´Japón: seguridad energética con alta dependencia externa y desnuclearización progresiva´, Pablo Bustelo

 

Japón: seguridad energética con alta dependencia externa y desnuclearización progresiva (DT)

 

 

Pablo Bustelo
DT 20/2011 - 21/12/2011

 

 

 

Tema

Este Documento de Trabajo analiza las posibles repercusiones del accidente de Fuskushima de marzo de 2011 y de la desnuclearización progresiva de Japón en la seguridad energética de un país con una muy elevada dependencia externa.

Introducción

Japón es un actor muy importante en los mercados energéticos mundiales: cuarto mayor consumidor de energía, primer importador de gas natural, carbón y derivados del petróleo y tercer mayor importador de crudo. La razón principal es que no posee apenas recursos propios, por lo que debe importar más del 80% de la energía que consume[1].

Otra característica destacada del país es su alto grado de eficiencia energética. Con el 12% del producto bruto mundial, realiza sólo el 4% del consumo global de energía primaria. Su intensidad energética (consumo de energía primaria por 1.000 dólares de PIB) es de 0,10 toneladas de equivalente de petróleo (tep), la más baja del mundo, con la única excepción de Suiza (0,09 tep). Otro rasgo más es la importancia que ha tenido, hasta fechas muy recientes, la energía nuclear: Japón ha sido el tercer mayor productor y consumidor mundial de energía nuclear, superado sólo por EEUU y Francia. En 2010, la energía nuclear representó el 26% de la electricidad generada.

El grave accidente registrado en marzo de 2011 en la central nuclear de Fukushima Daiichi ha tenido importantes repercusiones nacionales e internacionales. En palabras de un informe reciente de la Energy Information Agency, de EEUU, “las explosiones en la planta nuclear japonesa de Fukushima Daiichi tras el terremoto y el tsunami de marzo de 2011 pueden tener implicaciones a largo plazo para el futuro del desarrollo de la energía nuclear mundial en general. Incluso China –donde se han anunciado grandes aumentos en la capacidad nuclear...– ha indicado que paralizará la aprobación de los nuevos reactores hasta que el regulador nuclear del país complete una amplia revisión de seguridad, un proceso que podría durar tanto como un año entero. Alemania, Suiza e Italia ya han anunciado planes para eliminar progresivamente o cancelar todos sus reactores existentes y futuros, lo que indica que cabría esperar alguna desaceleración en el crecimiento de la industria nuclear global” (EIA, 2011, p. 88).

Pero no es sólo la industria nuclear global la que se ha visto afectada por el accidente de Fukushima. Los cambios previsibles en la estrategia energética de Japón, que seguramente consistirán en el abandono de la decidida opción nuclear anterior, tendrán repercusiones internacionales: “el tamaño de la economía japonesa y su escasez de fuentes internas de energía significan que los cambios en el consumo de energía de Japón tendrán que hacerse en los mercados mundiales y que tendrán implicaciones para la disponibilidad y el precio de esas fuentes de energía en otros países” (Meltzer, 2011, p. 1).

Este texto es una actualización de la primera parte de un documento de trabajo publicado por el autor en 2008 sobre las estrategias de seguridad energética en Japón y Corea del Sur (Bustelo, 2008). Se divide en cuatro secciones. En la primera se resalta el peso de Japón en los mercados energéticos internacionales. En la segunda parte se resumen las estrategias energéticas pre- y post-Fukushima, en el entendimiento de que la nueva estrategia del país no estará disponible hasta bien entrado el año 2012, por lo que sólo cabe hacer, por el momento, previsiones sobre la base de las declaraciones gubernamentales. En la tercera parte del texto se exponen las implicaciones principales del accidente de Fukushima y de la nueva estrategia energética del país para su seguridad energética, en aspectos como el acceso a los recursos, el coste del abastecimiento, las emisiones de gases de efecto invernadero o la seguridad pública. Finalmente, en la cuarte parte se comentan las posibles enseñanzas para países en condiciones similares.

