´Si no te mueres de risa´, Quim Monzó

Ayer, de madrugada, en París unos encapuchados tiraron proyectiles contra las oficinas del semanario satírico Charlie Hebdo,en el número 62 del bulevar Davout. Un molotov entró por la ventana y empezó el incendio. Las llamas lo han devastado todo y el local ha quedado inservible. Previamente había habido amenazas en Twitter y en Facebook, y unos hackers habían entrado en la web de la revista.

¿El motivo? Que en el número de esta semana Charlie Hebdo habla de las elecciones en Túnez, que han tenido como resultado la victoria de los islamistas moderados. ¿Qué puede haber indignado a los fanáticos? Pues que el editorial lleva por título "Aperitivo halal". O que, sobre la cabecera de Charlie Hebdo,han puesto una franja roja donde se lee "Charia Hebdo", siendo charia la palabra francesa por charía, la ley islámica que regula las actividades públicas y privadas de todo musulmán y que pasa bastante de los derechos del hombre y de la mujer. En esta misma franja se explica que esta semana, por los motivos indicados, Mahoma es el redactor jefe invitado. Mahoma, evidentemente, aparece en primera plana: con turbante, simpático y sonriente mientras dice: "Cien latigazos si no te mueres de risa".

Que cosas como esas desencadenen ataques como el que sufrió ayer Charlie Hebdo demuestra hasta qué punto el diálogo con los bárbaros es imposible. Indigna la impunidad con que actúan en Europa sin que nadie les pare los pies. Hace cinco años el periódico danés Jyllands Posten fue objeto de ataques - ¡por unas caricaturas!-y Charlie Hebdo,que las reprodujo, sufrió también las consecuencias. Para tener claro de qué tipo de gente estamos hablando basta recordar los atentados que, en nuestro país, durante la transición, sufrieron muchas revistas, con aquella bomba en la redacción de El Papus como culminación de la barbarie. Basta establecer los paralelismos evidentes para tener claro que tanto unos como otros son, pura y simplemente, fascistas. Que aquellos llevasen camisa azul y estos turbante es un puro detalle indumentario.

Todo eso es indignante y también lo es que los bárbaros encuentren en nuestra sociedad la acogida y la comprensión de muchos buenistas que, si se te ocurre criticar esas carnicerías, lo primero que hacen es decirte que no todos son iguales y que los hay fanáticos y bondadosos. Eso es lo primero que hacen, porque lo segundo es llamarte racista. Es la coartada perfecta: todo el mundo tiene que callar la boca y la ironía, uno de los valores más altos de esta mínima libertad que nos ha costado siglos conseguir, queda prohibida de facto porque si se enfadan te tiran un molotov y te vuelan la redacción para los aires, mientras un coro de papanatas, vestidos de negro como en las tragedias de Sófocles, levanta el dedo índice y te riñe: "Ya te advertimos que tenías que ser más respetuoso con su cultura".

3-XI-11, Quim Monzó, lavanguardia