Turkestán, el principal problema nacional de China (2/2)

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El crisol afgano

Muchos uzbecos como Jodyiev huyeron de la represión de los noventa hacia Tadjikistán y se integraron allá en la guerrilla, con santuarios en Afganistán. Conocido por su nombre de guerra, Dyumá Namanganí (el de Namangan), Jodyiev creó en Kabul, en 1995, una guerrilla: el Movimiento Islámico de Uzbekistán (MUI). Lo hizo en compañía de Tajir Yuldash, nacido en 1968, también en el valle de Ferganá, e ideólogo del grupo.

Pasados por la experiencia guerrillera tadjica, en Afganistán los uzbecos ya estaban instalados en la idea de derrocar por las armas el régimen poscomunista uzbeco del Presidente Islam Karimov. Esa idea sintonizaba y se integraba perfectamente con el proyecto de la internacional guerrillera sunita promocionada, contra la URSS e Irán, por Estados Unidos, Arabia Saudí y Pakistán en el Afganistán de los ochenta (el área Ben Laden), y que en los noventa adquirió vida propia y se volvió contra sus creadores.

"La idea era que si caía Uzbekistán, el estado más fuerte y estable de la región, todo lo demás caería como un castillo de naipes", explicaba el funcionario.

Con esa idea, en 1999 y 2000 el MUI efectuó incursiones guerrilleras en Uzbekistán y Kirguizstán, incluida la espectacular ola de atentados del 16 de febrero de 1999 en Tashkent, la capital uzbeca. En su apogeo, el ejército de Namanganí contaba 3.000 hombres. En sus filas había no solo uzbecos, sino también ciudadanos de todo el Turkestán; kazajos, tadyicos, kirguizes, uigures y hasta algunos chechenos. Su base estaba en una antigua fábrica de algodón de la provincia de Kunduz, del norte de Afganistán.

Tras el 11 de septiembre neoyorkino, cuando Kunduz cayó ante la ofensiva de la "Alianza del Norte" en noviembre del 2001, pude ver muchos prisioneros de aquel ejército del norte de Afganistán. Estaban siendo interrogados por la CIA en la fortaleza de Kalai Jangí, cerca de Mazarí Sharif. Eran unos 500. En calidad de "extranjeros", aquellos "internacionalistas de la jihad", habían quedado fuera de las componendas interafganas que rodearon la rendición de Kunduz. Los combatientes paquistaníes habían sido repatriados en avión a Pakistán, y los talibán locales, simplemente fueron acomodados a la nueva situación, como suele ocurrir en Afganistán. De "Namanganí" se decía que había muerto, pero a su ideólogo, Tajir Yuldash, se le consideraba escapado.

Muchos presos ni siquiera habían sido registrados y llevaban armas y granadas escondidas entre su ropas. Cuando se dieron cuenta de que los entregaban a los estadounidenses -algo no previsto en el pacto de su rendición- se rebelaron, mataron a uno de los interrogadores de la CIA, el oficial John Spann, primera víctima estadounidense en aquella campaña, y consiguieron hacerse fuertes en la fortaleza.

Durante varios días Kalai Jangí fue bombardeada por un solo avión estadounidense con todo tipo de bombas, incendiarias de fragmentación, "penetradoras". De aquellos 500 presos sólo sobrevivieron 80. Muchos de ellos estaban gravemente heridos y casi todos hambrientos. Fueron localizados en los recovecos de los sótanos de la fortaleza. Para hacerlos salir se bombeaba gasolina en los sótanos y se les prendía fuego. La mayoría de ellos fueron a parar a Guantánamo.

La situación al otro lado

En Xinjiang, la parte china del Turkestán, las repentinas independencias de las repúblicas soviéticas de Asia central, la inseguridad de las autoridades chinas ante el derrumbe del bloque del este y de la URSS -patente en las vacilaciones y divisiones en el seno del Partido Comunista Chino con ocasión del movimiento de Tiananmen de la primavera de 1989- y la general eclosión del activismo islámico, estimularon el nacionalismo uigur.

La analogía estaba clara y legitimaba el impulso nacionalista uigur; si al otro lado de la frontera, turkmenos, kazajos, uzbecos, kirguizes y tadjicos habían recibido estados independientes, no había razón para que los uigures no hicieran lo propio. Se perdía así de vista un aspecto fundamental.

