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3.- Los neoconservadores en las 'alturas del poder'
LV, 24/01/2004

Aunque la prensa se ha fijado sobre todo en Paul Wolfowitz y Richard Perle, unas dos docenas de miembros menos conocidos del grupo neoconservador ocupan lo que Lenin habría considerado las “alturas del poder” en el Gobierno de Bush.

Tradicionalmente, en el sistema político estadounidense el vicepresidente casi no desempeñaba papel alguno. Sin embargo, en el Gobierno de Bush, el vicepresidente Cheney es en la práctica el copresidente. Durante el periodo de transición desde la presidencia anterior se encargó de nombrar a casi todos los neoconservadores; luego, una vez en sus cargos, se dedicó a promover activamente sus programas. En una serie de declaraciones públicas, defendió la invasión de Iraq, acusando a Saddam de estar armado y dispuesto a atacar Estados Unidos, así como de colaboración con los terroristas de Ossama Bin Laden.

Dado que las organizaciones de inteligencia establecidas no encontraron pruebas de sus acusaciones, realizó unas visitas sin precedentes a la sede de la CIA para presionar a los analistas y que proporcionaran unas respuestas juzgadas aceptables. De modo más general, la vicepresidencia se convirtió, bajo la dirección de su jefe de Estado Mayor, Lewis Libby, en el puesto de mando de los neoconservadores.

Mientras tanto, en el Pentágono, dos neoconservadores clave orquestaron algunos movimientos bajo el amparo del subsecretario Paul Wolfowitz. Douglas Feith, subsecretario adjunto, es el tercer funcionario en importancia del Departamento de Defensa. Como otros miembros de la camarilla, se le conocen estrechas relaciones con la “derecha dura” israelí y, antes de su nombramiento, trabajó como asesor del entonces primer ministro Binyamin Netanyahu. A sus órdenes se encuentra Stephen Cambone, subsecretario de Defensa para Asuntos de Inteligencia, quien se destacó en la campaña para atacar Iraq.

A las órdenes de Cambone se encuentra uno de los neoconservadores más importantes pero menos conocidos, Abram Shulsky. Ante las dudas acerca del éxito de la presión ejercida por el vicepresidente Cheney sobre la CIA, Shulsky recibió el encargo de crear un nuevo organismo, la Oficina de Planes Especiales, orientada esencialmente a sustituir todo el sistema de los servicios de inteligencia estadounidenses. Si bien nunca se admitió, su tarea efectiva consistía en demostrar la acusación neoconservadora, avanzada de modo agresivo por Cheney, de que Saddam Hussein, en conjunción con su aliado Ossama Bin Laden, estaba dispuesto a atacar Estados Unidos con un arsenal de armas de destrucción masiva. Nada de todo esto se ha demostrado, pero sirvió de justificación para la invasión de Iraq.

En el Departamento de Estado, el neoconservador John R. Bolton fue nombrado subsecretario, según los mentideros de Washington, para neutralizar al secretario de Estado, el general Colin Powell, y para silenciar el organismo de valoraciones del departamento, la Oficina de Inteligencia e Investigación. Bolton nombró como principal asesor a otro neoconservador, David Wurmser, que había sido durante un tiempo asesor del primer ministro israelí Netanyahu. La esposa de Wurmser, Meyrav, que es ciudadana israelí, fue cofundadora (junto con el coronel Yigal Carmon, antiguo miembro de los servicios de inteligencia israelíes) del Instituto de Investigación Mediática de Oriente Medio (Memri), que ha actuado en Estados Unidos como conducto propagandístico de la derecha israelí.

También en el Departamento de Estado, Richard Haass fue nombrado director del Consejo de Planificación de Políticas, cargo que ocupó hasta convertirse en el 2003 en presidente del Consejo sobre Relaciones Exteriores.

Mientras tanto, en la Casa Blanca, Elliot Abrams fue puesto al frente de Oriente Medio en el Consejo de Seguridad Nacional. Más conocido por su papel en el asunto Irán-contra, una de las campañas más vergonzosas de la historia estadounidense reciente, Abrams fue acusado en 1991 de dos cargos de ocultación de información al Congreso; se declaró culpable, resultó condenado y luego indultado por el primer presidente Bush. Debido a estos polémicos antecedentes, la Casa Blanca lo ha mantenido un tanto apartado de la luz pública y no permite que lo entreviste la prensa. Viejo colega y amigo de Wolfowitz y Perle, está casado con la hija de dos fundadores del movimiento. Y, de modo tan importante como su contribución a la elaboración de la política exterior, Abrams también ha actuado de vínculo entre los neoconservadores y los fundamentalistas cristianos del sur, que apoyan su política hacia Israel.

