´Dependencia´, Sergi Pāmies

La tristísima agonía del mandato del presidente José Luis Rodríguez Zapatero permite revisar la diversidad de disparates cometidos. Cada uno tiene sus gustos, y al igual que los amantes del género de terror pueden preferir el horror de los zombis, las sierras mecánicas en manos de psicópatas o los monstruos viscosos, las víctimas del zapaterismo podemos establecer una jerarquía de sustos. Igual que en los mejores mercados, hay donde elegir. Personalmente, sin embargo, me quedo con la Ley de la Dependencia, quizá porque, durante tres días, caí en la trampa de pensar que podría acogerme a sus teóricos avances (no para mí sino para un familiar de noventa años totalmente dependiente). Por suerte, seguí el consejo de personas sensatas que me avisaron de que hacer la solicitud sólo me provocaría más frustración, más indignación y más impotencia.

No se equivocaban. Desde que se aprobó la Ley, con la idea de ayudar a personas dependientes y sus familias, se han ido conociendo incumplimientos en su aplicación, insuficiencias en las previsiones de los recursos presupuestarios, arbitrariedades en las concesiones, retrasos burocráticos y otras secuelas perversas que son el resultado de haber creído, con una deliberada irresponsabilidad, que todo es posible con el dinero de los demás. La idea de ayudar a las personas dependientes es excelente y necesaria, por supuesto. Pero aprobar una ley así sabiendo que no hay dinero para aplicarla era doblemente peligroso y ha provocado tres niveles de injusticia. Primero: una discriminación entre los que se acogieron a la ley cuando aún quedaba algo de pasta en la caja y los que llegaron inmediatamente después, perjudicados cuando se constató que el gobierno había aplicado principios de ciencia ficción a la realidad más vulnerable. Segundo: la angustia psicológica y económica de los familiares y las entidades colaboradoras, al descubrir, incrédulos, que la aplicación del nuevo sistema era imposible y, sobre todo, cruelmente injusta. Tercero: otro nivel de decepción entre la parte del electorado que confiaba que un gobierno socialdemócrata sería capaz de ser justo sin ser irresponsable, valiente sin caer en la demagogia y racional en lugar de buscar atajos suicidas.

Por culpa de la mala aplicación de esta ley, será muy difícil que ningún gobierno futuro se plantee corregir, reforzar y mejorar una idea similar, ya no por la dificultad económica que entraña hacerla viable sino porque siempre existirá el precedente de la frivolidad de Zapatero como referencia negativa. Ah, casi se me olvida: la Ley de la Dependencia se aprobó con los votos del PSOE y del… PP.

23-IX-11, Sergi Pàmies, lavanguardia