la escuela pública francesa se pone al día

la escuela pública francesa se pone al día

J.R. González Cabezas, LV, 12-X-2004.

El Gobierno francés acometerá en el 2005 la delicada reforma de la escuela pública, que desde el establecimiento del colegio único y la ampliación de la enseñanza obligatoria hasta los 16 años, en 1975, ha sufrido grandes convulsiones. Durante los últimos treinta años, la masificación y los cambios socioculturales y políticos han alimentado el debate sobre el modelo educativo francés, que enfrenta en bandos irreconciliables a progresistas o pedagogos,por un lado, y tradicionalistas o republicanos,por otro.

La nueva ley de Orientación de la Educación anunciada por el Gobierno pretende revisar las bases de la ley de 1989 a partir del reajuste del sistema educativo en torno a los aprendizajes fundamentales, con el fin de alcanzar el frustrado objetivo de un 80% de bachilleres sobre una misma generación de escolares. Durante un año, una comisión de expertos dirigida por Claude Thélot, miembro del Tribunal de Cuentas y antiguo presidente del Alto Consejo de Evalución de la Escuela (HCEE), ha preparado un amplio informe que será presentado hoy mismo al primer ministro Raffarin como base de la nueva ley.

Se trata de la reforma más comprometida del actual Gobierno conservador, que aspira a devolver a la escuela francesa su vieja vocación de integración sobre el principio de la igualdad de oportunidades a partir de un techo común de competencias. Tal es el eje del informe Thélot sobre el futuro de la escuela republicana, presentado bajo el título Hacia el éxito de todos los alumnos.Según un abrumador estudio previo del HCEE, la escuela pública no sólo no ha corregido las desigualdades, sino que las ha aumentado: mientras el 90% de los hijos de cuadros profesionales accede a la enseñanza secundaria general o tecnológica, sólo lo consigue un 42% de los escolares procedentes de familias de trabajadores o parados. El acceso a estudios posteriores al bachillerato no es menos lacerante: el 80% frente a un 30%.

El informe Thélot propone definir de nuevo el mínimo común denominador de la enseñanza obligatoria que garantice no sólo un legado común de conocimientos, sino de las propias reglas de comportamiento, así como un nuevo enfoque de la profesión educativa que trascienda la frontera estricta de las funciones docentes. Este último aspecto significaría en la práctica ampliar de cuatro a ocho horas el tiempo de permanencia de los profesores de secundaria (colegio e institutos).

Aunque con salarios globalmente más modestos que otros países de la Unión (Portugal, Grecia, España, Luxemburgo, Alemania y Austria, por este orden), el tiempo de dedicación de los profesores de colegio en Francia se halla a la cola de la UE: entre un mínimo de 540 y un máximo de 648 horas al año. Le sigue España (578 y 674), también muy lejos de Alemania, que encabeza la lista con 865 y 1.072 horas. La propuesta sobre la nueva visión de la función docente promete revuelo entre el casi millón de profesores estatales, presentado a menudo como un cuerpo ingobernable y bautizado como el ejército rojo o, en acepción más moderna, el mamut de Francia. La mitad de este ejército y un tercio de sus cuadros se jubilará en unos diez años. El malestar y desconcierto que agita esta masa de funcionarios desde hace tiempo, en especial por los rigores presupuestarios, así comol as tasas crecientes de fracaso escolar, explican la aventura reformista del Gobierno.

A falta de conocer la literalidad del texto, el informe Thélot intenta huir de las tesis de quienes propugnan el retorno a la cultura y usos de la escuela republicana tradicional. El propio ministro de Educación, François Fillon, pareció tentado por ello al hacer acto de fe en la trilogía del dictado, lectura y redacción como base del aprendizaje, en una rehabilitación pública del antiguo eslogan leer, escribir y contar de la vieja escuela, recuperada en 1984 por su antecesor en el mismo cargo, Jean-Pierre Chevènement. Le Monde no duda en presentar al veterano líder republicano como el gran restaurador del orden escolar que puso fin al largo recreo posterior al Mayo del 68. En definitiva, el fin de la pedagogía libertaria y la vuelta a los orígenes.

El vespertino francés interpreta el reciente abandono de la comisión Thélot del filósofo Alain Finkielkraut como signo de la derrota de los republicanos, que abanderan la vuelta a la tradición (exigencia y autoridad) frente a los pedagogos o defensores de la adaptación permanente de la escuela a la democratización y la masificación. Sin embargo, el informe exhibe con afán de síntesis un consenso sobre la "elevación global del nivel de formación" para definir el techo común,sobre el principio clásico leer, escribir, contar.

El informe traza tres grandes categorías. La primera y más importante, presentada como techo común de lo indispensable,abarca la lengua, las matemáticas, la educación de la vida en común, el inglés de comunicación internacional y el dominio de las tecnologías de la información. La segunda, también obligatoria, incluye disciplinas menos esenciales como las ciencias, los trabajos manuales, la educación física y deportiva y una segunda lengua viva. La tercera afecta a las enseñanzas opcionales que trazan los diferentes recorridos de formación. También propone un estatus del estudiante de instituto profesional, remunerado conforme a las actividades de empresa, así como una mayor discriminación positiva para evitar la segregación.