Premio Príncipe de Asturias-2005

Premio Príncipe de Asturias-2005.
LV, Alfredo Abián, director adjunto, 09/06/2005.

Inconformista y provocador, Giovanni Sartori no es un pensador que provoque indiferencia. Aunque su especialidad es la ciencia política, el premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2005 ha diseccionado en sus ensayos los nuevos fenómenos a que se enfrenta la sociedad. Con un argumentario polémico e implacable, tanto considera que el modelo de civilización occidental es radicalmente incompatible con el islam actual, como que la televisión es una de las grandes culpables de la debilidad mental que aqueja al mundo desarrollado. En este terreno a Sartori hay que reconocerle, cuando menos, su enorme contribución al reivindicar la cultura y el conocimiento escritos frente al fenómeno audiovisual. Con un radicalismo liberal y guiños de izquierdas que echamos de menos por estos lares, el intelectual italiano ha desarrollado una brillante teoría sobre la subinformación y desinformación televisivas; cómo este medio es capaz de construir desde videoniños a videocracias en las que no se exige el esfuerzo añadido que requiere digerir la información escrita y su multitud de matices. Para Sartori, la televisión, salvo honradas excepciones, es una factoría de charlatanería, extravagancia y excitación, donde las estupideces resuenan con tanta proyección y credibilidad que son capaces de crear opinión. Si tiene razón, deberíamos empezar a preocuparnos.
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Sartori, téorico de la democracia.
El politólogo italiano gana el galardón de Ciencias Sociales de los Premios Príncipe de Asturias.
LV, Vicente González, 09/06/2005.

Todo un referente mundial de la teoría política moderna. Esta es la definición reiterada que de Giovanni Sartori hicieron casi todos los miembros del jurado que le concedió ayer el premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, al que ya fue candidato en ediciones anteriores. Italiano de Florencia, considerado uno de los protagonistas del debate político contemporáneo, se impuso en la última votación al filósofo alemán Rüdiger Safranski.

Aunque el ganador de esta edición está considerado el príncipe de la ciencia política de la izquierda europea, tal como señalaron algunos de su partidarios, la propuesta procedió del presidente del jurado y también de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga, una vez que su aspirante favorito, José Antonio Jáuregui, no pudiera optar por su reciente fallecimiento.

En la obra de Sartori, según el acta del jurado, "ha estado siempre presente su compromiso con las garantías y las libertades de la sociedad abierta", en su afán por elaborar específicamente una teoría de la democracia. Licenciado en Ciencias Sociales por la Universidad de Florencia, Giovanni Sartori impartió clases de Filosofía Moderna, Lógica y Teoría del Estado en diversas universidades de Estados Unidos, entre ellas, Yale y Harvard. Actualmente, es profesor emérito de la universidad florentina. También es editorialista del Corriere della sera.

Traducido a más de treinta idiomas, es responsable de textos como Ingeniería constitucional comparada (1994), ¿Qué es la democracia ? (1997), Homo videns: la sociedad teledirigida (1998) y La sociedad multiétnica. Pluralismo, multiculturalismo y extranjeros(2001), sin olvidar sus ya clásicos como Partidos y sistemas de partidos.

El portavoz de SOS Racismo Diego Lorente criticó al premiado, por ser "el símbolo del discurso actualmente más racista e injusto y que daña la convivencia", mientras Diego López Garrido, del PSOE, expresó su satisfacción por la concesión del premio, aunque considera que sus palabras tachando de "cobardía" la retirada de las tropas españoles de Iraq fueron "desafortunadas".

Sartori expresó su satisfacción por la concesión del premio y agregó que su papel como politólogo es "observar bien la política, con toda la honradez posible y hacerla entender a los ciudadanos". Añadió que considera una tendencia creciente la existencia de medios de comunicación que "desinforman" y puso de manifiesto el interés de políticos y empresarios por controlarlos.
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Algunas ideas clave de Sartori.
LV, Josep Massot, 09/06/2005.