La URSS había sido un estado federal, compuesto por repúblicas nacionales y en el que los no rusos ya eran mayoría. La República Popular China, aunque reconoció la existencia de naciones -a diferencia de la China nacionalista anterior a 1949- es un estado unitario con tres autonomías nacionales; Xinjiang, Tibet y Mongolia Interior. Si en los años setenta y ochenta, las repúblicas del Asia Central soviética más bien se habían desrusificado y hecho más "nacionales", en Xinjiang había pasado lo contrario; allí lo que había avanzado era la sinificación. Además, la lógica de la lucha interna por el poder en Pekín ni había degenerado hasta los extremos rusos, ni nadie aceptaba el escenario de una ruptura del estado, como había ocurrido en Moscú. Así que, más allá de la mera inspiración, el desmoronamiento soviético no aportaba gran cosa en la práctica a los uigures.

En los ochenta la ideología sovietizante de los activistas uigures del norte de Xinjiang, la línea del STHP, imperante durante los años de malas relaciones con la URSS, había desaparecido por completo, pero en el sur, la zona uigur más tradicionalista, cobraba fuerza el islamismo revolucionario.

La apertura había permitido no solo un mayor contacto y tráfico de ideas nacionalistas procedentes de la diáspora uigur soviética, sino también de influencias religiosas. El auge comercial con Pakistán a través de la frontera del Karakorum había traído predicadores de ese país y la victoria de la guerrilla islámica contra la URSS en Afganistán estaba cargada de sugerencias.

Aunque la información disponible es menor, el sentido común, y la realidad de los prisioneros uigures de Guantánamo, sugieren que entre los uigures hubo también trayectorias similares a las de los uzbecos Jodyiev y Yuldash. Esta evolución es la que conduce al primero de los dos levantamientos que la región conocería en los noventa.

Se registró en abril de 1990, en el distrito de Akto, unos 30 kilómetros al sur de Kashgar. Un activista llamado Zajidyn Yusuf se levantó allí en armas y proclamó la "guerra santa", hasta que su grupo fue exterminado por el ejército chino, con el balance de varias decenas de muertos. Entre sus eslóganes, figuraba una hostilidad al socialismo y la afirmación de que si en el pasado el marxismo había suprimido la religión, había llegado la hora de que la religión suprimiera al marxismo.

El segundo levantamiento fue en Kuldjá (Yining), donde en febrero de 1997 se registraron disturbios masivos, con decenas de muertos y centenares de detenidos. El último caso conocido de un uigur ejecutado por su participación en aquellos disturbios fue el de Sher Alí, en noviembre del 2003. Posteriormente, en junio/julio del 2004, otros tres activistas uigures (Kürban Tudaji, Aihe Maititashi y Luojeman Maimaiti) fueron ejecutados por "preparar explosivos" y "entrenar terroristas".

"Influidas por el extremismo religioso, el separatismo y el terrorismo internacional, en los años noventa, las fuerzas del "Turkestán Oriental" se volcaron, desde fuera y dentro de China, hacia las actividades separatistas y de sabotaje con la violencia terrorista como principal medio", señala la narración oficial de aquella época expuesta en el "Documento blanco" del gobierno chino sobre Xinjiang, divulgado en mayo del 2003. La acción del proselitismo religioso, llevó a las autoridades chinas a cerrar la frontera del Karakorum entre 1992 y 1994. Cuando se volvió a abrir, una redada expulsó de Xinjiang a 450 ciudadanos pakistaníes.

Si muchos fueron los factores internos y externos que complicaron los años noventa, es innegable que, al igual que en Uzbekistán, la represión jugó también un papel en la radicalización del activismo político en Xinjiang.

A partir de 1996, Pekín inició una ofensiva en toda regla contra el separatismo uigur con la campaña "golpear duro", cuyos excesos han alimentado los informes de las organizaciones de derechos humanos occidentales desde entonces.

La campaña recogía las enseñanzas de las "debilidades" de los ochenta y se enfocó hacia todos los frentes; represión del nacionalismo (separatismo), puesta en cintura de la religión, depuración de "elementos débiles" en el propio partido y estímulo de la emigración y colonización de chinos Han. La prohibición de las asociaciones locales informales ("meshrep") y la detención de grupos religiosos en Kuldjá, en aplicación práctica de la nueva política, fue lo que desencadenó los disturbios de marzo de 1997 en esa ciudad.

Según Amnesty International, las sucesivas campañas emprendidas a partir de 1996 generalizaron la tortura y la violación de derechos básicos. Sólo entre abril de 1997 y 1999, se registraron, como mínimo, 199 ejecuciones vinculadas a delitos políticos en Xinjiang. Esta represión parece haber alimentado, y posteriormente, aplastado, una fuerte respuesta violenta de parte del nacionalismo uigur.

