´La batalla policial contra las mafias de la prostitución-III´, V-06

La batalla policial contra las mafias de la prostitución-III

3.- "Dijeron que colgarían a los niños de mi familia".

E. Martín de Pozuelo, lavanguardia, 9-V-06.

Tatiana habla cinco idiomas, entre ellos un español aprendido casi sin querer a base de repetir su historia ante los tribunales. Apenas tiene 30 años y sonríe con frecuencia. Secuestrada por una red yugoslavo-moldava con cómplices rumanos y rusos, fue vendida a proxenetas españoles. Amenazada constantemente, lleva varios años protegida por la justicia española. Su testimonio sirve para conocer cómo funcionan las redes de traficantes de esclavas sexuales. Tatiana ha rehecho su vida y los que la tratan dicen que es la mujer más valiente que han conocido. Tatiana, un nombre ficticio para esta entrevista, es el ejemplo paradigmático de cómo llegan chicas esclavizadas a los prostíbulos españoles. En la entrevista se han omitido lugares y nombres –incluso de los proxenetas– para evitarle más problemas.

–¿Salió de su país de la mano de desconocidos y no sospechó nada?

–Sospeché, pero era tarde. Cuando sales como yo, con dinero y no como otras chicas que van sin un euro, no piensas que puedes acabar así. Las que emigran sin dinero pueden sospechar antes. Una amiga mía y yo habíamos intentado infructuosamente obtener visados oficiciales para ir a Italia, donde ya teníamos trabajo. Entonces hicimos lo que hace la gente de mi país: acudir a los que consiguen los visados. Muchos hombres y mujeres vienen hoy a España así, pagando dos mil y pico euros. Son médicos, profesionales, trabajadores y también jóvenes como nosotras.

–¿Qué sucedió después?

–Cuando conseguimos el visado nos reunimos unas 40 personas en un autobús. Todos en las mismas condiciones. En fin, la visa era para Eslovenia aunque yo había pagado para Italia. Les dije que me parecía que me estaban engañando pero me convencieron de que permitía entrar en el espacio Schengen y, por lo tanto, en Italia. No les entendí pero les creímos. El viaje nos costó a cada una 1.400 euros, y acordamos pagar la mitad al salir. La otra mitad se la entregaría al llegar un familiar que nos había encontrado trabajo en Italia. Nosotras pagábamos, pero en el autobús también había chicas que viajaban sin pagar con la promesa de que trabajarían y que luego saldarían la deuda.

–¿Cree que las otras chicas también viajaban engañadas?

–No lo creo. Ahora sé que hay chicas que saben a lo que van. Lo vi en el club donde nos metieron. Mientras estuve secuestrada, conocí a otras mujeres que llevaban más de un año sin problemas y contentas. Pero quiero que sepa que nuestro caso fue muy duro. Procedemos de familias tradicionales en las que es de mala educación hasta hablar de novios, así que imagínese lo que ha sido acabar metidas en un asunto de sexo. Nuestras familias no son pobres, ni nosotras éramos unas chicas sin futuro. Sólo queríamos trabajar en Italia porque ya teníamos buenos trabajos allí buscado por la familia. Pero no teníamos visado...

–¿Cuándo notó que el asunto se había torcido?

–Al llegar a Italia. Atravesamos la frontera a pie, caminado por la vía del tren. Llegamos a un parque y pasamos parte de la noche allí, bajo la lluvia. Nos guiaba un chico que hablaba siempre por teléfono móvil. Íbamos mi amiga, yo y otras seis personas mayores, entre ellas una médico. En aquel parque le pedí el teléfono al chico para avisar de que ya habíamos llegado, que nos vinieran a buscar y pagar lo que faltaba. El chico dijo que no, pero, en cambio, llamó a dos hombres altos, muy morenos, feos, que daban miedo y nos dijeron que esa noche debíamos Dormir en casa de un amigo porque ya era muy tarde. “Mañana llamáis y os daremos los pasaportes”. Me extrañó, pero como tenían que cobrar, pensé que se arreglaría todo y aceptamos ir con ellos.

–¿Adónde?

