´Violencia sexual, la otra cara de la guerra´, Mariano Aguirre

De acuerdo con informes de organizaciones humanitarias, alrededor de 8.000 mujeres fueron violadas en la República Democrática de Congo (RDC) en el 2010. No es un caso único: la violencia sexual en zonas de guerra se ha producido en los Balcanes, Darfur, Liberia, Sierra Leona, Colombia y Guatemala, y ocurre en situaciones de posconflicto o emergencia humanitaria, como Haití. Tras el fin de la guerra fría se empezó a prestar atención internacional al uso de la violación como arma de guerra. Pero las matanzas y violaciones de derechos humanos en la década de 1990 tuvieron un especial impacto: entre 250.000 y 500.000 mujeres fueron violadas en Ruanda; 50.000 en Sierra Leona; entre 20.000 y 50.000 en Bosnia-Herzegovina y de 200.000 a 2 millones en la RDC.

La violencia sexual, durante o con posterioridad a una guerra, está basada en el género (dirigida a mujeres pero también a hombres) y abarca todas las formas de violencia física y psicológica que cometen miembros de las fuerzas armadas o de grupos armados no estatales. A veces incluso personal de operaciones de paz y refugiados las han perpetrado. Estas incluyen secuestro, esclavitud, abuso sexual, mutilaciones, desnudez por coerción, tortura, asesinato, tráfico de personas y sometimiento a practicar la prostitución.

Los objetivos de la violencia sexual como método de guerra son desmoralizar a los combatientes hombres, destruir y humillar la identidad cultural de determinadas comunidades para lograr la "limpieza étnica", desplazar población, usar a las mujeres como botín de guerra y como trabajadoras esclavas en la economía política de la guerra.

En el libro La politización de la violencia sexual,Carol Harrington indica que la violación y la coerción para la prostitución estuvieron presentes de forma organizada desde el sistema esclavista en el siglo XVIII hasta hoy, pasando por la Primera y Segunda Guerra Mundiales, el establecimiento de prostíbulos con prisioneras por parte de los ejércitos nazi y japonés, las violaciones de mujeres alemanas y de otras nacionalidades llevadas a cabo por efectivos de las fuerzas aliadas (especialmente de la antigua URSS, EE. UU. y Gran Bretaña), y la guerra de Vietnam. A la lista se añade la violencia sexual usada como humillación cultural a los prisioneros musulmanes en Abu Graib y Guantánamo.

Como dice la investigadora sueca Chris Coutler sobre Sierra Leona: "Las violaciones de guerra son parte del escenario global en el que se entrecruzan el tráfico internacional de sexo, drogas y armas". La gravedad del problema exige una serie de medidas y responsabilidades.

Le corresponde a los Estados adherirse a las normas internacionales sobre protección de civiles, derecho internacional humanitario y la legislación sobre violencia sexual y tráfico de personas, desarrollar la legislación que impida estas acciones. La ONU cuenta con tres resoluciones importantes aprobadas por el Consejo de Seguridad (1.325, 1.820, 1.888) que se ocupan del papel de la mujer en los conflictos armados y su resolución, incorporan la perspectiva de género en las operaciones de paz, y la necesidad de acabar con la impunidad de los crímenes sexuales a los que equiparan con genocidio. La violencia sexual, además, es un crimen de guerra prohibido por el derecho internacional humanitario.

Cuando los Estados nacionales no se hacen cargo de una cuestión que se equipara a genocidio, debería aplicarse el principio de jurisdicción universal o internacional, que deriva de la obligación moral de los Estados de proteger a los civiles. Pero algunos Estados, entre ellos el Reino Unido, Bélgica y España recientemente, han restringido sus legislaciones recortando el espacio para utilizar este instrumento.

La impunidad es el principal obstáculo para llevar a cabo una efectiva prevención. Ni los líderes ni los perpetradores son adecuadamente procesados. El Tribunal para la guerra en la antigua Yugoslavia ha recogido testimonios de entre 20.000 y 60.0000 casos de mujeres y niñas violadas, además de casos de violaciones a hombres y niños, muchas de ellas por parte de bandas de soldados entrenados para ello. Sin embargo, solamente 24 individuos han sido juzgados y apenas 13 han sido condenados.

La violencia sexual en conflictos armados requiere usar medidas judiciales contra los perpetradores, educacionales para hombres y mujeres; desafiar el paradigma cultural de la masculinidad y el patriarcado; estímulos económicos para las personas afectadas; atención psicológica y sanitaria. Durante y después de las guerras esta cuestión no puede quedar de lado.

 

4-XII-11, M. AGUIRRE, director del Norwegian Peacebuilding Resource Centre, Oslo. www. peacebuilding. no, lavanguardia