´Una medida unilateral israelí´, Abraham B. Yehoshua

Una medida unilateral israelí

Abraham B. Yeoshúa
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La unilateralidad es el nuevo concepto que ahora se está imponiendo en el ámbito político del conflicto palestino-israelí a raíz de la construcción del muro de seguridad y los planes del primer ministro de separarse parcialmente de los palestinos. Desde la guerra de los Seis Días y durante muchos años, la idea de llevar a cabo una acción unilateral sin haber llegado a un acuerdo carecía de sentido tanto entre el bloque de la derecha como entre la mayoría de los sectores pacifistas.

Antes de nada, un pequeño recordatorio: tras finalizar la guerra de los Seis Días en 1967, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó unánimemente (incluido el bloque comunista) la resolución 242, la cual constituye el fundamento de cualquier acuerdo posible en Oriente Medio. En síntesis, esa resolución dice lo siguiente: la guerra que en junio de 1967 emprendió Israel contra Egipto, Jordania y Siria y que acarreó la ocupación de territorios de esos países fue en esencia una guerra justa, fruto del derecho legítimo a defenderse ante las amenazas de ataque y la concentración de fuerzas militares contra Israel. Por tanto, el Consejo de Seguridad no le exige a Israel que se retire incondicionalmente de los territorios que ocupó, sino que lo haga en paralelo con la firma de acuerdos de paz con esos países árabes que garanticen la seguridad en las fronteras de Israel, lo que implica fundamentalmente que los territorios ocupados se desarmen de armamento pesado y de largo alcance y se reduzca el número permitido de unidades militares en la zona.

Los países árabes rechazaron al principio dicha resolución del Consejo de Seguridad y exigieron la retirada incondicional de los territorios y, por supuesto, se negaron a entrar en negociaciones directas con Israel para alcanzar nuevos acuerdos relativos a la seguridad. La negativa árabe sentó la base de años de odio hasta que estalló la guerra de Yom Kippur, a partir de la cual se dieron los primeros pasos para llegar a acuerdos parciales con Siria y Egipto, hasta firmarse finalmente el acuerdo de paz con Egipto, que sigue el modelo que estableció la resolución 242 del Consejo de Seguridad.

Desde la guerra de los Seis Días se asumió en todos los sectores políticos israelíes la idea de que no habría retirada parcial o total de los territorios sin antes negociar directamente con los árabes para alcanzar acuerdos de paz que garantizasen la seguridad. Una retirada sin nada a cambio suponía no sólo admitir que la guerra de los Seis Días no había sido justa, cuando había sido una guerra defensiva, sino que además animaba a emprender acciones violentas parecidas en el futuro. Y como en un acuerdo de paz, Israel tendría que devolver territorios, mientras que los árabes tan sólo deberían firmar una declaración de intenciones; parecía que el principio de retirarse a cambio de un acuerdo de paz no sólo era de vital importancia, sino también justo desde el punto de vista ético.

La mayoría del bloque pacifista (yo entre ellos) aceptó dicho principio con la excepción de algunos que no creían que los árabes (y en especial, los palestinos) fuesen capaces de llegar a un auténtico acuerdo con Israel y reconocerle el derecho a existir, y por ello ya en los años 70 apoyaron una retirada unilateral y el final de una ocupación que podía envenenar social y moralmente a Israel.

Por supuesto, el sector de la derecha –o nacionalista, tal y como se define a sí mismo– se opuso a cualquier acción unilateral al respecto. No sólo porque a fin de cuentas no creía en la voluntad y capacidad de los árabes de llegar a un acuerdo de paz total, sino también porque tenía interés en mantener la mayoría de los territorios suponiendo que la ventaja estratégica que esa ocupación ofrecía a Israel llevaría a una paz de facto en la zona, lo cual era mejor que cualquier acuerdo. Pero dado que no se podía justificar una postura política que se negase por completo a negociar, también la derecha propuso dialogar, pero exigiendo unas condiciones durísimas, como el cese de los actos terroristas y el reconocimiento árabe de la legitimidad de la existencia del Estado de Israel, y todo ello bajo la premisa de que, aunque la otra parte cumpliera esas condiciones, el alcance de las concesiones israelíes sería bastante reducido.

En cambio, durante los últimos años ese principio tan sagrado ha ido perdiendo fuerza, no sólo entre los pacifistas sino incluso en el bloque nacionalista. La primera retirada unilateral sin acuerdo previo se produjo en el sur de Líbano en el año 2000, una retirada que ha traído relativa calma a la zona. Y ahora se empieza a hablar de una separación unilateral dentro del propio Israel. Es decir, retirarse de los territorios ocupados en el año 1967 sin llegar antes a un acuerdo con el otro lado y sin recibir nada a cambio –ni siquiera verbalmente– de los palestinos.

