Žel desconcierto educativoŽ, Oriol Pi de Cabanyes

el desconcierto educativo

Oriol Pi de Cabanyes, La Vanguardia, 23-XI-05.

Llevamos ya quince años de cambios legislativos en educación. Es no sólo una barbaridad, sino el resultado de una partidización que ha sido especialmente nefasta en materia educativa. Desde la Logse para acá los teóricos de la pedagogía autoetiquetada como comprensiva han impuesto una concepción de la enseñanza que está dando resultados de escándalo. Pero insisten, en la línea de los que contraponen el socialismo científico a su realización, en que lo que ha fallado no es la idea, sino su puesta en práctica. Y pretenden arreglarlo todo solamente con más dinero. Y con una LOE que augura más de lo mismo.

La llamada reforma fue una gran esperanza que se implementó con un amplio consenso. Pero la experiencia ha demostrado hasta qué punto las buenas intenciones de aquella ley de 1990 han quedado en entredicho. Porque lo que ha ocurrido es también de signo prepedagógico: la escuela ha dejado de ser un instrumento básico para la transmisión del saber. Y que nadie se engañe: la escuela es un reflejo de la sociedad. A tal sociedad, tal escuela. A tal escuela, tal sociedad.

Todavía no se conoce ni un solo documento de los expertos oficiales que diagostique con rigor lo que está ocurriendo. Ylo más alarmante no es el aumento del fracaso escolar en sí, sino el aumento del desinterés por aprender.

Las mayores deficiencias en el campo de la educación vienen de la poca capacidad de atención, de la falta de respeto, de la degradación de la convivencia en las aulas, de la devaluación de la autoridad de padres y profesores. ¿Cómo educar hoy si el mismo concepto de esfuerzo y de aprendizaje está en crisis?

Por otra parte, el fracaso del actual sistema educativo es el fracaso del llamado constructivismo pedagógico. Que es una ideología y no una ciencia, como algunos pretenden. La ciencia refuta sus principios y los rectifica cuando se demuestran no ajustados a la realidad.

Y el constructivismo se empeña en mantenerlos, a pesar de que sus resultados no le dan la razón. El primero de sus dogmas es que el alumno puede aprender solo, que puede recrear por sí mismo, de manera espontánea, los conceptos que se supone que ya lleva en sí desde el nacimiento, sin necesidad de que se le transmita desde fuera civilización alguna, ese complejo producto elaborado con el esfuerzo de tantas generaciones durante siglos.

"Por supuesto que esto no se formula así - argumenta Inger Enkvist, profesora de la Universidad de Lund, en Suecia, y experta en educación-, pero la idea es que un niño contiene dentro de sí todos los logros de la humanidad, y que con dejarlo en paz y preparar un poco el terreno, él hallará lo que han encontrado los grandes genios a través de la historia. La idea es que el docente se mantenga en el trasfondo, que no transmita". O, en el mejor de los casos, que haga de monitor-tutor-animador-cuidador, como denuncia ahora la plataforma de profesores de secundaria en defensa de la enseñanza pública.

El educativo es un ecosistema frágil y son muchos los aspectos que lo hacen ineficiente. Entre ellos, la gestión del sector y la de los centros y su personal, y no solamente la de las aulas, como algunos dicen.

¿Cómo puede dar buenos resultados una empresa montada sobre ideas sobradamente refutadas por la experiencia? Se impone un gran pacto por la educación que revise a fondo las bases teóricas del sistema.