realidad las pone en evidencia enseñando sus vergüenzas. Esta epistemología casi instintiva invitaba a pensar, cuando estalló la crisis financiera del 2008, que había llegado la hora de la resaca para la ola neoliberal. Pero ya no hay duda, viendo las políticas con las que los gobiernos responden de manera unánime a la situación, de que el neoliberalismo sigue teniendo una vitalidad entonces imprevisible. Crouch pone de manifiesto que la sorprendente buena salud de esta ideología tiene mucho más que ver con la posición de dominio alcanzada por los grandes grupos empresariales en la vida pública gracias al proceso de globalización de la economía y a las privatizaciones que con las presuntas bondades del adelgazamiento del Estado o de un supuesto pero inexistente libre mercado. Explica, en definitiva, que el neoliberalismo ha podido aprovechar la crisis que él mismo ha provocado para salir de ella políticamente fortalecido porque, desde hace mucho, los gobiernos han llevado a término políticas que han otorgado a las élites que dirigen estos grandes grupos una enorme capacidad de influencia. Un poder que les permite imponer como soluciones únicas a los problemas aquellas que creen que responden mejor a sus intereses.

Cuatro años antes de que comenzara la crisis, Crouch ya había escrito un breve ensayo, Posdemocracia (Taurus, 2004), en el que exponía cómo la progresiva asunción por parte de los gobiernos del programa de la globalización neoliberal y los nuevos vínculos entre la clase política y las élites económicas que iban de la mano de esta asunción disociaban las democracias de las políticas sociales distributivas que habían conseguido cargarlas de legitimidad y podían acabar convirtiéndolas en las pretendidamente amables fachadas formales de una nueva oligarquía. No puede descartarse que esta nueva función de las actuales democracias posdemocráticas explique tanto la reciente oleada democratizadora en los países árabes como el encallamiento político de los movimientos de indignados en las democracias ya existentes.

6-IX-11, Josep Maria Ruiz Simon, lavanguardia