¿Acaso así se ha acabado con uno de los principios morales fundamentales durante muchos años en la política israelí? ¿Llevan razón aquellos –sobre todo entre la derecha, aunque también los hay entre la izquierda, como Yossi Beilin– que dicen que actuando unilateralmente Israel está en realidad rindiéndose al terrorismo palestino y animando a que en el futuro se vuelva a emplear la violencia contra él? ¿Tiene sentido la previsión de que aunque ahora haya cierta calma ésta será temporal y no conducirá a ninguna solución a largo plazo?

Primero resumiré mi postura en relación con estas cuestiones y después intentaré justificarla.

Si el Estado de Israel no hubiera levantado asentamientos en los territorios ocupados y simplemente hubiese mantenido allí fuerzas militares, yo seguiría siendo fiel a ese principio del que hablaba antes, es decir, el de retirarse sólo a cambio de un firme acuerdo de paz y del compromiso de los palestinos de vivir en buena vecindad con los israelíes; pero el establecimiento unilateral de asentamientos en los territorios cambió por completo la concepción de la situación en que se basaba la resolución 242, y por tanto está justificado moralmente que ahora una medida unilateral anule aquella otra medida unilateral.

Pues, en realidad, ¿qué es lo que se está queriendo decir con los asentamientos? Se les está queriendo decir a los árabes que, aunque reconozcan al Estado de Israel y se comprometan a vivir en paz con los israelíes, hay parte de los territorios que ya nunca se les devolverá.

Establecer fuerzas militares en el futuro Estado palestino es legítimo mientras sea para garantizar que realmente se está llevando a cabo el desarme de la zona y no se está creando una nueva infraestructura terrorista. Una base militar extranjera ocupa un lugar limitado, tiene unas misiones concretas y una vez que se alcanza la paz en la zona se desmantela. Eso fue lo que ocurrió con las bases militares que tanto Estados Unidos como la antigua Unión Soviética establecieron en diferentes países. Sin embargo, un asentamiento de civiles es algo esencialmente distinto, porque, primero: no se puede justificar como medida defensiva; segundo: no evita el terrorismo sino todo lo contrario, lo provoca y con ello hace que tengan que instalarse fuerzas militares para defender a los colonos, y tercero: no es algo temporal, esto es, los civiles no se instalan en un lugar para abandonarlo cuando se alcance la paz, por lo que, en definitiva, se les está dando a entender a los palestinos que, aunque lleguen la paz y la conciliación a la zona, seguirán pagándolo con parte de su tierra.

La creación de los asentamientos fue una medida unilateral a la que todo el mundo –incluidos los mejores aliados de Israel– se opuso y que elimina el fundamento moral en que se basaba el principio sagrado durante tanto tiempo de “territorios a cambio de paz”, el cual servía de base a la resolución 242 de la ONU y que era aceptado por el bloque pacifista israelí.

Así pues, moralmente hablando, Israel debe llevar a cabo una acción unilateral parcial que implique el desmantelamiento de muchos asentamientos, y todo ello sin recibir absolutamente nada a cambio por parte de los palestinos. Pero en el momento en que se complete la retirada y se establezca una nueva frontera, incluso si no es la definitiva ni la acordada según los palestinos, Israel recuperará la legitimidad moral para defenderse con firmeza de cualquier acto terrorista u hostil.

Por tanto, todos aquellos –tanto entre la derecha como entre la izquierda israelí– que consideran que hacer concesiones unilaterales en estos momentos significa “premiar el terrorismo” deben saber que lo que “manchó moralmente” a Israel no fue la ocupación militar, sino la creación de los asentamientos de colonos. Y también los palestinos, que ahora no están dispuestos a llegar a ningún acuerdo por empeñarse en el derecho de retorno o en otras cuestiones, deben saber que el desmantelamiento de los asentamientos en Gaza y la retirada del ejército de allí crean para ellos una nueva situación. Y si pretenden continuar enfrentándose a Israel también tras la retirada, la reacción israelí se regirá entonces por reglas totalmente distintas, mucho más duras, por lo que será mejor que sean prudentes al respecto. No obstante, según las primeras y prometedoras reacciones en la calle palestina, incluso entre los extremistas, parece que los palestinos son conscientes del nuevo equilibrio moral que habrá ahora entre ellos y los israelíes.

Así que, en definitiva, creo que tras el desmantelamiento de los asentamientos no nos espera un aumento del terrorismo, sino precisamente un periodo de relativa calma, tal y como ocurre ahora en Líbano.