ŽEl futuro de EgiptoŽ (II), Fawaz A. Gerges

Los Hermanos Musulmanes (2)

Cuando los egipcios acudan a las  urnas para elegir al primer Parlamento libre después del derrocamiento de Mubarak, todas las miradas en casa y en el extranjero observarán atentamente la marca electoral obtenida por los Hermanos Musulmanes y su cuota de escaños parlamentarios. Mito y realidad se entrelazan en lo relativo a los Hermanos Musulmanes y las opiniones de la organización se polarizan según las perspectivas ideológicas correspondientes.

Desde su creación por un carismático profesor de árabe y predicador de 22 años de edad llamado Hasan al Banna, en la ciudad de Ismailia, al este de El Cairo, los Hermanos Musulmanes han pasado de ser una organización orientada a los jóvenes a un movimiento político de amplia base social. En los años cuarenta, cincuenta y sesenta, los Hermanos Musulmanes se situaron en la semiclandestinidad. Su aparato secreto,una red paramilitar, perpetró asesinatos y ataques armados contra rivales políticos y civiles. Los sucesivos gobiernos egipcios reprimieron brutalmente a los Hermanos Musulmanes, lo que culminó en una campaña sistemática a cargo del presidente panárabe nacionalista Gamal Abdel Naser para desmantelar la organización y derrotarla.

Miles de miembros de base fueron encarcelados y torturados y sus jefes ejecutados. Entre ellos, Sayyid Qutb que, después de su ejecución en 1966, se convirtió en el principal guía ideológico y teórico de los militantes islamistas, de tal modo que su figura ejerció una profunda influencia sobre Osama bin Laden y Ayman al Zauahiri.

Ese periodo oscuro y sangriento llegó a su fin en la década de 1970, cuando los líderes de los Hermanos Musulmanes renunciado a la violencia e instauraron una estrategia de participación política. Sin embargo, el enfrentamiento violento entre los dos grandes movimientos políticos - nacionalismopanárabeypanislamismo-en los años cincuenta y sesenta dio pie a un distanciamiento histórico aún sin salvar. La división actual entre los sectores laico y religioso pone de manifiesto que las viejas heridas aún no han sanado.

La amarga herencia de cárcel, persecución y humillación dejó hondas cicatrices en la memoria, evolución y desarrollo de los Hermanos Musulmanes. Entre la vieja guardia o primera generación (sector coherente e influyente aunque menguante, cuyos miembros pasaron al menos una década en las mazmorras de Naser), persiste un sentimiento de haber sido víctimas, haber sufrido dilatados padecimientos y ser objeto de desconfianza permanente de parte del mundo exterior.

Después de su puesta en libertad por el sucesor de Nasser, Anuar el Sadat, en la década de 1970, estos veteranos de signo conservador se centraron en la reconstrucción y reconstitución de sus redes sociales y en el logro y crecimiento de legitimación. Dieron preferencia a la supervivencia, la cohesión social y la unidad sobre la transparencia política y rendición de cuentas.

En la actualidad, el monopolio de la vieja guardia topa con el desafío procedente de una nueva generación de sectores pragmáticos, titulados universitarios que se sumaron a los Hermanos Musulmanes en la década de 1970. Los pragmáticos se encuentran mucho más cómodos con la modernidad y la política pluralista que sus mayores que se opusieron a las reformas internas para democratizar el proceso de toma de decisiones y abrirse al exterior.

A lo largo de años he entrevistado a miembros de ambas generaciones y la diferencia entre ellas es notable en términos de sensibilidades, visión del mundo y nivel de formación. Insistiendo como así hacen en la lealtad absoluta y en el secreto, los miembros de la vieja guardia - tales como Mamud Izzat, secretario general y al cargo del control de las finanzas de los Hermanos Musulmanes y de sus secretos; Mohamed Akif, ex muftí del movimiento y guía general y Mohamed Badie, guía general actual-carecen de la visión intelectual y política necesarias para transformar la organización en un partido político abierto y moderno.

En cambio, los miembros de la generación de 1970 - como Essam el Arian, vicepresidente del Partido de la Libertad y la Justicia y la ley y titulado en derecho y medicina, y Abdel Moneim Abul Futuh, médico de profesión y ex miembro del más alto nivel de dirección de los Hermanos Musulmanes, el cuerpo ejecutivo que marca las directrices políticas de los Hermanos Musulmanes-son figuras de carácter abierto y progresista. Profesan un auténtico compromiso con una sociedad abierta y un gobierno representativo. Algunos expresaron una crítica mordaz de la vieja guardia por sus formas autocráticas y han prometido desafiar el statu quo en cuanto se produjera una fisura en el cerrado sistema político del régimen de Mubarak.