(1) La importancia de Japón en el escenario energético internacional

Japón es el cuarto mayor consumidor mundial de energía primaria, detrás de China, EEUU y Rusia. Es un país particularmente eficiente (Stewart, 2009; Tanabe, 2011), pues con un PIB que suponía, en 2009, el 12% del total mundial, realizó sólo el 4% del consumo mundial de energía primaria. Su intensidad energética (CEP/PIB) fue en ese año de 0,10, frente al 0,18 de media en la OCDE, al 0,19 de EEUU, al 0,30 de Corea del Sur o al 0,77 de China (véase la Tabla 1).

Tabla 1. Japón en el escenario energético internacional (2009)

 

PIB

 

Prod En (1)

 

Mn (2)

CEP (3)

 

Mn/CEP

Em CO2 (4)

CEP/PIB

CO2/CEP

 

US$ bn

%

Mtep

%

Mtep

Mtep

%

%

Mt

tep

t

EEUU

11,35

28,6

1.686

13,7

559

2.163

17,8

25,8

5.195

0,19

2,40

Japón

4,87

12,3

94

0,8

384

472

3,9

81,4

1.093

0,10

2,32

China

2,93

7,4

2.084

17,0

275

2.257

18,6

12,2

6.832

0,77

3,03

Corea S.

0,75

1,9

44

0,4

198

229

1,9

86,5

515

0,30

2,25

España

0,71

1,8

30

0,2

111

127

1,0

87,4

283

0,18

2,24

Alemania

1,99

5,0

127

1,0

203

318

2,6

63,8

750

0,16

2,36

Francia

1,47

3,7

129

1,0

134

256

2,1

52,3

353

0,17

1,38

OCDE

29,63

74,7

3.807

31,0

1.644

5.248

43,2

31,3

12.045

0,18

2,30

Rusia

0,39

1,0

1.182

9,6

-529

647

5,3

-81,7

1.533

0,42

3,86

Mundo

39,67

100,0

12.292

100,0

 

12.150

100,0

 

28.999

0,31

2,39

(1) Prod En: producción de energía (en millones de toneladas de equivalente de petróleo).
(2) Mn: importaciones netas.
(3) CEP: consumo de energía primaria.
(4) Em CO2: emisiones de dióxido de carbono (en millones de toneladas).
Fuente: AIE.

El país apenas dispone de recursos energéticos locales. Efectúa apenas el 0,8% de la producción mundial de energía, de manera que sus importaciones netas fueron en 2009 de 384 millones de toneladas de equivalente de petróleo (mtep), el 81,4% de su consumo de energía primaria.

Así, Japón, según datos de la AIE (2011a), fue el tercer mayor importador mundial de petróleo, detrás de EEUU y China, con 179 millones de toneladas (mt), y el primer importador mundial de gas natural (99.000 millones de metros cúbicos o mmc), por delante de Alemania, de carbón (187 mtep), por delante de China, y de derivados del petróleo (23 mt), por delante de China.

Además, Japón fue en 2009, siempre según datos de la AIE, el tercer mayor productor mundial de energía nuclear, con 280 terawatios hora (TWh), que suponían el 26,9% de la electricidad generada. En la Tabla 2 se observa que Francia superó ampliamente a Japón tanto en producción como en peso de la energía nuclear en la generación de electricidad y que EEUU lo hizo sólo en producción.

Tabla 2. Principales productores de energía nuclear, 2009

 

Producción
(TWh)

% del total
mundial

% de la generación
de electricidad

EEUU

830

30,8

19,9

Francia

410

15,2

76,2

Japón

280

10,4

26.9

Rusia

164

6,1

16.5

Corea del Sur

148

5,5

32,7

Fuente: AIE.

Es de destacar igualmente que Japón fue en 2009 el 9º mayor productor mundial de energía hidroeléctrica (82 TWh, el 2,5% del total mundial), que contribuyó el 7,8% de la electricidad generada.

El consumo de energía primaria descansa principalmente en los combustibles minerales fósiles (el 84% tiene su origen en petróleo, carbón y gas natural), según se desprende de la Tabla 3. En la Tabla 4 se observa que en el año fiscal de 2009 (abril de 2009-marzo de 2010) las principales fuentes de la electricidad generada fueron la térmica (64,3%) y la nuclear (25,1%).

