La crisis de RTVE

La crisis de RTVE
A. R. de Paz, LV, 10-X-2004.

RTVE sufre la peor crisis de su historia. A pesar de arrastrar una deuda de dimensiones gigantescas y sufrir el descenso sostenido de la audiencia, el ente está obligado a esperar como mínimo un año para que le apliquen la solución que debe establecer un grupo de expertos

Aseguran en Prado del Rey que si hubieran montado un circo, los enanos medirían ya dos metros de altura. Y no es una exageración. La televisión pública estatal está inmersa en un estado de desconcierto absoluto, del que parece difícil que se desprenda a corto plazo. Sobre todo, cuando el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha resuelto que cualquier solución a los numerosos males del ente pasa de manera obligatoria por esperar a que el denominado comité de sabios dictamine cómo será –y por ende, cómo se financiará y gobernará– Radiotelevisión Española. Día tras día, la situación de RTVE supera lo que hasta entonces parecía ser el fondo: no sólo sus números rojos producen vértigo sino que, para más inri, la programación que ofrece actualmente no consigue poner freno a la hemorragia en que se ha convertido la pérdida continua de espectadores.

En el mejor de los casos, la solución a este enfermo instalado desde hace demasiado tiempo en la UVI no podrá debatirse en el Parlamento hasta dentro de un año y amenaza con estallarle en la cara al gobierno de Rodríguez Zapatero.

La recurrente deuda histórica de RTVE se cerrará este año con 7.000 millones de euros en pérdidas, lo que supera de lejos la barrera del billón de pesetas. Este saldo negativo de dimensiones elefantiásicas, sólo comparable a la deuda que arrastra un organismo como Renfe, representa más de un tercio del agujero oculto que Pedro Solbes ha utilizado para calificar de ficticio el déficit cero del que alardeaba el gobierno del PP.

Como el resto de mimbres que definir por el comité de sabios, la solución a estos preocupantes números rojos tendrá que esperar. Así lo demuestra el presupuesto previsto para el 2005, donde la subvención directa del Estado (78 millones) se congela y está contemplado que el ente se endeude de nuevo en más de 600 millones de euros.

El ahora principal partido en la oposición critica este aplazamiento de los socialistas, al tiempo que éstos se defienden señalando que durante los ocho años el gobierno de Aznar, además de no acabar con la deuda ni proporcionar una financiación estable a RTVE, el agujero financiero se multiplicó por cinco.

Lo que resulta innegable es que haber estado desde el 2000 bajo el control de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) le ha reportado al ente escasos resultados positivos. No es sencillo explicar por qué el plan de viabilidad de la SEPI quedó retrasado hasta el 2005. Después, por tanto, de las elecciones generales.

Esta tutela no ha servido tan siquiera para llegar a un acuerdo sobre la racionalización de las tareas y categorías de los 11.000 trabajadores que conforman la radio y televisión pública. Ni tan sólo han conseguido implantar una contabilidad analítica. Sigue siendo imposible, por ejemplo, algo en principio tan sencillo como saber con exactitud cuánto cuesta producir un programa dentro de la cadena estatal.

Y todo ello con el aliento del comisario de la Competencia de la Unión Europea, Mario Monti, en el cogote, por considerar que no se ha clarificado el sistema de financiación de RTVE y que es inaceptable que ésta cuente con una capacidad de endeudamiento ilimitada.

Entre tanto, los directivos de RTVE se defienden de la pérdida de audiencia asegurando que “tienen las manos atadas”, que no pueden competir porque el presupuesto está completamente agotado. Carmen Caffarel ha asegurado que la práctica totalidad de las partidas estaban ya comprometidas a finales de abril.

Además, en virtud de los principios defendidos con insistencia por los dirigentes socialistas, TVE tiene vetada esa programación barata, alimentada por el cotilleo y la telerrealidad, con que las televisiones privadas están obteniendo buenos resultados. Productos muy cercanos a los que muchos consideran como telebasura, enormemente criticada pero que arrastra a una gran cantidad de espectadores. Aparte de alimentar horas y horas de los magazines que se distribuyen a lo largo de la parrilla diaria, la sexta edición de Gran hermano (T5) sigue contando con una audiencia media de cuatro millones y el encierro de famosos en La granja (A3) tiene tres millones de seguidores.

Para dar cuenta de la crisis de audiencia en la que se encuentra TVE sólo es necesario echar un vistazo a sus registros. El pasado mes de septiembre, emblemático porque supone el arranque de la temporada en televisión, se cerró para la cadena pública en el tercer puesto, con una cuota de pantalla del 19,5%, el peor dato de su historia. En la lista de las treinta emisiones más vistas sólo aparecieron cuatro espacios de TVE1: dos partidos de Liga de Campeones (Bayer Leverkusen-Real Madrid y Barcelona-Shakhtar Donetsk) y dos capítulos de Ana y los siete (uno de esos productos delos que el equipo Caffarel no está especialmente orgulloso de programar y que ya ha anunciado que es su última temporada, a pesar de la buena acogida del público).

Las limitaciones presupuestarias explicarían en buena parte que el nuevo equipo no haya podido presentar programas diseñados a su medida, con la obligación de competir en horario de máxima audiencia. Por el momento, sus registros más suculentos dependerán de los aciertos de los delanteros de los equipos españoles que juegan la Liga de Campeones y del ansiado regreso de la popular serie Cuéntame cómo pasó. Paradójicamente los programas de los fichajes estrella como Júlia Otero y Gran Wyoming están aún por llegar, cuando la temporada está más que comenzada.

Por ahora, las principales novedades que se perciben en la parrilla se centran sobre todo en el canal minoritario de La 2 o en horarios menos prioritarios, como la tarde y la medianoche. Asumiendo las reivindicaciones socialistas, han incrementado la oferta de programas culturales y de debate. Como baluarte de la nueva era se presentó también el programa sobre sexo de Lorena Berdún, Dos rombos, que al menos ha conseguido aguantar el fuerte empuje de Crónicas marcianas (T5). Por contra, el magazine de la tarde que le han encargado a Juan Ramón Lucas todavía no ha podido hacer daño a sus competidores.

Para mayor disgusto de los que llevan las cuentas, el peligroso descenso de la audiencia en TVE no se ha dado de una forma uniforme, sino que afecta en mayor medida a los espectadores más jóvenes y aquellos que viven en las grandes ciudades. Este descenso, además de cuestionar la función de servicio público del ente (porque corre el riesgo de convertirse en una oferta peligrosamente minoritaria), afecta de forma seria a las previsiones de ingresos publicitarios, que dependen de la cuota de pantalla y el perfil de los espectadores. Los consejeros de RTVE por el PP calculan que a causa de la caída de los últimos meses la cadena podría dejar de ingresar hasta cien millones de euros. Los populares defienden que el nuevo equipo pretende llevar al ente al borde del abismo para justificar una posterior privatización.

El diagnóstico sobre la oferta de TVE1 realizado por los analistas produce escalofríos. “La mañana se tambalea, sobre todo ahora que les han prohibido repetir las recetas de su ex estrella Arguiñano. Han perdido la tarde, tradicional colchón para amortiguar otras carencias, y en el prime time han quedado descolgados de la competencia con las privadas”, explica uno de ellos. Por eso, no es de extrañar que desde el sector se aventure que la situación puede empeorar todavía más, lo que llevaría a La Primera a quedar, por primera vez en la historia, por debajo de los canales autonómicos. “¿Qué pasará cuando descanse la Champions o si pinchan los equipos españoles?”, se preguntan.