´El evangelismo islámico´, Olivier Roy

El evangelismo islámico.

Olivier Roy
, director de investigación en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia (CNRS).
LV, 26-IX-2004.


Muchos creen que el resurgimiento religioso y el radicalismo político entre los musulmanes que residen en Occidente reflejan las tradiciones y conflictos de Oriente Medio o el mundo musulmán en general. Pero el salafismo (radicalismo religioso fundamentalista) islámico es, sobre todo, una consecuencia de la globalización y occidentalización del islam y, términos más generales, de la separación entre cultura y religión.

Todas las formas de fundamentalismo religioso se basan en la noción de una religión pura e independiente de las variaciones e influencias culturales. El resurgimiento actual del islam comparte el dogmatismo, el comunitarismo y el escrituralismo de los movimientos evangélicos estadounidenses: ambos rechazan cultura, la filosofía e incluso la teología, en favor de una lectura literal de los textos sagrados y una comprensión no intermediada de la verdad a través de la fe individual.

Los libros publicados recientemente en Occidente reflejan esto, con títulos como ¿Qué es islam?, ¿Qué significa ser musulmán? y ¿Cómo vivir el islam? Es fácil ayunar durante el Ramadán en Afganistán, Pakistán y Egipto, aunque uno no lo desee. Pero un musulmán que vive en Europa se enfrenta a la necesidad de objetivizar la religión. Los ulemas (académicos religiosos) no tienen utilidad para los creyentes que deben buscar criterios puramente religiosos que ya no están ligados a una cultura determinada.

El verdadero problema no es una pregunta teórica acerca del islam, sino la preocupación acerca de las prácticas religiosas de los musulmanes. Las formas de religiosidad del islam actual son más o menos las mismas que las que se encuentran en el catolicismo, el protestantismo e incluso el judaísmo. Los creyentes contemporáneos insisten más en la fe personal y en la experiencia espiritual individual. Tales creyentes vueltos a nacer en la fe reconstruyen sus identidades mediante su redescubrimiento de la religión.

No es que en el fundamentalismo islámico estemos observando una religión tradicional enfrentándose al occidente cristiano. Cuando los talibanes llegaron al poder en 1996, inicialmente tenían excelentes relaciones con los estadounidenses, y los occidentales podían viajar libremente por el país entre 1996 y 1998.

Los talibanes no luchaban contra la cultura occidental, sino contra la cultura afgana tradicional. ¿Por qué prohibir las aves cantoras o los cometas de juguete? La lógica es común a todas las formas de fundamentalismo: este mundo existe para preparar a los creyentes para la salvación. El papel del Estado no es asegurar la justicia social y el imperio de la ley, sino crear oportunidades (incluso mediante la coerción) para que los creyentes encuentren la salvación.

El argumento de los talibanes era simple: si un ave empieza a cantar mientras estás orando, te distraerás y tu oración quedará invalidada. Si eres un buen musulmán, comenzarás la oración nuevamente. Pero, como no estamos seguros de que seas un buen musulmán, es más fácil prohibir la posesión de aves cantoras, cantoras, de manera que no pongan en peligro tu salvación.

De modo similar, los cometas se enredan en los árboles y, si trepas a un árbol para liberar un cometa, puede que mires por encima del muro de tu vecino y veas a una mujer sin su velo, lo cual es un pecado. ¿Por qué arriesgarte a las llamas del infierno por un cometa de juguete? Mejor prohibirlos.

Por tanto, el fundamentalismo no es una protesta de culturas originales que se encuentran amenazadas, sino que refleja la desaparición de estas culturas. De modo que es un grave error vincular las formas modernas de fundamentalismo a la idea de un choque de civilizaciones. Los jóvenes no se hacen fundamentalistas porque la civilización occidental no tome en cuenta la cultura de sus padres. La religiosidad fundamentalista es individual y generacional, una rebelión contra la religión de los propios padres.

Por supuesto, los fundamentalistas religiosos de toda laya a menudo hacen hincapié en códigos, normas y valores similares. Cuando Pim Fortuyn en Holanda decidió iniciar una campaña contra la influencia musulmana, estaba defendiendo la libertad sexual, no los valores cristianos tradicionales. Pero en este tema y otros (por ejemplo, la familia y el aborto), los musulmanes religiosos de Europa se alinean con los cristianos conservadores.

Sin embargo, tales puntos en común no explican el islam político y radical. Osama Bin Laden es mucho más la expresión del desarraigo que de una tradición de violencia política del islam. Mohamed Atta, Zacharias Moussaoui y Kamel Daoudi renacieron en la fe en Marsella, Londres y Montreal, no en Egipto o Marruecos (y todos rompieron lazos con sus familias).

Más aún, los jóvenes radicales van a luchar a Bosnia, Chechenia, Afganistán o Cachemira más que a sus países de origen, ya que no ven Oriente Medio como el corazón de una civilización musulmana asediada por los cruzados. Viven en un mundo global y no se perciben a sí mismos como ciudadanos de Oriente Medio. La irrelevancia de la cultura tradicional explica explica la creciente cantidad de conversos en todas las redes radicales descubiertas recientemente. Cerca de un tercio de los miembros de la red Beghal de Francia eran conversos. La policía francesa arrestó a un ciudadano alemán de nombre polaco, que estaba relacionado con el ataque terrorista a la sinagoga de Djerba en Túnez. Richard Reid, que intentó hacer explotar un avión británico; José Padilla, acusado de planear un ataque con bombas radiactivas en Estados Unidos, y John Walker Lindh, el talibán estadounidense, son todos conversos.

En Europa, por lo general las conversiones se dan en barrios pobres, llenos de gente joven sin perspectivas laborales y que mayoritariamente vive de una economía subterránea de delincuencia. La izquierda radical y violenta de la Europa actual ha abandonado estas zonas de exclusión social. Los radicales solían aprender a usar un kalashnikov y secuestrar aviones con los palestinos. Ahora aprenden a hacerlo con Al Qaeda.

Su búsqueda de movimientos de liberación míticos, mesiánicos y transnacionales sigue siendo la misma, así como lo es su enemigo: el coloso imperial estadounidense. Son el producto no de la historia de Occidente o de Oriente Medio, sino de la fusión de todas las historias: la mundialización. Se sienten en casa en un mundo sin hogar.