Tabla 3. Consumo de energía primaria en Japón, por fuentes, 2010

 

%

Petróleo

44

Carbón

22

Nuclear

12

Gas natural

18

Hidro y resto

4

Total

100

Fuente: METI.

Tabla 4. Electricidad generada en Japón, por fuente, año fiscal de 2009

 

%

Térmica

64,3

Hidro

7,5

Nuclear

25,1

Geotérmica

0,3

Otras

2,8

Total

100

Fuente: METI.

En suma, el mix energético de Japón es en extremo dependiente de los combustibles fósiles, por lo que el país debe importar más del 80% de la energía que consume, pese al desarrollo de la energía nuclear (es el tercer mayor productor y consumidor mundial). En particular, Japón importa el 99% del petróleo que consume (especialmente de Oriente Medio), el 98% del carbón que necesita (de diversas fuentes: Australia, Indonesia, China, Rusia, etc.) y el 96% del gas natural que precisa (en forma de gas natural licuado o GNL desde Indonesia, Malasia, Australia, Qatar, etc.).[2]

(2) La estrategia energética de Japón antes y después de Fukushima

(2.1) La estrategia energética nacional de 2010 y la prioridad nuclear
El Plan Energético Estratégico de 2003 descansaba en tres ideas principales: (1) seguridad energética; (2) respeto del medio ambiente; y (3) crecimiento económico. En inglés, en ocasiones se ha mencionado ese trío como el de las tres “Es”: energy security, environment y efficiency.

En 2006 se elaboró una nueva estrategia, que planteó los siguientes objetivos para 2030:

La nueva estrategia de 2006 se completó con una revisión del Plan de 2003 que se realizó, por parte del Ministerio de Economía, Comercio e Industria (METI) en 2010, tras el cambio de gobierno de 2009, que supuso la llegada al poder del Partido Democrático de Japón (DPJ) con un programa electoral muy orientado a la reducción de emisiones (Valentine et al., 2011). Esa revisión, que expuso la política energética de Japón vigente en el momento del accidente de la central de Fukushima Daiichi en marzo de 2011, consistió, en términos generales, en añadir dos principios más a los tres de 2003. Los dos nuevos principios eran: (1) el desarrollo del sector energético; y (2) la reforma (desregulación) del sector.

Más en particular, tal y como se detalla en METI (2010), el gobierno se fijó los siguientes objetivos para 2030:

El incremento de las energías con emisiones cero y la reducción de las emisiones del sector residencial permitirían recortar las emisiones de CO2 en el 30% en 2030 respecto de 1990 y en el 80% en 2030 respecto de 1990.[3]

El consumo de energía primaria se reduciría el 13% entre 2007 y 2030 (años fiscales). Se procedería a la construcción de nueve nuevas plantas nucleares para 2020 y a un total de 14 para 2030, con una tasa de operatividad de las centrales que pasaría del 60% al 90%. La producción de energías renovables se multiplicaría por un factor de 2,4.

Así, el resultado sería una fuerte reducción, en el consumo de energía primaria, de las proporciones del petróleo y del carbón, una ligera caída del gas natural y un fuerte aumento del peso relativo de la energía nuclear y de las energías renovables (Tabla 5).

Tabla 5. Consumo de energía primaria, por fuentes, 2007, 2020 y 2030

 

AF07

AF20

AF30

Petróleo

44

38

31

Carbón

22

21

17

Gas natural

18

24

16

Nuclear

10

9

24

Renovables

6

7

13

Total

100

100

100

Fuente: METI, 2010.

Más llamativa aún es la evolución prevista en la capacidad de generación de electricidad y en la electricidad generada (Tabla 6). En esta última, la parte del petróleo, carbón y gas natural se reduciría del 66% al 26%, mientras que la proporción de la energía nuclear pasaría del 26% al 53% y el peso relativo de las energías renovables aumentaría del 9% al 21%.

