´En familia no, gracias´, Miquel Molina

De un tiempo a esta parte, a los poderes públicos les preocupa que las actividades culturales tengan un carácter poco familiar. A los de derecha, y a los de izquierda, que ya han integrado el concepto de familia en su ideario. El último ejemplo viene de los conservadores: en Barcelona, desde CiU se ha expresado el deseo de que eventos culturales como el Grec "sean más familiares". Sin duda, la idea tendrá buena acogida. Cuando se montan espectáculos infantiles con calidad - y el tejido teatral, circense, musical de la ciudad está muy capacitado para ello-,el lleno está asegurado. Otra cosa es que favorecer lo familiar vaya en menoscabo de propuestas artísticas más arriesgadas o menos amables, una tendencia que, de adoptarse, empobrecería el discurso cultural.

Pero resulta llamativo que este mayor acceso de los niños a la cultura dependa de una decisión administrativa, antes que de la voluntad de las familias de hacer suya una programación que contiene siempre más obras para todos los públicos de las catalogadas como tales. La cartelera suele deparar sorpresas en ese sentido, aunque, por lo que se ve en las plateas, no parece que haya mucha gente interesada en descubrirlas. Películas, clásicos teatrales, danza contemporánea, exposiciones o conciertos pueden compartirse muy bien con los hijos, por poco que se dedique un tiempo previo a darles las claves de lo que van a ver. Una adecuada selección de este tipo de salidas puede ayudarles a dar un salto cualitativo en su formación. ¿Por qué apenas había niños en el concierto en el Grec de la orquesta de Wynton Marsalis, un músico que está considerado en EE. UU. el paradigma de lo children friendly?¿Oen los clásicos catalanes, rusos o italianos que programa a menudo el TNC, que son en sí mismos una escuela de teatro? ¿O en los espectáculos de danza contemporánea del Mercat, de apenas una hora, que estimulan la imaginación de los pequeños y les invitan a explorar las posibilidades del cuerpo?

Está extendida la idea de que las familias dimiten de la educación, delegando la responsabilidad en la escuela. Incluso ahora, cuando la justicia se obstina en reabrir la polémica de la inmersión lingüística, el debate gira sobre todo en torno al aprendizaje de la lengua en el aula. Como si no estuviera también al alcance de las familias influir en la competencia lingüística de sus hijos reforzando el idioma en el que flojean más. Por no hablar del auténtico lastre del sistema: el pobre nivel en lenguas extranjeras. Podemos desgañitarnos opinando sobre cómo conseguir el aprendizaje de tres lenguas y, seguramente, acabar culpabilizando del fracaso al gobernante. Para luego, en casa, tolerar que los pequeños vean la mayoría de las películas con doblaje. Como si fuera responsable, a la vista de las dificultades que atraviesa una escuela con los medios menguantes, renunciar a los beneficios educativos del cine o los libros en versión original. Como si los subtítulos fueran otro legado diabólico del Mayo del 68.

13-IX-11, Miquel Molina, lavanguardia