´atreverse a la excelencia educativa´, Tamara Djermanovich

atreverse a la excelencia educativa.
Tamara Djermanovich
, profesora en la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra.
LV, 2-IV-05.

Atrévete a saber", o sapere aude,proclamaban los ilustrados europeos como lema, proponiendo como el primer paso en la construcción de una sociedad mejor elevar el nivel de la educación. Asimismo, más tarde Dostoyevsky expresaba que para eliminar cualquier opinión crítica hay que empezar con la degradación de la enseñanza: "Primero baja el nivel de la educación. El nivel alto de la educación y ciencia es sólo para los elegidos, y ¡no necesitamos capacidades excesivas!... La sed de educación es la sed aristócrata; y en el mundo sólo uno falta: la obediencia. Nosotros acabaremos con cualquier talento ya en su manifestación primera". Pero el escritor ruso aludía a los periodos de los regímenes totalitarios, apuntando en Los demonios esta reflexión de que los libros y el aprendizaje crean gente capaz de pensar por sí mismos, que ningún poder absolutista necesita. Pero ¿por qué nos resultan tan estremecedoras y próximas las palabras citadas, hoy y en una sociedad alejada de la dictadura política? ¿Hacia dónde lleva un sistemae ducativo donde se puede acabar el bachillerato o incluso una carrera universitaria sin saber nada de las epopeyas de Homero, las tragedias de Shakespeare y ni siquiera de las travesías de Don Quijote? Para poner ejemplo: un alumno medio español, acabado el bachillerato, habrá leído de la literatura universal: Diario de Anna Frank,Romeo y Julieta y El extranjero de Camus.En Francia, por ejemplo, el ministerio tiene elaborada una lista de más de 200 títulos de sugerencia de literatura para el bachillerato, aunque en la práctica, fundamentalmente se leen los grandes clásicos franceses. Comparándolo con otros países, parece que cuanto más al norte y al este europeo, la situación mejora: en Rusia entre las lecturas obligatorias del bachillerato están: Esquilo, Dante, Cervantes, Shakespeare, Molière, Goethe, etcétera. En Serbia, la lista de las lecturas obligatorias que el Ministerio de Cultura propone a todos los colegios incluye Homero, Petrarca, Shakespeare, Goethe, Kafka, Thomas Mann, Camus y gran parte de los clásicos rusos. De los países nórdicos, Finlandia, como se ha visto también en el informe Pisa, ocupa el primer puesto en todas las materias, incluida la literatura.En España, donde, según mis conocimientos, desde hace años está suprimida la literatura como asignatura aparte, fundiéndose en la(s) asignatura(s) de lengua(s), los libros de texto incluyen fragmentos (entre una y dos páginas) de alguna obra literaria clásica. Pero ¿de qué comprensión lectora podemos hablar si a menudo estas lecciones están elaboradas de manera que prácticamente se impide poner en funcionamiento el cerebro? Voy a poner tan sólo un ejemplo que vi con mis propios ojos: en un libro de texto de catalán para el sexto curso de primaria, después del relato que se titulaba El bonic cavall blanc,en el apartado donde se suponía que los alumnos tienen que meditar sobre lo leído se les ofrecía la posibilidad de señalar si algo es verdadero o falso, y una de las opciones ponía: "El cavall és negre"! Se trataba, repito, de un libro para el sexto curso de la escuela primaria, es decir, ¡de los alumnos que tienen entre 11 y 12 años! ¿Cuál será el motivo por el cual España rehúye, según parece, ya no la excelencia educativa, sino un mínimo nivel que la enseñanza obligatoria debería de proporcionar?

Lejos quedan los tiempos en los que los filósofos de la antigüedad clásica hablaban del papel trascendental que la literatura y el arte pueden llegar a tener para los ciudadanos. Pero cuando Platón, preocupado por la degradación de la democracia ateniense, proponía, ideando en La república su visión de la polis ideal, eliminar de allí las bellas letras porque pueden pervertir la juventud haciéndola sentir y pensar más allá de los intereses de la patria, ¿no estaba profetizando una época como la nuestra donde prácticamente todos los países desarrollados en mayor o menor grado se encaminan hacia un deterioro generalizado de la educación, sobre todo humanística? "Atrévete a ser sabio", clamaba Schiller alimentado de los ideales de la Ilustración, afirmando percibir a la vez que hay algo oscuro en la naturaleza humana que se opone a la luz del conocimiento. "Se necesita fuerza de ánimo para combatir las dificultades que, tanto la indolencia de la naturaleza, como la cobardía de corazón, oponen al saber. No es casual que el mito haga descender, completamente armada, de la cabeza de Júpiter, a la diosa de la sabiduría, porque ya su primera acción es una acción guerrera... La mayor parte de los hombres están ya demasiado fatigados y abatidos tras la lucha contra la necesidad, como para animarse a afrontar una nueva y más dura lucha contra el error. Contentos con evitar el penoso esfuerzo de pensar, dejan con gusto a otros la tutela de sus conceptos, y cuando sienten necesidades más elevadas, adoptan con ávida fe las fórmulas que el Estado y la Iglesia les proporcionan", concluía Schiller hace más de dos siglos. Acordémonos, al hilo de sus palabras, de lo que es una sencilla y profunda verdad: una sociedad que no apuesta por un óptimo nivel de la educación no apuesta por crear a unos ciudadanos libres.