īNo hay justicia si no es universalī, Jordi Palou-Loverdos

Jordi Palou-Loverdos. Tengo 45 años; llevo 10 interviniendo en casos de justicia universal. Los estados ya no son los únicos actores internacionales: los ciudadanos lograremos que los Derechos Humanos sean más que intenciones. Soy uno de los abogados acreditados ante el Tribunal de la Haya.

En 1997, la enfermera catalana Flors Sirera fue asesinada en Ruanda por el Frente Patriótica Ruandés (FPR) tutsi, que ganó la guerra y aún gobierna.

¿Por qué la asesinaron?

Además de Flors, otro catalán, el misionero Joaquim Vallmajor, y siete cooperantes españoles más fueron asesinados entre 1994 y el 2000 por ser testigos incómodos de los crímenes sistemáticos del FPR.

¿Y usted qué tenía que ver con eso?

Siempre he creído en la justicia sin fronteras. De hecho, en este mundo globalizado no hay justicia si no es universal. Me interesé por aquellas víctimas y sus familias me invitaron a representarlos.



Veo que le marcó la experiencia.

Cambió mi vida. Después también he investigado crímenes contra la humanidad en Afganistán, Irán y Guantánamo: una larga cadena de horrores. Por eso he escrito Al final tot torna al principi:para ponerlos en perspectiva y poder seguir trabajando.

¿Para la justicia universal no están ya los estados y sus diplomáticos?

Los estados ya no tienen el monopolio de las relaciones internacionales ni son los únicos actores, como demuestran precisamente aquellos cooperantes: habían llegado a África por su voluntad y sin ayuda de ningún Estado. Y merecen justicia.



Supongo que la tecnología ayuda.

Es otro factor que ha abierto la justicia internacional a todos los ciudadanos. Desde los vuelos low cost a internet: las comunicaciones baratas y eficientes han acabado con el monopolio de los estados en la representacion de los ciudadanos en el mundo.

¿Eso es buena noticia?

Es el progreso. Ya no necesitamos el permiso de ningún gobernante para ser cada uno de nosotros también actores y testigos de la justicia internacional.

¿Cómo?

Volvamos al caso de Flors y Joaquim en Ruanda: después de investigar y recabar datos por nuestra cuenta, conseguimos que un juez de la Audiencia Nacional, Fernando Andreu, interviniera y sentara un precedente magnífico en la justicia internacional.

¿En que fueron los primeros?

El juez Andreu emitió 40 órdenes de arresto contra los presuntos asesinos de los ciudadanos españoles. Era la primera vez en la Historia que un juez de un tribunal nacional emitía un auto pidiendo el arresto de miembros del gobierno activo de otro país.

¿Sirvió de algo? ¿Lo tomaron en serio?

 
Sirvió de mucho y se lo tomaron muy en serio.

Tanto que el líder del FPR y actual jefe de Estado ruandés, Paul Kagame, convocó de urgencia a la Unión Africana (UA) y les convenció de que no ejecutaran ninguna orden de arresto internacional en toda África.

Veo que sí que hicieron caso.

Veinte días después, el gobierno de Sudán pidió lo mismo temeroso de que le acusaran de crímenes de guerra. Además, la UA pidió a la ONU y a la Unión Europea que revisara y estableciera límites a la justicia universal. Los criminales tenían miedo.

Para ser un abogado "de provincias", hicieron ustedes mucho ruido.

Nos atendieron, porque la causa es justa y porque aquellos asesinos ya no se sentían protegidos por sus fronteras. Eso es novedoso. Ya no temen sólo a la venganza de otro ejército, sino a la justicia universal, incluso la iniciada por ciudadanos como usted y yo.

Sin embargo, los estados pusieron límites a esa justicia, también en España.

Se ven desbordados por la actuación de los ciudadanos y la sociedad civil, mucho más ágil y motivada. Y - si no le ponen límites-también mucho más efectiva.

¿Emprendieron otras iniciativas?

La del diálogo para Ruanda que ya está dando sus frutos. Empezamos con dos ruandeses y hoy están implicados dos ex presidentes y varios ex ministros y líderes sociales que sostienen diversas visiones de Ruanda.

¿Qué han aprendido del diálogo?

Que es posible con pocos recursos. Sin grandes conferencias, coches oficiales ni hoteles lujosos, ni guardaespaldas ni televisiones: tan sólo un puñado de personas alejadas de los focos puede conseguir grandes cosas.

¿Y cómo se inicia un diálogo?

Es una lucha contra los clichés - etnia, religión, ideología...-en busca de las personas que hay detrás. Porque el primer paso para poder matar a alguien en nombre de una causa es despojarlo de su condición de ser humano y reducirlo a una etiqueta: su raza, su nacionalidad, su clase social, su religión.

¿Y ustedes deben revertir ese proceso?

 
El diálogo diluye estas etiquetas y permite que poco a poco los enemigos vean de nuevo a las personas. Porque quienes se reconcilian no son ya enemigos, sino personas.

Parece que la mediación ya está en manos de ciudadanos y no sólo de estados.

Yalos estados no les gusta perder sus privilegios, pero los ciudadanos hemos aprendido que podemos intervenir directamente en cualquier conflicto. Con resultados.

¿En nombre de qué?

Somos seres humanos y cualquier crimen contra uno de nosotros nos afecta e implica. Ya no nos quitarán la iniciativa. Además todos los conflictos están interconectados.

¿En qué sentido?

Al investigar esas guerras de ÁfricaCentral descubrimos que guerrilleros del FPR acabaron en Iraq de mercenarios contratados por multinacionales... Y por eso empezamos a investigar - y a actuar-en Iraq.

Cuando Jordi Palou investigaba en Ruanda, descubrió que los asesinos de nuestros conciudadanos acabaron de mercenarios en Iraq para multinacionales mineras, militares y de seguridad. Por eso, dirigió la investigación The privatization of warfare, violence and private military and security companies con Nova. es. En ella se recoge la sentencia que obligó a Blackwater -una de las 116 empresas que se alimentan de guerra y la alimentan- a indemnizar a 17 de sus víctimas civiles iraquíes. "Si las multinacionales han privatizado la guerra -dice Palou, nombrado director del Memorial Democrático días después de esta entrevista- los ciudadanos privados podemos intervenir para pacificarla".

30-XII-11, Lluís Amiguet, lavanguardia