´El partido del Estado´, Jordi Graupera

El mismo Rajoy fue el registrador de la propiedad más joven de España. La vicepresidenta Sáenz de Santamaría es abogada del Estado, igual que el titular de Agricultura, Arias Cañete; Ana Pastor es funcionaria de carrera del Cuerpo de Salud Pública y Administración Sanitaria; José Ignacio Wert, el ministro de Cultura, quedó número uno en las oposiciones de 1973 a la plantilla de Titulados Superiores de RTVE.

Es una constante: la mayoría de miembros del nuevo Gobierno ganaron difícilísimas oposiciones siendo muy jóvenes, y han desarrollado una carrera profesional siempre al servicio del Estado, ya sea como políticos, cuando ganan unas elecciones, o como burócratas, cuando las pierden o antes de la política. Su red de seguridad y su ambición es el Estado. Su fortaleza y pervivencia es el Estado. Ellos son el Estado.

El ministro de Industria, José María Soria, es Técnico Comercial y Economista del Estado, exactamente igual que su colega en el ministerio de Economía, Luis de Guindos. El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, es catedrático de universidad pública; incluso Gallardón es miembro de la carrera fiscal en excedencia. Fernández Díaz, el ministro catalán del Interior, ganó la oposición al cuerpo de Inspectores Superiores de Trabajo y Seguridad Social del Estado en los años 70. El de Exteriores, García-Margallo, ingresó en 1968 en el cuerpo de Inspectores de Finanzas del Estado. Y el ministro de Defensa, Pedro Morenés, es hijo del vizconde de Alesón, y nieto de los condes del Asalto, grandes de España, que si bien no es como ser alto funcionario, supone una estrecha relación con el Estado transmitida generacionalmente.

Esta pasión por el funcionariado no deja de ser sorprendente para un partido de derechas, al que debería de suponérsele un cierto espíritu antiestatal. Sería lo normal, siempre que España fuera un país normal. Pero en España la derecha es estatista. Siempre lo ha sido. Por eso el crecimiento del Estado es irrefrenable: no hay contrapesos. España es su Estado, y poco más. Y es así que para asegurar su futuro personal y colectivo sus ministros tienen la fe puesta en el Estado.

Lo mismo ocurre en la segunda fila: ÁngelYuste, director general de Instituciones Penitenciarias, es jurista del Cuerpo Técnico de Instituciones Penitenciarias; Tomás Burgos, secretario de Estado de la Seguridad Social, fue procurador general de las Cortes de Castilla y León. A Ignacio Cosidó, nuevo director general de la policía, lo formaron en el ministerio de Defensa, en el Ceseden. El nuevo número dos de Interior será Ignacio Ulloa, letrado del Constitucional; el nuevo secretario de Estado de Telecomunicaciones será Víctor Calvo-Sotelo, hijo del ex presidente Leopoldo, y etcétera.

Esta fe en el Estado lo condiciona todo: la justicia, la política, la economía, el fútbol. El gran engranaje español es la alternancia entre funcionarios estatistas y jacobinos. Instrumentos de la uniformidad espiritual o de la igualdad material.

31-XII-11, Jordi Graupera, lavanguardia