´La paradoja de la elección´, Fernando Trías de Bes

Habrá notado el lector que en estos últimos tiempos se lanzan menos productos, el número de variedades de las marcas se ha reducido y que en los comercios y puntos de venta hay, en general, menos surtido. Podría pensarse que un abanico menor de opciones, sea a lahora de consumir, comprar, invertir o incluso votar se traduce en una disminución de bienestar.

Pues no está tan claro. El psicólogo y profesor Barry Schwartz argumentó en su libro The paradox of choice (2004), que el silogismo “más libertad es más bienestar”, “más opciones es más libertad” y, por ende, “más opciones es más bienestar” no es necesariamente cierto. A priori, un mayor abanico de posibilidades es positivo y aumenta el bienestar de los ciudadanos, pero si el número de alternativas cruza cierto umbral se producen una serie de efectos nocivos. Y si ese umbral se sobrepasa en exceso, los inconvenientes pesan más que las ventajas, produciéndose la llamada paradoja de la elección: que el aumento de las posibilidades al alcance de nuestra mano arroje un saldo final negativo.

El primero y más obvio de estos problemas es el aumento del tiempo precisado para realizar la elección. Un simple ejemplo: en los años noventa se vaticinó que los supermercados pequeños y medianos de las ciudades pasarían a peor vida ante el magnífico surtido de los grandes hipermercados. Sin embargo, se produjo lo contrario. Los supermercados le ganaron la partida a los hipermercados, entre otras cosas, porque el tiempo que se precisa para encontrar los productos de la lista de compra ha aumentado hasta niveles exasperantes: ¿cuántas ideas y venidas hay que realizar a veces a lo largo del lineal porque no localizamos lo que sabemos que se encuentra ahí pasando incluso varias veces por delante? Mucha gente prefiere comercios con menor surtido pero donde pueda tomar sus decisiones con agilidad.

Un número muy elevado de opciones para elegir produce también parálisis. Veamos el siguiente experimento: se expuso a alumnos universitarios a la posibilidad de mejorar nota escribiendo un ensayo sobre un tema. A un grupo se le brindaba seis posibles temas a elegir y a un segundo grupo, treinta posibles temas. El número de alumnos que escribían el ensayo libre era significativamente superior en el primer grupo. Escoger entre seis posibilidades era sencillo. En cambio, escoger entre treinta llevaba a la parálisis, es decir, a posponer la decisión una y otra vez hasta abandonar la propuesta. Este experimento se ha ratificado con colectivos de toda índole y en variadas situaciones y ámbitos.

Otro curioso efecto: un número de opciones a elegir demasiado elevado desemboca en una insatisfacción que a menudo no sabemos explicarnos muy bien por qué sentimos. El motivo es el siguiente: si en un comercio de ropa me enfrento a una treintena de modelos de tejanos posibles, infiero que mi decisión es potencialmente óptima. Daremos por sentado que entre treinta modelos de pantalón debe de haber uno que nos siente a la perfección. En consecuencia, si no alcanzo esa perfección, la responsabilidad es mía por no haber sabido atinar. Ello eleva nuestro nivel de autoexigencia y, por tanto, de nuestra ansiedad. Lo triste es que nos culpamos o angustiamos por tratar de lograr un resultado perfecto en realidad inexistente porque la perfección, como se sabe, no es de este mundo.

Si, por el contrario, hubiese sólo cinco tejanos a elegir, nos quedaríamos el que más nos gustase, asumiríamos que no había nada mejor y nuestra satisfacción no se vería apenas afectada: “había lo que había y, en base a ello, he escogido”. El pantalón puede no satisfacernos plenamente, pero en este caso sí tenemos la seguridad de haber escogido la mejor opción posible. La paradoja es total: incluso con una prenda menos atractiva, nos sentiríamos mejor en el segundo caso.

Esto lo hemos observado en nuestros hijos, una generación continuamente insatisfecha con lo que elige y que, una vez ha escogido, desea constantemente cambiar su elección. Eso se debe a que nuestros hijos han “gozado” de un exceso de opciones al alcance de su mano. Un niño ante un inmenso escaparate de juguetes aquien se brinda la posibilidad de elegir, está sometido a tal avalancha de posibilidades que, tras decantarse por algo concreto desvía la atención hacia la
cantidad de cosas descartadas y que, por tanto, se está perdiendo.

NIÑOS INSATISFECHOS
Las virtudes de la opción elegida pasan a un plano ignorado. Por eso muchos niños se sienten permanentemente
insatisfechos, irascibles y modifican una y otra vez sus decisiones para desesperación y preocupación de los padres. Hagan la prueba: expongan un día a suhijo a elegir sólo entre dos opciones y verán cómo su satisfacción es mayor, sus dudas son menores y esa sensación de pérdida se desvanece.

Otro paradójico efecto de tener que elegir entre un número muy elevado de opciones es que se multiplican los factores a considerar, introducimos demasiadas variables en la ecuación y cometemos más errores. La electrónica de gran consumo, con su fabulosa gama de variaciones, es un claro exponente de este efecto. Imaginemos que uno va a comprar un reproductor de DVD.

Se acude a la tienda con una idea predeterminada de lo que es importante pero, tras explicarnos el amable dependiente las virtudes de veinte modelos de DVD, uno sucumbe a su criterio inicial. A veces, incluso, ya fuera de la tienda, hay que esforzarse por recordar por qué motivo se eligió el modelo en cuestión y uno se da cuenta con estupor que el criterio final de compra no tiene apenas relevancia para él. El excesivo surtido provocó que sus prioridades y criterios propios se difuminasen.

En fin, que la crisis, siendo negativa, también tiene sus ventajas. En este caso, gracias a la paradoja de la elección.

25-IX-11, Fernando Trías de Bes, lavanguardia