Tabla 6. El mix eléctrico en 2007 y 2030

 

Capacidad de generación

Electricidad generada

 

AF07

AF30

AF07

AF30

Petróleo

19

14

13

2

Carbón

16

8

25

11

Gas natural

24

17

28

13

Nuclear

20

22

26

53

Renovables

21

39

9

21

Total

100

100

100

100

Fuente: METI, 2010, p. 11.

Cabe concluir, por tanto, que la estrategia energética de 2010 consistía básicamente en una apuesta decidida por la energía nuclear y, secundariamente, por las energías renovables, si bien éstas sólo llegarían a suponer el 13% del consumo de energía primaria en 2030, menos que el gas natural (16%) o el carbón (17%).

Los argumentos que se daban entonces en favor de la energía nuclear eran muy diversos: estabilidad de suministros, protección del medio ambiente, eficiencia económica,[4] y autosuficiencia (por el reciclaje del combustible usado). Para un país tan dependiente de los abastecimientos exteriores, ese último motivo era considerado de extrema importancia.[5] Se consideraba además que dicha energía era bastante segura.

La opción nuclear, claro está, no suscitaba el acuerdo de toda la opinión pública y de todos los especialistas, pese a su amplio desarrollo en Japón y en muchos países de su entorno geográfico.[6] Por ejemplo, para Valentine (2011), en un artículo redactado en 2009, la estrategia energética de Japón era “una estrategia de alto riesgo que genera rendimientos a corto plazo a costa de la sostenibilidad a largo plazo” y la apuesta por la energía nuclear era cuestionable en un país proclive a los terremotos, además de por los residuos radiactivos y los efectos inflacionistas sobre el uranio a nivel mundial.

(2.2) El accidente de Fukushima Daiichi y la desnuclearización progresiva
El terremoto de 9.0 grados en la escala de Richter y el posterior tsunami del 11 de marzo de 2011 en el región nororiental de Tohoku provocaron daños muy graves en la central de Fukushima Daiichi (o Fukushima I), de seis reactores.

El accidente de Fukushima se originó en la parada de los sistemas de refrigeración y de los generadores de emergencia provocada por el terremoto y el tsunami. Tal parada desembocó en una fusión parcial del núcleo de los reactores 1, 2 y 3 de la central, en explosiones de hidrógeno que destruyeron parte de los edificios de contención y en el sobrecalentamiento de las barras de combustible situadas en las piscinas de enfriamiento. El efecto general fue la emisión de partículas radiactivas a la atmósfera y al mar. Las autoridades evacuaron las zonas adyacentes, en un radio de 30 km a partir del 25 de marzo (lo que afectó a más de 170.000 personas), y suministraron yodo a la población. Los intentos iniciales de controlar los reactores dañados, mediante la inyección de agua marina y de ácido bórico, fracasaron, alargando durante semanas la crisis. La situación se complicó por el uso, en el reactor 3, de MOX, un combustible especialmente peligroso formado por una mezcla de uranio y plutonio. Algunos trabajadores de la central fueron expuestos a altas dosis de radiación y evacuados en varias ocasiones.

En las semanas siguientes, se detectaron niveles inusualmente altos de radiación en el agua corriente y algunos alimentos, como leche y espinacas, de las prefecturas vecinas. También se detectaron yodo radiactivo y cesio en el agua del mar del entorno de la central. El accidente nuclear de Fukushima Daiichi ha sido calificado como el más grave desde el de Chernóbil en 1986.

Como consecuencia del accidente, está en curso un replanteamiento profundo de la estrategia energética de Japón. Los detalles se conocerán en el transcurso de 2012. El libro blanco de 2010 (Energy White Paper 2010), que debería haberse publicado en mayo o junio de 2011, se publicó finalmente a finales de octubre de 2011. En él figura una clara marcha atrás, explícita y oficial, de la opción nuclear defendida hasta entonces. En dicho libro blanco se señala textualmente que el gobierno “se arrepiente de su política energética anterior y la revisará sin vaca sagrada alguna” y se menciona la reducción de la dependencia con respecto a la energía nuclear, el fomento del ahorro y la conservación de energía, el desarrollo más rápido de las energías renovables y la creación de una infraestructura energética menos vulnerable, esto es, menos proclive a los accidentes y a las interrupciones de suministro.