El equilibrio de poder se ha ido desplazando a favor de los pragmáticos y la expulsión de Mubarak acelerará la transición intergeneracional. Abul Futuh constituye un ejemplo de ello. Ha decidido proponerse para la presidencia en contra de los deseos de la dirección de los Hermanos Musulmanes y ha presentado su renuncia a la organización.

En los últimos cinco años, las diferencias intergeneracionales en el seno de los Hermanos Musulmanes han salido a la luz en un abierto desafío de los jóvenes egipcios frente a las prácticas autoritarias de los veteranos ultraconservadores. Los jóvenes del movimiento de los Hermanos Musulmanes han utilizado internet, los blogs y Facebook para criticar a sus mayores y han apelado a la democratización de su movimiento como condición previa para construir un Estado civil pluralista en Egipto. La visión de este sector juvenil del movimiento, que representa el subsector principal de la organización, se acerca en mayor medida a la de sus homólogos progresistas y nacionalistas que a la de sus mayores de signo conservador, como ha quedado de manifiesto durante los últimos diez meses. Frustrada por el liderazgo cerrado y autocrático del movimiento, una parte del sector joven ha creado cuatro partidos a iniciativa propia, para ser expulsada inmediatamente de la organización a causa de su desobediencia.

Signo en realidad saludable, la brecha intergeneracional e ideológica muestra claramente que los Hermanos Musulmanes no es un monolito petrificado en el tiempo y el espacio. Nada más lejos de la realidad. Crecientemente hay más pruebas de que los líderes de los Hermanos Musulmanes reaccionan a las presiones internas y externas y son receptivos a la opinión pública. En la última década se han esforzado en clarificar que aceptan las reglas de la política y que no desean instaurar un Estado religioso o teocrático, según el modelo iraní.

"Construiremos un Estado de carácter civil con referencias islamistas", ha declarado el jefe del Partido de la Libertad y la Justicia, Mohamed Mursi, al embajador de Francia en El Cairo. Los Hermanos Musulmanes, haciendo gala de madurez durante las protestas contra Mubarak, han permanecido en la penumbra por miedo a alarmar a los egipcios y a las potencias occidentales. No reclaman derecho de propiedad sobre la revolución.

Con el viento en contra (y 3

Al paso que aumenta la preocupación  por la agenda que puedan impulsar los Hermanos Musulmanes en Egipto, los dos máximos dirigentes del Partido Libertad y Justicia, Mursi y El Arian, han recalcado que si ganan formarán un gobierno de unidad nacional con otros partidos. Insisten en que el partido "entregaría el poder si perdemos", ya que la opinión pública no tolerará más la dictadura. El Arian prometió que el partido no incorporaría cierta terminología la Constitución para demandar explícitamente que toda la legislación cumpla con la ley islámica, la charia. El artículo 2 de la Constitución ya establece que la "principal fuente de legislación es la jurisprudencia islámica".

Los Hermanos Musulmanes han sido denunciados por ser muy antiisraelíes y antiestadounidenses. Los partidarios de la línea dura en EE. UU. están haciendo sonar la alarma: si los Hermanos Musulmanes subieran al poder en Egipto, "sería desastroso para la seguridad de Estados Unidos", ha advertido Leslie Gelb, presidente emérito del Consejo de Relaciones Exteriores, quien fue funcionario de alto rango en los departamentos de Estado y de Defensa. "Sería ilusorio tomarse al pie de la letra las protestas de fe democrática de los Hermanos Musulmanes", agregó.

La cruda realidad es que la retórica de los Hermanos Musulmanes sobre Israel y sobre la política exterior de Estados Unidos no se diferencia mucho de las de quienes son su contrapartida, las fuerzas nacionalistas y de izquierda. Egipcios de todos los colores y tendencias notan que su país debe reivindicar su papel de liderazgo en el contexto árabe y oponerse a la opresión de Israel sobre los palestinos. De modo creciente, los egipcios cuestionan la utilidad del tratado de paz de Camp David con Israel, aunque pocos apelan a su derogación. Más del 70% de los egipcios recientemente encuestados por el Instituto Internacional de la Paz - Nueva York-han declarado su preferencia por mantener el acuerdo de paz con Israel, conclusión corroborada en un sondeo efectuado por el destacado Centro Al-Ahram para Estudios Políticos y Estratégicos de Egipto.

Del mismo modo, aunque los líderes de los Hermanos Musulmanes apelan a la revisión de los acuerdos de paz, hacen hincapié en que no adoptarían ninguna decisión unilateral susceptible de poner en riesgo la seguridad nacional y añaden que, por el contrario, someterían la decisión al respecto a la voluntad del pueblo. Lejos de mostrar una actitud provocadora y temeraria, los Hermanos Musulmanes dicen que respetarán los tratados diplomáticos firmados por Egipto, una clara señal de realpolitik. Los Hermanos Musulmanes ansían el reconocimiento de las potencias occidentales y la comunidad internacional. Líder religioso y candidato presidencial afiliado al movimiento en cuestión, Hazem Abu Ismail dijo al canal de televisión CBC que aunque él personalmente era contrario al tratado de paz, en calidad de líder no lo derogaría ni haría la guerra a Israel.