–No sé dónde estuve (los investigadores lo saben). La casa, un chalet aislado, de dos pisos, nos pareció normal. Había una mujer con un bebé. La mujer nos dijo que nos sintiéramos como en casa. Nos tranquilizamos, aunque aquellos hombres seguían dándonos miedo. Pasaron dos días y el chico de los pasaportes no venía. Preguntamos a la chica y nos dijo que llegaría en seguida. Pasó otro día sin que apareciera. Estábamos sin documentación, en el extranjero y eso nos preocupaba mucho, pero nos conformábamos pensando que finalmente todo se arreglaría. Al día siguiente llegó un chico muy joven, yugoslavo, que resultó ser el hijo del dueño de la casa que, por lo que sucedió, es evidente que se llevaba fatal con su padre. Hablamos mucho rato, nos tomó confianza y contó que su padre pegaba a su madre. Luego nos advirtió de que su padre, que estaba fuera, era en realidad un mafioso con organización en Yugoslavia que compraba y vendía chicas. En ese instante quisimos escapar saltando por la ventana y descubrimos que había rejas y que la puerta estaba cerrada con llave. Además, tenía una alarma que sonaba si se abría desde dentro. De repente supimos que nos habían secuestrado.

–¿Qué sucedió entonces?

–Aquellos hombres nos encerraron en el sótano. La mujer, amable al principio, gritaba... Mi amiga cayó enferma de desesperación. Entonces apareció el mafioso y nos dijo que trabajaríamos en una fábrica de Coca-Cola en España. Su hijo exclamó: “¡Ya veréis qué Coca-Cola!”. Como teníamos especialmente miedo a uno de los hombres, el jefe nos tranquilizó: “No os preocupéis, es gay y no os hará nada...”. Me violó a pesar de que estaba menstruando.

–¿Las amenazaron?

–Claro. Muchas veces. Dijeron que encontraríamos a los niños de nuestras familias colgados de los árboles, que nos cortarían los brazos, que me venderían en Turquía para trasplante de órganos... Y aún siguen amenazando a mi familia...


“Nos compraron españoles y nos trajeron a Barcelona”

–¿Cómo las trajeron a España?

–Con unos pasaportes eslovenos o eslovacos falsificados con los que se podía pasar a España (los documentos son eslovenos con visado italiano). El mafioso nos vendió por 6.000 euros. Vino un español a buscarnos y viajamos en autobús hasta Barcelona. Estábamos aterrorizadas. El español viajaba en un asiento, detrás de nosotras. ¿Qué podía hacer? ¿Decirle a un policía: “Este hombre me ha secuestrado y yo tengo un pasaporte falso”? No me habría creído y me habrían encerrado en la cárcel. Por la noche, nos llevó en coche hasta un club. Piense que entonces sólo sabía que estaba en España y ya está. Si me pregunta ahora dónde está el club no se lo sabría decir. De allí me sacó la Guardia Civil, ellos le dirán dónde está. Tratamos de escapar de nuevo, pero otra vez había rejas y nos vigilaban.

–¿Qué sucedió en el club?

–El mafioso apareció y nos dijo que teníamos que trabajar de putas. Nos dio camisones transparentes y un papel en el que había frases en español que teníamos que decirles a los clientes. Nosotras sólo pensábamos en escapar. Fíjese; acabábamos de llegar y ayudamos a huir a otras dos chicas. Salieron por una ventana usando una sábana como cuerda. Nosotras les tiramos sus bolsas. Fue como en las películas. Aquellas chicas, que llevaban dos años en el local, nos dieron 100 dólares y nos prometieron que nos ayudarían a huir. Se fueron porque tenían una deuda, pero eran del oficio. Había chicas que salían y volvían. A ésas no las amenazaban, pero a nosotras sí. Yo soy una mujer con carácter, pero no sé qué me pasaba que no era capaz ni de hablar. Era el miedo...

–¿Y aún lo siente?

–Algo sí. Pero todo aquello lo vivo de una forma irreal. Es como si no me hubiera pasado a mí. No sé qué hubiera sido de mí si no me hubieran rescatado. Creo que habría terminado asesinada, como la que vendieron en Turquía, pues seguro que no me habría rendido. De verdad, no sé qué habría sido de mí...