La nueva estrategia energética de Japón consistirá, según todos los indicios, en una revisión de la política nuclear, en un mayor énfasis en la conservación de energía, en otorgar más importancia a las energías renovables y en fomentar la captura y el almacenamiento de carbono (véase un apretado resumen en Toyoda, 2011a).

(2.3) La nueva política nuclear
Los efectos adversos del accidente de Fukushima, especialmente a causa de su prolongación en el tiempo, han modificado sustancialmente la opinión pública sobre la energía nuclear. Un sondeo, de junio de 2011, del periódico Asahi Shimbun llegaba a la conclusión de que el 74% de los japoneses estaba a favor de una eliminación gradual de la energía nuclear (frente al 14% en contra) y que el 65% se mostraba a favor de aumentar las energías renovables y las tarifas eléctricas. Otra encuesta, de principios de noviembre de 2011, de la cadena NHK, mostraba un 70% de la población deseoso de una menor dependencia o incluso de la desaparición de la energía nuclear y un 86% preocupado por los eventuales problemas de seguridad tras el reinicio de los 43 reactores parados en esa fecha (de un total de 55).

La divergencia entre la opinión pública y la estrategia energética de 2010 se hizo cada vez más amplia en los meses posteriores a marzo de 2011. Recordemos que la política nuclear oficial elaborada en 2010 consistía en elevar la energía nuclear al 53% de la generación de electricidad en 2030 (y al 24% del consumo de energía primaria) en ese año. Los medios principales para alcanzar ese objetivo eran la construcción de 14 nuevas plantas, el incremento de la tasa de operatividad, el fomento del reciclaje del combustible nuclear y la expansión de los recursos humanos de la industria.

Después de Fukushima, las ventajas de la energía nuclear (estabilidad de suministros, protección del medio ambiente, eficiencia económica y alto grado de autosuficiencia, por el reciclaje del combustible) se han visto contrarrestadas por sus inconvenientes, entre los que destacan claramente los problemas de seguridad colectiva. Es más, algunos especialistas consideran incluso que la energía nuclear ha dejado de ser “estable, barata y limpia” (Iida, 2011), como resultado de los apagones y la inestabilidad del suministro eléctrico que siguieron al accidente de Fukushima (muchas centrales siguen paradas y se interrumpió el suministro en áreas importantes), del aumento del riesgo para los inversores y de la emisión de material radioactivo al agua, el suelo y la atmósfera.

Así, un buen número de especialistas, con el apoyo, al menos hasta el momento, de la opinión pública, defiende una reducción progresiva del peso de la energía nuclear en la generación de electricidad. Por ejemplo, Iida (2011) sostiene que, a raíz del parón de varias centrales como consecuencia del terremoto y de las nuevas medidas de seguridad, el porcentaje de la energía nuclear en la electricidad generada habría bajado ya del 27% en 2010 al 20% en 2011 y 2012 y que no sería descartable una reducción adicional hasta el 10% en 2020.

Dada la importancia de la energía nuclear en el consumo de energía primaria (12%) y, sobre todo, en la generación de electricidad, de cumplirse esa previsión serían necesarias alternativas a corto y medio plazo. A corto plazo, habría que reemplazar energía nuclear por carbón, petróleo y, sobre todo, gas natural, que podría ser el combustible de transición o bien convertirse en una fuente esencial de energía. Tal cosa tendría un coste importante para la balanza comercial (más del 98% de esos combustibles son importados) y para el medio ambiente, por las emisiones de CO2. A medio plazo, Iida (2011) defiende una cuarta transición energética, tras las de los años 60 del siglo XX (paso del carbón al petróleo), de los años 70 (del petróleo al gas natural y a la energía nuclear) y de los años 90 (fomento de la energía nuclear, por razones asociadas al calentamiento global, y desregulación del sector). La cuarta transición consistiría en reducir el peso de la energía nuclear, aumentar la importancia de las energías renovables, reestructurar el mercado de la energía eléctrica y hacer mayor esfuerzos de eficiencia y conservación de energía. El ejemplo a seguir, según Iida (2011), sería Alemania, que se ha propuesto aumentar el peso relativo de las energías renovables en la generación de electricidad del 17% en 2010 al 40% en 2020. Japón, según el autor, podría llegar al 30% en 2020, desde el 10% en 2010.