"No reconocemos a Israel, pero no vamos a luchar contra ellos", dijo el ex guía general Akif. "Sus asuntos no nos conciernen, ni tampoco la política interna palestina. Mi principal preocupación es la superior causa islámica". Así concluyó Akif en un comunicado ilustrativo de la magnitud del cambio de actitud de los Hermanos Musulmanes hacia Israel.

Durante más de cuatro décadas, los líderes de los Hermanos Musulmanes se esforzaron por entrar en el espacio político y ganar un estatus legal. Aprendieron el arte del compromiso y el pragmatismo a través de las dificultades y persecuciones. La ideología queda en un plano secundario con respecto a los intereses y prosperidad política del movimiento. Más que nunca, su mensaje apunta a diversos electorados y grupos de interés, señal de un cambio ideológico. De hecho, sus oponentes laicos critican a los líderes del movimiento por ser demasiado oportunistas y maquiavélicos, demasiado dispuestos a alinearse incluso con el régimen de Mubarak y ahora con el estamento militar de Egipto con tal de promover sus propios intereses. En el mismo sentido, los militantes islamistas, como el líder de Al Qaeda Al Zauahiri, han acusado duramente a los Hermanos Musulmanes de sacrificar la ideología religiosa y la pureza del mensaje en el altar de una agenda política condenada al fracaso.

Los Hermanos Musulmanes han sido incapaces y han estado poco dispuestos a desembarazarse de la herencia ideológica. A diferencia de los islamistas turcos y tunecinos, los Hermanos son alérgicos a los términos laico y laicismo, que consideran antiislámicos. Tras dar la bienvenida al primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan en Egipto en septiembre, la acogida de los Hermanos Musulmanes se volvió hostil cuando dijo que la religión puede convivir con un Estado laico. "Confío en que haya un Estado laico en Egipto", dijo Erdogan, un musulmán devoto. Un portavoz de los Hermanos Musulmanes acusó a Erdogan de inmiscuirse en los asuntos internos de Egipto.

Especialmente alarmante resulta la postura de los Hermanos Musulmanes con relación a las mujeres y las minorías, una postura basada en motivos de índole religiosa por parte de la vieja guardia. Tales interpretaciones religiosas se enarbolan selectiva y caprichosamente para sostener que las mujeres y los cristianos coptos no pueden ser completamente iguales ante la ley, no pueden ocupar el cargo de la presidencia ni ser magistrados. Aunque esta posición es controvertida dentro de la propia organización entre los pragmáticos y los hermanos jóvenes, es síntoma de una importante dificultad interna del movimiento. De hecho, el movimiento no ha presentado ideas y conceptos originales ni programas socioeconómicos y políticos bien definidos. Lamentablemente, el cuerpo de los Hermanos Musulmanes ha crecido a un ritmo mayor que su cerebro.

El desafío a que hace frente el movimiento no reside en obtener una parte considerable de los escaños parlamentarios, sino en gobernar con eficacia y ofrecer soluciones a las crisis estructurales de Egipto. Egipto está casi en bancarrota, con un 40 por ciento de la población que vive con menos de 2 dólares al día. El país sufre un paro a gran escala y el índice de alfabetización es uno de los más bajos del mundo árabe. Las frágiles instituciones de Egipto deben ser laboriosamente reconstruidas, aunque en medio de un problemático consenso sobre el futuro del país. Por lo demás, ¿qué hacer con el creciente apetito de los militares por la política?

De forma reiterada en las últimas dos décadas, la capaz maquinaria política de los Hermanos Musulmanes ha demostrado su valía y eficacia. Frente a grandes dificultades representadas por la represión política, los equipos de campo de la organización consiguieron que los miembros votaran casi al cien por cien.

Si los Hermanos Musulmanes obtienen una mayoría y forman un gobierno, habrán de contentar a sus electores. Dada la magnitud de los problemas de Egipto y la falta de planes claros y articulados para la creación de empleo para reactivar la economía por parte del movimiento, la verdad es que tienen el viento en contra. Si el movimiento fracasa, sus lemas electorales - "El islam es la solución" y "Somos lo mejor para Egipto"-se volverán contra ellos en venganza.

24/25-XI-11, F. A. GERGES, director del Centro de Oriente Medio en la London School of Economics. Autor de ´Auge y caída de Al Qaeda´ (Oxford University Press, 2011), lavanguardia