CONTROLAR AL PODER. En Sartori pesa más el pensar liberal que su ubicación en la izquierda y, por eso, sus análisis sobre la democracia tienden a fortalecer los mecanismos de control del poder -allí donde cada vez más difusamente éste se ubique- y buscar el equilibrio de sus contrapesos. Conocedor de la Italia de Berlusconi y los EE.UU. de Bush, defiende aún la democracia representativa y desconfía de los métodos de democracia directa. Algunas de sus opiniones han suscitado polémica: criticó a El Olivo, se mostró favorable a las guerras preventivas, pero no a la de Iraq, aunque cuestionó la retirada de tropas españolas y puso veto a la candidez multiculturalista

NO AL MULTICULTURALISMO. Los tiempos no son ya los de Popper, y Sartori se pregunta cuán abierta puede ser la sociedad abierta para que pueda seguir siéndolo. Hay que ser intolerante -dice- con los intolerantes. Occidente puede acoger a aquellos inmigrantes que acepten los valores de la sociedad que les da acogida. Pero no -dice Sartori- a quienes se resisten a la integración y promueven el dogmatismo (religioso o cultural), niegan que la libertad acaba allí donde supondría el daño del otro o no responden de forma recíproca a la tolerancia de quienes les acogen, alzándose en lucha cultural contra ellos. No basta con darles la carta de trabajo para crear nuevos ciudadanos, sino que ser ciudadano significa aceptar una integración diferenciada y las bases convivenciales de la sociedad que recibe al emigrante

LA SOCIEDAD DE LAS EMOCIONES. Sartori dice que hemos pasado del homo sapiens al homo videns, del saber por medio del logos, de la palabra, a la cultura de la imagen. La palabra escrita favorece la razón, y la imagen -más aún que la palabra encendida en las radios- excita las emociones, los sentidos. La primacía de lo visible borra los conceptos abstractos. E incluso la política se sustenta también en la emotividad, en los episodios emocionales, y no en las ideas y los conceptos. La televisión, gran difusora de emociones, con programas emotivos, no refleja lo que sucede sino que conforma el futuro; no forma, subinforma (insuficientemente) o desinforma (da información distorsionada)

MENTES SIMPLES. "Mientras la realidad se complica, las mentes se simplifican", sostiene Sartori. El mundo se hace complejo y nunca había habido tanta información, incluso las 24 horas del día, pero tampoco nunca había habido tan poca capacidad cognitiva: tal vez habría que remontarse -asegura- a la baja edad media. Según el politólogo, sólo entre el 15% y el 25% de los habitantes de las sociedades occidentales están interesados en los grandes temas públicos y apenas el 2% tiene competencia sobre ellos. Las televisiones y aquellos periódicos que siguen el modelo de las televisiones simplifican cada vez más las informaciones y multiplican lo trivial: "Si recibo información sobre algo que no comprendo inmediatamente, no me interesa". Esa es la premisa: el ciudadano está cada vez menos informado, es más ignorante y tiene menos autonomía de opinión: es el terreno propicio para los populismos y la manipulación de esa multitud solitaria, de invididuos que han perdido su sentido de la responsabilidad y de la comunidad.


El príncipe, el sabio y el rey.
LV, Víctor-M. Amela, 10/06/2005.

Saludo este flamante premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales para el politólogo italiano Giovanni Sartori, hombre muy agudo que ha ref lexionado lo suyo sobre la televisión. Tuve ocasión de preguntarle hace unos meses qué solución propondría para el mapa televisivo español: este sabio se constituyó en comité consigo mismo y en cinco minutos me comunicó su dictamen: "Que TVE deje de emitir publicidad y que emita una programación de calidad, exigente, al margen de la búsqueda de audiencias masivas y de la competencia comercial.

¡Y las televisiones privadas, que se queden con toda la publicidad y que hagan su programación comercial! A cambio de esto, por ley, las televisiones privadas entregarán la mitad de todo lo que ingresen (o el porcentaje que se acuerde) a RTVE, que con ese dinero financiará su programación no comercial". Pim, pam, pum, solucionado. Si añadimos a eso una racionalización de la futura gestión empresarial de RTVE para evitar más deuda y saneamos progresivamente la deuda ya acumulada, considero esta solución la mejor que haya conocido hasta el día de hoy. Le pregunté a Sartori si había propuesto algo similar en Italia: "Sí, pero nadie me hace caso". Pero escrito queda, don Giovanni.