(2.4) Un mayor esfuerzo de conservación
Japón es, como se señaló previamente, el país más eficiente del mundo. La intensidad energética (medida en por 1.000 dólares de PIB de 2000) fue en 2009, según datos de la AIE (2011c), de 0,10 toneladas en Japón, frente a 0,18 de media en la OCDE, 0,11 en Dinamarca e Irlanda, 0,14 en Austria, 0,15 en Italia, 0,16 en Alemania, 0,17 en Francia, 0,18 en España y los Países Bajos, 0,19 en EEUU, 0,30 en Corea del Sur y 0,77 en China. Japón, según esos datos, sólo fue superado por Suiza (0,09).

Según los especialistas (Toyoda, 2011a; Tanabe, 2011), hay margen para aumentar la eficiencia en hogares y lugares de trabajo, mediante la introducción de nuevos materiales y productos con mayor rendimiento energético. La tarea no es sencilla, pues exige una modificación de los estilos de vida y de trabajo de la población. En cuanto a la industria, el margen, por el contrario, es escaso, a causa del avance ya conseguido. Con todo, una alteración de la estructura industrial hacia sectores menos consumidores de energía permitiría aumentar la eficiencia del sector, aunque fuese marginalmente.

Toyoda (2011a) estima que un ahorro del 10% en el consumo de electricidad equivaldría a 13.500 MW de energía nuclear o a 95.000 MW de energía fotovoltaica.

Una de las medidas más eficaces para reducir el consumo de electricidad sería la sustitución de lámparas LED por las tradicionales incandescentes o fluorescentes. La iluminación LED, a decir de los especialistas, permitiría reducir a una octava parte el consumo de electricidad asociado a la iluminación. El reemplazo de las lámparas incandescentes y fluorescentes por lámparas LED tendría el potencial para reducir el consumo eléctrico bruto en un 9%. Conviene recordar que la generación de electricidad ya se ha reducido en Japón, desde 1.153,1 TWh en 2005 a 1.145,3 TWh en 2010. Esa disminución podría continuar e incluso acentuarse con un cambio en los métodos de iluminación.

(2.5) La mayor importancia de las energías renovables
Pese al alto grado de desarrollo económico y de sofisticación técnica de Japón, las energías renovables suponen una parte pequeña de consumo de energía primaria (6% en el año fiscal de 2007), de la capacidad de generación eléctrica (21%) y de la electricidad generada (9%).

En 2010 las energías renovables representaron el 10,3% de la generación de electricidad, correspondiendo el 7,5% a la hidroelectricidad y el 2,8% al resto.

Es preciso destacar que Japón presenta un peso bastante menor de las energías renovables que otros países de la OCDE (véase la comparación con la media de la OCDE y con España en la Tabla 7) y que, además, su peso se ha reducido con el paso del tiempo (Tabla 8).

Tabla 7. Balance energético en 2009 (oferta total de energía primaria, mtep y %)

 

OCDE

%

Japón

%

España

%

Carbón

1.033,3

19,7

101,3

21,5

9,5

7,5

Petróleo y derivados

1.958,2

37,4

200,4

42,5

60,4

47,7

Gas natural

1.248,4

23,8

80,7

17,1

31,2

24,7

Nuclear

584,5

11,2

72,9

15,4

13,7

10,8

Renovables

413,3

7,9

16,7

3,5

11,7

9,2

Total

5.237,7

100,0

472,0

100,0

126,5

100,0

Fuente: AIE.

Tabla 8. Evolución del peso de las energías renovables, 1980-2010

 

% de la electricidad generada

 

1970

1980

1990

2000

2005

2010

Hidroeléctrica

24,7

17,4

11,9

9,6

8,2

7,5

Resto

0,0

0,2

0,2

0,6

0,9

2,8