indignados en la, plural, sociedad israelí

Israel es una tierra de conflicto, donde los israelíes se enfrentan a los palestinos, s hay un millón y medio de inmigrantes rusos que no se integran y una clase baja formada por negros y judíos del norte de África.Los ultraortodoxos cada día más al margen de todo y nosotros, los jóvenes, ya no tenemos un futuro claro." Stav Sharif, 26 años, líder de los indignados israelíes, resumía así, durante una cena reciente en Tel Aviv, los sustratos de una sociedad abocada al cambio. "Israel empezó como una tierra de oportunidades - añadió-pero hemos perdido hasta el sentido de la comunidad",

Del Israel fundado por socialistas, donde prevalecía la ética de la igualdad y florecían los proyectos colectivos, Sharif asegura que apenas queda el recuerdo. Para intentar recuperarlo, ella y cientos de miles de personas ocuparon el pasado verano las calles de las principales ciudades al grito de "queremos justicia social".

La desigualdad, la falta de poder adquisitivo y la quiebra del pacto entre el estado y la ciudadanía centran el debate.

El metro cuadrado en Tel Aviv, la gran burbuja secular, moderna y progresista de Israel, se paga más caro que en París. Los salarios hace una década que no se mueven a pesar de que la economía crece a un ritmo notable: 4,7% en 2010 y un 3,8% en 2011.

Hay más pobres hoy que en 1990. Uno de cada cinco israelíes no tiene suficiente para comer. No hay otro país de la OCDE con un mayor porcentaje de gente pobre y sólo cuatro con un mayor desequilibrio social. El paro entre el 20% de israelíes árabes alcanza el 50%. La riqueza se concentra en pocas manos, en familias que controlan oligopolios que van desde el gas natural a los supermercados. El gobierno de Beniamin Netanyahu les favorece con menos impuestos.

El 14 de julio, Stav Sharif, Dhapni Leef y otros amigos acamparon en el bulevar Rothschild de Tel Aviv para intentar cambiar este sistema. Eran 150 jóvenes, "cansados - como recalca Sharif-de un estado que no cumple con nosotros, mientras nosotros estamos obligados a hacerlo con él". El3de septiembre, el movimiento había logrado el respaldo masivo de la sociedad israelí. Más del 90% apoya sus demandas de más impuestos a los ricos y más ayudas a las clases medias. Netanyahu tomó nota y aprobó un plan para reducir la desigualdad: 6.000 millones de euros en cinco años que se invertirán en subsidios a la vivienda, guarderías gratuitas a partir de los tres años y más servicios sanitarios.

Los indignados temen que el plan sea sólo cosmético y han montado un equipo de vigilancia en el Parlamento. "Asistimos a todas las sesiones - explica Sharif-y colgados en la red el comportamiento y rendimiento de los políticos. Queremos que trabajen para nosotros".

Hasta ahora, sin embargo, los programas sociales han estado subordinados al conflicto con los palestinos. La derecha, por ejemplo, ha dominado el poder en los últimos años porque las clases medias - las que más sufren la reducción del estado de bienestar-consideran que la amenaza contra la supervivencia de Israel es tan grande que no es justo plantear reivindicaciones sociales.

El presupuesto de defensa para el 2012 se llevará un 13% del PIB, según cifras adelantadas por el ministro de Defensa Ehud Barak. Otras fuentes periodísticas consideran que será un 20%. En todo caso, el progreso social de Israel se ve lastrado por los gastos militares y el coste de la ocupación, según señala el investigador Shir Hever, del Centro de Información Alternativa de Jerusalén, una organización próxima a los indignados. Según sus cálculos, entre 1970 y 2008, la ocupación de los territorios ha costado 746.000 millones de euros. Este dinero se ha destinado a los asentamientos y no figura en los presupuestos del Estado.

No sólo los colonos de Cisjordania se benefician de las ayudas públicas mucho más que las clases medias de Tel Aviv. Los ultraortodoxos también viven del estado, que les paga para que estudien la Torá y enriquezcan la teología judía. El paro entre esta comunidad era del 21% en 1979 y hoy alcanza el 65%. Su representante político es el partido Shas, que controla los escaños que Netanyahu necesita para aguantar su gobierno. Tan seguros están de su preeminencia política que a la Kneset han llevado propuestas de ley para recortar los derechos civiles de las mujeres y los árabes israelíes. Hay casos de mujeres discriminadas en el ejército y en los autobuses de Jerusalén, especialmente los que cubren los barrios ultraortodoxos, donde las mujeres se sientan en la parte trasera, separadas de los hombres.

Tel Aviv es otra cosa, simboliza el hartazgo del conflicto, de las vidas secuestradas por los imperativos divinos, del Jerusalén que ahoga de tanto bucear en los pecados originales. El sionismo la vio nacer y la hace crecer con torres de hasta 49 plantas, como las del complejo Azrieli. Hoy, sin embargo, esta ciudad de 1,3 millones de habitantes, eje sobre el que gira la economía, parece a merced de la ansiedad religiosa, del Israel bíblico, del enorme peso de creerse el pueblo elegido. Tanto es el lastre que Tzipi Livni, líder de la oposición, advierte "de la terrible ola conservadora que se cierne sobre la sociedad".

Muchos observadores creen que Netanyahu no podrá aguantar la presión social y convocará elecciones anticipadas el año próximo. Las encuestas anticipan un buen papel de Livni al frente del partido centrista Kadima y también de Shelly Yachimovich, nueva líder del Partido Laborista. Podrían gobernar con ayuda de Yair Lapid, el popular presentador del telediario que está a punto de liderar una oferta laica y progresista. La historia parece estar ahora de su parte.

25-XII-11, Xavier Mas de Xaxàs, lavanguardia