secuestros, mafias y terrorismos en el Magreb

Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) acabará siendo la autora del secuestro de tres cooperantes (dos españoles y una italiana) en el campamento saharaui de Rabuni la madrugada del sábado pasado. De momento sólo el Frente Polisario acusa directamente al grupo terrorista como responsable, mientras la cautela sobre la autoría tiñe las declaraciones oficiales de las distintos partes afectadas. AQMI acabará pagando los platos rotos o, más bien, aprovechando una oportunidad de oro de hacerse con un botín nada desdeñable para sus arcas.

Hasta ahora, sin embargo, los indicios apuntan a un ajuste de cuentas en la zona. El objeto de disputa: la droga que, desde que hace unos años cambió de ruta, entra por el ÁfricaOccidental francesa y acaba subiendo a Europa vía Marruecos.

De los réditos de la droga están beneficiándose desde los traficantes habituales hasta grupos ligados al extremismo islámico, pasando por los tuareg, hayan participado o no en la última rebelión contra los gobiernos de Mali y Níger.

Que el desierto no tenga puertas y sus fronteras sean de difícil control no obsta para que los negociantes de las arenas renuncien a su medio de vida más rentable. El tráfico de mercancías (armas y droga) y personas (emigrantes de camino hacia Europa y occidentales de paso por la zona o instalados en un aventurero retiro) es su más lucrativo medio de vida precisamente por su exhaustivo conocimiento del terreno.

Como el cine nos ha enseñado en numerosas películas, no conviene pisar el territorio del cappo de al lado, que es lo que parece haber ocurrido en este caso. Unos se quedan con la droga de los otros. Estos secuestran a tres miembros del Polisario de la tribu Reguibat fokra. Y, después, unos saharauis y mauritanos se llevan a tres europeos para intercambiar fichas. ¿El cambista? Al Qaeda en el Magreb Islámico, a cuyas manos irían a parar los secuestrados. El pago del rescate compensaría el precio de la droga perdida. Este es. basándonos en la información obtenida, el guión de los hechos y de lo que previsiblemente puede ocurrir.

Si ya cuando un ciudadano occidental viaja por los países llamados en desarrollo suele ser visto como un billete con patas, en áreas en conflicto, sea del tipo que sea, se ha convertido en fuente de ingresos, para todos, y en instrumento de propaganda para grupos armados con reivindicaciones varias. Da igual que sean rebeldes tuareg que extremistas islámicos.

Al Qaeda ya se preocupó de legitimar el dinero procedente del tráfico de droga, de secuestros y cualquier otra actividad delictiva. Los grupos armados más radicales lo consideran lícito porque el destino que se le da, la lucha contra el infiel, lo vuelve inmaculado.El Chino, personaje clave en los atentados del 11 de marzo en Madrid, era un traficante de droga, entre otras cosas.

Una tez clara, un cabello poco o nada ensortijado y una forma de vestir que contrasta, si no chirría, con la de la población autóctona son luces de alarma. Indican que hay alguien por quien se puede conseguir réditos muy elevados. Y que hará de altavoz de su ideario - si así se le puede considerar-y le permitirá ganar puntos ante su líder.

Si todos fueran hombres de buena voluntad nada debería importar el color de la piel o ir vestido de tal o cual manera pero financiar la lucha armada en el desierto es caro y mantener la atención en los medios de comunicación se ha hecho cada vez más difícil.

Al Qaeda, coinciden los expertos, no tiene capacidad para actuar en Europa o en Norteamérica. Le queda el extrarradio. Como el campamento de refugiados de Kenia del que fueron secuestradas dos cooperantes españolas. O el desierto del Sáhara y el Sahel en África.Allí están en su elemento y pueden jugar con un as en la manga. Puesto que nosotros no lo tenemos, habrá que desarrollar otra estrategia o llevar la partida a nuestro terreno.

25-X-11, I. Ramos Rioja, lavanguardia