´Champús anticaspa´, Sergi Pàmies

Semana marcada por el sorteo de la lotería y por el reparto de las carteras ministeriales. Televisivamente son dos géneros clásicos, que muchos interpretan como un déjà vu casposo anclado en el pasado. La pedrea ministerial merece un tratamiento audiovisual que evoluciona a paso de tortuga. En manos de un presidente bocazas, la previa se eterniza. Cada medio de comunicación busca reafirmarse en la proporción de aciertos buscando futuras influencias. La televisión no puede abusar tanto de la especulación y debe limitarse a hechos consumados y al protocolo de los juramentos y las consultas con el Rey, y eso se traduce en imágenes de hombres y mujeres aparentemente importantes sonriendo y felicitándose. La lotería, en cambio, es otra historia. El periodista no practicante y megaproductor televisivo Jordi Bosch contaba que, hace unos años, la empresa Gestmusic mantuvo negociaciones con los directivos de la lotería para cambiar la presencia telegénica del sorteo. En lugar de reafirmarse en el anacronismo antropológico, la sordidez de según qué imágenes y una esclerosis conceptual evidente, proponían transformar el acontecimiento en un show dinámico y moderno. Pero, en el último momento, la apuesta renovadora se frenó por exceso de prudencia y se mantuvo un clasicismo que, por otra parte, funciona.

El sorteo del gordo debe de contener una de esas señas de identidad inconfesables del alma colectiva que impiden una evolución racional. Otro ejemplo: los desfiles militares. No han evolucionado y no creo que Gestmusic pudiera cambiarlos (aunque imagino una posible alternativa, con un jurado formado por Risto Mejide, Àngel Llàcer, José Luis Moreno y Santiago Segura comentando los uniformes y la marcialidad de cada compañía, criticando ferozmente el pelaje de la cabra de la Legión, con concursos de SMS para adivinar el orden de aparición de los diferentes ejércitos). En cuanto al uso omnipresente del concepto caspa aplicado a este tipo de movidas, nació como una interpretación crítica presuntamente corrosiva, pero, con el tiempo, ya forma parte del género. La contradicción radica en que, por un lado, la lotería es un acontecimiento lo bastante popular para tenerlo en cuenta, pero, por otro, ofende los principios estéticos y éticos de una parte del periodismo que, a veces, cae en el esnobismo vintage o freak.Repetir que una determinada actividad humana es casposa no ha cambiado en nada la realidad criticada, pero sí logrará que, muy pronto, los que utilizamos el adjetivo casposo acabemos siendo, conscientemente o no, cada vez más casposos. Las empresas de champú anticaspa deberían aprovechar este fenómeno para, en días como el jueves, reforzar sus campañas.

De las imágenes de la espumosa y efervescente alegría ganadora y de las frases tópicas que expresan la euforia del momento, tampoco podemos fiarnos. Hace años que los fotorreporteros nos descubrieron que, cuando llegaban al lugar de los hechos, a veces llevaban las botellas de cava para que la foto fuera más espectacular. Los que han ganado un premio están tan contentos que colaboran y participan en la construcción artificial de una imagen aparentemente real y espontánea. Con los años, la comedia más o menos preparada se convierte en gesto que imitar y, sin saberlo, los ganadores repiten el ritual con una naturalidad auténtica. De manera que, al final, ya no sabemos qué es espontáneo, artificial, casposo o anticasposo.

24-XII-11, Sergi Pàmies, lavanguardia