´el rendimiento de los superdotados´, Javier Tourón

el rendimiento de los superdotados
Javier Tourón
, lavanguardia, 17-II06.

Sobre el concepto de superdotación se ha escrito mucho y con gran profundidad, no en vano es un constructo que está ligado al estudio de la inteligencia desde principios del siglo pasado, pero que ha tenido un extraordinario auge a partir de los años setenta, más en EE.UU. que en Europa, aunque en nuestro continente se ha avanzado también en las últimas décadas. Me limitaré a señalar algunos principios científicos.

Es clásica la controversia entre herencia y ambiente. Genetistas y ambientalistas han discutido hasta la saciedad. Actualmente la posición más aceptada es de equilibrio entre ambas posturas. Éstas podrían relacionarse con la pregunta: ¿el superdotado nace o se hace? La respuesta es: ambas cosas. Hay una importante carga genética en la superdotación, pero ésta no se desarrollará sin un impacto favorable del ambiente (social, familiar, escolar, etcétera). La superdotación es un proyecto, una potencialidad, que sólo se actualizará si se dan las condiciones adecuadas para ello. Dicho de otro modo, la dotación intelectual o de otra naturaleza hay que verla en su dimensión dinámica, no estática. Pero al mismo tiempo hay que entenderla como una posibilidad de ser; es decir, que tiene importancia entender que estamos hablando de potencial. Nadie nace superdotado, pero hay personas que trabajando muy duro y habiendo nacido con unas determinadas condiciones intelectuales (por ejemplo) pueden llegar a obtener resultados de alto nivel. Por el contrario, el trabajo, por esforzado que sea, nunca llega por sí mismo a producir superdotación.

Por tanto, no es correcto hablar de niños que son superdotados, sino de niños con un potencial (mayor o menor) para ser, o mejor rendir, de modo sobresaliente. Confundir potencial con rendimiento es como no distinguir entre la potencia y el acto. El trabajo no produce la superdotación, pero ésta no se desplegará sin el recurso a él.

Y esto es extraordinariamente importante desde el punto de vista educativo, porque significa que el superdotado nace, pero sobre todo se hace, lo que implica una responsabilidad personal de una magnitud colosal para los propios individuos, para sus familias, para la escuela y para la sociedad y los administradores. Todos tienen que favorecer la eclosión de ese potencial.

La superdotación no es rendimiento. Por supuesto que un niño de alta capacidad en el ámbito que queramos considerar, no sólo académico o intelectual, puede tener un bajo rendimiento, síntoma evidente de su desadaptación con el medio y particularmente con la escuela en la que está y que, con mucha probabilidad, está orientada al alumno medio. Por ello es tan grave como erróneo establecer legislativamente el rendimiento como condición para determinar que un alumno es o no de alta capacidad (superdotado si se quiere). Todas las disposiciones que señalan tal cosa dan la espalda a la investigación científica sobre este particular.

Los talentos, entendidos como las realizaciones que resultan de la proyección de las capacidades en los diversos campos de actividad humana, emergen y crecen evolutivamente, y para algunos no llegan a emerger porque no se produce una adecuada estimulación en la escuela y la familia. Es imperativo que todos los que trabajan con jóvenes vean los talentos y potencialidades como algo educable y emergente, y no como algo fijo e inmutable.

La superdotación debería considerarse, si acaso, como posibilidad de llegada, y no como punto de partida, y por eso es tan importante identificar los diversos tipos de capacidades que constituyen ese complejo entramado cuanto antes, para favorecer que se puedan proyectar, con la concurrencia de los catalizadores ambientales y personales adecuados, en los más diversos campos de actividad. Si lo hacemos así, veremos florecer muchos talentos.