´multiculturalismo: ni suspenso ni aprobado´, Rafael Ramos

multiculturalismo: ni suspenso ni aprobado

En el barrio de Aston, a la sombra del campo de fútbol del Aston Villa, alrededor de un 30% de los vecinos ha nacido en el extranjero. La mayoría son hijos del imperio y de la Commonwealth, pero también hay refugiados que han huido del terror y la dictadura gracias a un sistema de asilo político generoso, y en menor medida fontaneros polacos o nuevos emigrantes de la antigua Europa del Este. Todos ellos, con los ingleses de pura cepa, viven juntos pero no revueltos en el gran rompecabezas multicultural, como los colores de un arco iris.

La conmoción de que los autores de los atentados de hace un año fuesen ciudadanos británicos de origen asiático y africano ha sometido a examen una fórmula de convivencia que exalta la riqueza de las diferencias culturales, religiosas y sociales de los grupos que conviven, sin necesidad de que adopten idénticos valores, se emocionen del mismo modo con la bandera de la Union Jack o las notas del God Save the Queen,o sean antipatrióticos por apoyar al equipo de cricket de Pakistán frente a Inglaterra.

"Una elemental observación de la realidad sugiere que otros modelos que fomentan la uniformidad, como el francés o el estadounidense, tienen también sus limitaciones muy considerables y puede decirse que son responsables de la creación de una cultura del gueto donde las minorías étnicas se sienten atrapadas en un círculo vicioso de desigualdad, falta de oportunidades y marginación del que resulta casi imposible salir - destaca el profesor de ciencias políticas Patrick Atwater-. El multiculturalismo tiene sus deficiciencias y es necesario hacerle una puesta a punto, pero no se le puede condenar por la tragedia de hace un año". Para poner la cuestión en perspectiva conviene recordar que de los ochenta millones de habitantes del Reino Unido, tan sólo un 8% pertenece a minorías étnicas, y que en Escocia y Gales la cifra tan sólo alcanza el 2,3% y en Irlanda del Norte el 0,75%. Pese a tratarse por tanto de sociedades eminentemente blancas, un paseo por determinadas barriadas de Glasgow puede parecer un recorrido por Karachi o Calcuta, tanta es la concentración de los grupos por razón de su origen.

El auténtico crisol del multiculturalismo es Londres, donde reside un 45% de los británicos no autóctonos, y curiosamente es donde funciona mejor, ya sea por la vitalidad de la ciudad, su cosmopolitismo o la prosperidad económica. Regiones como Yorkshire, Lancashire o las Midlands, donde el porcentaje de minorías oscila entre el 6% y el 10%, son mucho más conflictivas y el escenario de los disturbios raciales de Bradford, Burnley, Birmingham y Oldham, no necesariamente siempre entre blancos y asiáticos, sino por ejemplo entre bengalíes y caribeños. "La fricción - sugiere el sociólogo John Paulse- se produce cuando entran en juego los intereses económicos, los tabús y los tics culturales de dos o más tribus, casi siempre se trata de una lucha por el territorio". Tan sólo cuatro de los diputados de los Comunes son musulmanes, cuando por demografía deberían ser unos 20.

La periodista Melanie Phillips sostiene en su libro Londonistan que la fetua emitida contra Salman Rushdie en 1988 fue un momento decisivo - junto con la guerra de Bosnia- en la radicalización de la comunidad islámica de Gran Bretaña y en la adopción de una cultura de la violencia - o cuando menos tolerancia hacia ésta- que culminó en los atentados del 7-J. Phillips precisa que esta cultura "ha desembocado en el desafío al Estado de derecho y la libertad de expresión, en el fanatismo religioso y en la creación de un ente político hostil que se presenta como víctima cuando en realidad es el agresor". Su línea de ataque al multiculturalismo es la más dura, y lo considera responsable del creciente antisemitismo, la decadencia de los valores y la crisis de la familia, el "desequilibrio" que a su juicio existe entre la "defensa exagerada" de los derechos y costumbres de las minorías, y la preservación de la cultura mayoritaria.

Es interesante, sin embargo, que el propio Salman Rushdie aplauda a Gran Bretaña "como uno de los países más decidididamente multiculturales", y lamente que "las bombas de julio pasado hayan subrayado la existencia de una cultura del gueto que se traduce en diferentes grupos que conviven pacíficamente bajo el paraguas vagamente definido de la pax britannica".No todos los ataques al multicutlturalismo son tan ácidos como el de Phillips desde su columna en el ultraconservador Daily Mail o el del arzobismpo anglicano de York, John Sentaum, que se rasga las vestiduras por los "daños a la identidad nacional inglesa". Un juicio más equilibrado es el de los habitantes de barrios tradicionalmente blancos y de clase trabajadora, como Plumstead o Woolwich, en el sudeste londinense, que se han transfigurado por la llegada de inmigrantes en las últimas décadas (se hablan unos 150 idiomas).

La opinión mayoritaria, equidistante entre defensores a ultranza y críticos acérrimos es que el multiculturalismo británico necesita una revisión. Trevor Phillips, director de la Comisión para la Igualdad Racial, advierte del peligro de una creciente marginación de comunidades como la pakistaní, la bengalí o la somalí, que no se identifican con la forma de vida británicas, con un elevado paro y pobreza, donde predicadores radicales tienen un cierto éxito al demonizar a Occidente por las guerras de Iraq y Afganistán o los abusos del Estado de Israel hacia los palestinos, y canalizar así la rebelión juvenil de la segundas y terceras generaciones hacia la violencia y el fanatismo religioso.

Rafael Ramos, lavanguardia, 6-VII-06