´Irán: ¿cuenta atrás para la guerra?´, Walter Laqueur

Parece aproximarse un enfrentamiento militar en el golfo Pérsico. De hecho, ya tiene lugar un cierto tipo de guerra. Los virus informáticos han dañado los sistemas iraníes; EE. UU., Europa y Japón han impuesto un embargo sobre el petróleo iraní y varios científicos implicados en la elaboración de una bomba iraní han sido asesinados. Los iraníes han amenazado con cerrar el estrecho de Ormuz, por donde pasa la quinta parte del tráfico petrolero mundial. Varios turistas estadounidenses han sido detenidos en Teherán, y uno condenado a muerte.

El estrecho de Ormuz tiene 50 kilómetros de ancho, pero los petroleros han de surcar las aguas más profundas en puntos que miden solamente seis kilómetros de anchura. No sería difícil, por tanto, imponer un bloqueo. La Marina iraní no merece especial mención, pero posee pequeñas embarcaciones capaces de lanzar cohetes (acción que puede realizar también desde tierra). Un tiro afortunado podría causar daños importantes en un buque de guerra estadounidense. Los estadounidenses podrían a su vez lanzar represalias no necesariamente en el lugar de referencia, sino en cualquier punto de Irán.

La última vez que alguien impuso un bloqueo naval en Oriente Medio no terminó bien; fue Naser quien en mayo de 1967 cerró los estrechos de Tirán en el mar Rojo, punto de acceso al puerto israelí de Eilat. Tal iniciativa, entre otros factores, daría paso a una guerra que perdió Egipto. Naser murió de un ataque al corazón en 1970. Su nombre se menciona escasamente en nuestra época.

Pero Teherán está convencido de que esta vez será distinto. EE. UU. acusa debilidad por la crisis económica y posiblemente no se atreva a emprender una acción militar en año electoral. Europa y Japón se hallan sumidos en una crisis aún más profunda; dependen de las importaciones de petróleo y no pueden hacer frente aun aumento del precio del 50% o incluso del 100%. Los israelíes muestran cobardía, así que no se atreverán a hacer nada contra una potencia fuerte como Irán.

Es indudable que Washington quiere impedir un enfrentamiento militar con Irán casi a cualquier precio. Hace años que somete a consideración el asunto. La mayoría de los analistas son contrarios a una intervención militar, con argumentos de calado (entre otros, las graves consecuencias que se derivarían, no sólo la subida del precio del petróleo). No obstante, no han considerado con suficiente claridad y precisión las implicaciones de un Irán nuclear capaz de ir a la guerra.

Por todo ello, el presidente Obama ha pensado en la posibilidad de entablar conversaciones con los iraníes (por canales no oficiales) para solucionar la crisis de manera pacífica. Según parece, tienen ya lugar conversaciones en Turquía y, tal vez, en otros lugares aunque sin muchas posibilidades de éxito. Han tenido lugar en el pasado y no han llevado a ninguna parte porque las diferencias son demasiado grandes. Los iraníes - con bastante razón-dan por sentado que el objetivo de Occidente es un cambio de régimen porque, mientras los Ahmadineyad y Jamenei estén en el poder, perseguirán objetivos que tanto Washington como el resto de capitales occidentales no pueden admitir; es decir, no sólo figura la cuestión del armamento nuclear, sino el auge de Irán como potencia dominante en Oriente Medio.

Los iraníes persiguen la victoria del eje chií sobre los suníes: los países árabes e incluso Turquía. Quieren imponer sus planes a los países del Golfo y a Arabia Saudí. Ytal propósito sólo puede alcanzarse si poseen bombas atómicas. Por eso no desistirán aunque ahora lo pasen mal.

Las sanciones económicas han infligido grave daño a Irán. El valor de su moneda baja continuamente y será interesante observar cómo influye el empeoramiento de la situación económica en las elecciones en marzo. Irán está aislado. Los árabes sienten creciente suspicacia, e incluso hostilidad, quizás con la excepción de Iraq, que, liado en un enfrentamiento civil, no cuenta mucho. Siria, aliado tradicional de Teherán, se halla en graves apuros y nadie sabe lo que durará el Gobierno actual. Incluso Turquía ya no muestra una actitud amistosa.

China e India, que dependen del suministro de petróleo de Irán, han echado algún cable diplomático, pero han empezado a comprender que la política iraní es susceptible de acarrear mayores problemas de modo que no puede arriesgarse a depender de los suministros iraníes. En consecuencia, buscan fuentes alternativas para sus importaciones. Rusia se ha pronunciado por una solución pacífica. Pero Moscú sabe también que, si se interrumpe el suministro iraní, el precio del petróleo subirá, algo de lo cual Rusia sacará buena tajada... y últimamente necesita ingresos. ¿Hasta qué punto es Rusia de fiar?

Irán, en otras palabras, se ha quedado aislado, pero sus líderes creen que todo esto cambiará cuando el país posea armamento nuclear. Se trata de una apuesta y los líderes iraníes han sido jugadores prudentes con anterioridad. ¿Ha cambiado esto? Nadie sabe si el fanatismo y la ambición política, o bien la prudencia, se impondrán en Teherán. Mi opinión es que, probablemente, Irán avanzará impunemente hacia la producción de un puñado de bombas atómicas, no este año pero sí en el plazo de uno o dos años. Sin embargo, las consecuencias serán muy distintas de lo que espera el actual Gobierno iraní. Puede sonar como el oráculo de Delfos o bien como una profecía de Nostradamus; pero, dadas las incertidumbres que reinan en Oriente Medio, no cabe ir más allá sin riesgo mayor.

22-I-12, Walter Laqueur, consejero del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington, lavanguardia