Según otro informe oficial chino, entre 1990 y 2001 varios grupos separatistas uigures fueron responsables de más 200 atentados en Xinjiang, con 162 muertes y 440 heridos.

Paralelamente, en 1996, se creó la Organización de Cooperación de Shanghai, con China, Rusia, Kazajstán Kirguizstán, Tadjikistán, y, desde 2001, Uzbekistán, en cuyo seno las cuestiones de seguridad regional y antiterrorismo se fueron haciendo cada vez más notorias.

Después del 11 de septiembre del 2001, todo eso recibió la "bendición global" del nuevo discurso imperial de Washington. Como tantos otros países, China intentó aprovechar al máximo la nueva situación para recibir contrapartidas en su propia política en Xinjiang. En su balance del año 2001 sobre el terrorismo uigur, Pekín insistió en que los autores de las violencias y atentados registrados en Xinjiang en los noventa, habían sido unos 100 activistas entrenados por la red de Ben Laden en Afganistán. Probablemente esa conexión se exageró, pero la experiencia sugiere que puede tener algún fundamento.

Mas allá de los beneficios desprendidos de la concentración de Washington en "desafíos" ajenos (hay que recordar que hasta el 2001, China figuraba en los documentos de la administración Clinton y Bush como el "próximo enemigo"), los resultados fueron ambiguos.

Las autoridades chinas reclamaron inmediatamente la extradición de los presos de Kunduz y de otros capturados en otros lugares a lo largo de la campaña afgana. El General Francis Taylor, un enviado especial estadounidense para cuestiones antiterroristas, se negó a precisar cuantos uigures habían sido apresados pero declaró que Estados Unidos no extraditaría a los chinos, "porque no son considerados terroristas".

La sospecha, y la experiencia de medio siglo de política estadounidense fomentando el terrorismo en diversas partes del mundo, es que no todos los que ponen bombas y cometen atentados son terroristas. Si el objetivo de tal actividad es un país considerado rival o demasiado autónomo en su comportamiento, como es el caso de China o Rusia, puede hablarse de "liberación nacional", o incluso de "luchadores por la libertad", el nombre que Ben Laden, Gulbudin Hekmatyar, la mafia cubana de Miami, o la "contra" nicaraguense, recibieron en Washington en diferentes épocas. Como es obvio, todo depende de los intereses del momento y del estado de las relaciones.

"Estados Unidos no ha designado, ni considera terrorista a la Organización del Turkestán Oriental", declaró Taylor en una conferencia de prensa celebrada aquel año en Paquistán. "Hemos discutido con los chinos el hecho de que, aunque esa gente haya estado efectivamente envuelta en actividades terroristas en Afganistán, los legítimos asuntos económicos y sociales que enfrentan a la gente en el noroeste de China, no son necesariamente asuntos de antiterrorismo", dijo el General. Un año después, en agosto de 2002, China recibió el premio de ver incluida la organización de Hasan Majsum, el "Movimiento Islámico del Turkestán Oriental" en la lista de organizaciones terroristas del Departamento de Estado, pero hoy, tres años después, Pekín todavía está negociando con Washington la extradición de los 22 activistas uigures capturados en Afganistán y aún recluidos entre los 600 presos de Guantánamo. La última declaración de Colin Powell (agosto del 2004) ha dejado claro que no habrá extradiciones.

La actitud general viene también definida por el hecho de que los aparatos de la propaganda de la guerra fría siguen trabajando a fondo en el frente chino y apuntando directamente a la política de nacionalidades china. "Radio Free Asia" tiene emisiones en uigur y tres dialectos tibetanos, además de mandarín, cantonés y dialecto Wu, y organizaciones vinculadas a la CIA, como el "National Endowment for Democracy", subvencionan el activismo uigur. La "Uighur American Association", acaba de abrir una nueva oficina en Washington, cerca de la Casa Blanca, gracias a este tipo de subvenciones.

Muy dividido, el exilio uigur de 13 países anunció, en un congreso realizado en Munich en abril del 2004, la creación de una organización unitaria; el Congreso Mundial Uigur (CMU). Como presidente fue elegido un veterano propagandista de otro aparato de la CIA, "Radio Liberty", nacionalizado alemán; Erkin Alptekin. De 65 años de edad, laico, huido de China con su familia cuando era niño, Alptekin dice condenar la violencia y pregonar, como el Dalai Lama, no la independencia sino una amplia autonomía. El primer viaje de Alptekin como presidente del CMU, fue a Estados Unidos en mayo/junio del 2004, donde fue recibido por varios influyentes congresistas para irritación de China.

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