En el sistema político estadounidense, las “alturas del poder” también existen fuera del Gobierno en los negocios, la comunidad universitaria y los “laboratorios de ideas” ideológicamente receptivos. Entre esos influyentes ámbitos, los actores se mueven con frecuencia y facilidad. Uno de los más importantes de estos a veces funcionarios y a veces publicistas ha sido James Woolsey, antiguo director de la CIA. Otros, como William Kristol, director de la influyente revista neoconservadora “The Weekly Standard”, son activos partidarios en el mundo de la prensa.

Desempeñando un papel más oscuro también estaba otro neoconservador. Sólo él se encontraba en posición de convertirse en el máximo experto sobre Afganistán, aunque ha sido mucho más que una figura regional. Depositario de la confianza del vicepresidente electo Dick Cheney, se le encomendó la delicadísima tarea de colocar en el poder a todo el grupo neoconservador durante la transición a la Administración Bush.

El afgano-estadounidense Zalmay Jalilzad es una anomalía entre los neoconservadores, porque es de origen musulmán. Es, desde luego, la “rara avis” dentro del grupo. Hijo de una adinerada familia pastún, Jalilzad estudió en Kabul bajo el patrocinio real y asistió a la Universidad Estadounidense de Beirut antes realizar estudios de posgrado en la Universidad de Chicago. Ahí, como Wolfowitz, estudió con el estratega de armas nucleares Albert Wohlstetter. Tras obtener el doctorado en 1979, enseñó brevemente en Columbia con Zbigniew Brzezinsky, el antiguo director del Consejo de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter. Luego, en 1984, obtuvo una beca de investigación en el Departamento de Estado, donde trabajó con Wolfowitz en el Consejo de Planificación de Políticas. En el primer Gobierno de Bush, Wolfowitz lo nombró subsecretario adjunto de Políticas del Departamento de Defensa. Durante los dos mandatos de Clinton, dejó el gobierno y aceptó un puesto en la RAND Corporation, donde creó el Centro para Estudios sobre el Gran Oriente Medio.

Estando en la RAND, Jalilzad se convirtió en asesor de la gran compañía petrolera californiana, Unocal, que intentaba entonces conseguir la aprobación del gobierno talibán para construir un oleoducto multimillonario a través de Afganistán. Como otro neoconservador, Richard Armitage, actuó de “lobbista” para que el gobierno de Clinton adoptara una postura menos rígida con los talibán escribiendo sorprendentemente en “The Washington Post”: “Los talibán no practican el estilo de fundamentalismo antiestadounidense que se practica en Irán”. Después de que los talibán fueran implicados en el ataque contra embajadas estadounidenses en África oriental, Unocal puso fin a sus intentos de obtener la concesión. Jalilzad cambió abruptamente de posición y empezó a llamar Estado “delincuente” a Afganistán. Tras el derrocamiento del régimen talibán, Jalilzad fue nombrado enviado especial para Afganistán, donde esencialmente seleccionó al nuevo gobernante afgano, Hamid Karzai. En noviembre del 2003, fue nombrado embajador estadounidense en Afganistán, un cargo mejor descrito como proconsular que como diplomático.

Mucho antes de estos acontecimientos, Jalilzad empezó a defender el derrocamiento de Saddam Hussein. Su oportunidad llegó a finales del 2001, cuando el vicepresidente Dick Cheney lo nombró asesor presidencial especial para la región del Golfo. Eso le dio una base de poder en el Consejo de Seguridad Nacional y a partir de ahí fue nombrado “enviado especial y embajador para los iraquíes libres” del presidente. Desde este puesto, desempeñó un papel clave en la preparación de la invasión de Iraq y sirvió de nuevo como “hacedor de reyes”, al apadrinar la campaña a la jefatura iraquí del candidato de los conservadores, Ahmed Chalabi.