a por el caramelo del sur

a por el caramelo del sur
Sara Sans, lavanguardia, 1-VII-06.

Cambian lluvia por sol. Frío por calor. Dejan cemento y buscan naturaleza, aire libre. Al principio, en la década de los sesenta vinieron por proximidad: un día de coche desde Alemania o Francia compensaba el verano de playa en la costa catalana. De norte a sur. Sin embargo, la proliferación de compañías aéreas de bajo coste ha revolucionado este mercado extranjero. En Catalunya, los británicos han desbancado a franceses y alemanes. Los europeos acaparan el 25% de las promociones nuevas, según la Agencia Española de Vivienda Turística. La saturación de la primera línea y de la franja costera desde el Empordà hasta el Baix Camp ha hecho que la demanda se desplace hacia las comarcas de interior y, muy especialmente, hacia las Terres de l´Ebre, la zona más virgen.

Sólo en la provincia de Tarragona, que concentra el 29% de las segundas residencias de Catalunya, se habrán construido entre los años 2001 y 2010, 77.000 nuevas viviendas turísticas. Según los datos de la Agrupación Provincial de Promotores Constructores de Edificios de la provincia, en este periodo se pasará de las 180.000 a las 257.000 segundas residencias y el 28% de estas casas las comprarán británicos, franceses y alemanes y cada vez más holandeses, belgas y rusos, con el objetivo de convertirlas, con el tiempo, en su casa habitual.

La fiebre constructora de los últimos años se ha traducido en la ocupación casi total de la primera línea costera y en un crecimiento vertiginoso de los municipios situados en su zona de influencia. No en vano, un 46% del litoral (de 670 km) ya está urbanizado. Por eso el sur se ha convertido en un caramelo para constructores y para quienes huyen de las zonas más masificadas. Mientras en gran parte de la línea de costa catalana apenas queda suelo libre, de los 161 kilómetros de costa de las Terres de l´Ebre sólo se han urbanizado 27,5. Por eso, el boom del ladrillo ha llegado a esta zona, donde están en tramitación, y algunas en construcción, 5.000 nuevas residencias. Además, en el sur se registra desde hace menos de una década el desembarco de centenares de familias inglesas de nivel adquisitivo medio que se instalan en los pueblos para iniciar una nueva vida.

A diferencia de los años setenta, cuando predominaba la construcción en vertical, desde finales de los ochenta, los chalets y adosados han conquistado Catalunya a marchas forzadas. La mayoría de Ayuntamientos han visto en esta fiebre constructiva una forma rápida de engrosar sus arcas municipales y de fácil, aunque eventual, creación de empleo. "Pero no han calculado que esto supone la destrucción total del territorio, implica nuevas infraestructuras y más servicios... es un modelo insostenible", mantiene Jordi Vázquez, miembro de Gepec-Ecologistes de Catalunya y de la plataforma Salvem els Muntanyans, un paraje protegido del litoral de Torredembarra pero rodeado de cemento.

"El crecimiento en extensión de los últimos diez años ha sido una auténtica locura", mantiene Joan Nogué, director del Observatori del Paisatge, un ente con sede en Olot creado hace dos años precisamente para impulsar medidas de protección. En esta línea, se han diseñado los planes territoriales y costeros, el del Empordà ha sido pionero, que "blindan" desde la primera línea de costa y hasta los 500 metros, el suelo no urbanizable, el urbanizable no delimitado y algún tramo de delimitado. "Hemos protegido unos 240 kilómetros cuadrados", explica el secretario de Planificació Territorial, Oriol Nello, quien espera que en el sur de Catalunya, "estemos a tiempo de hacer mejor las cosas".

Aún así, todavía se podrán construir en la franja costera catalana, unas 100.000 nuevas viviendas. Los promotores aseguran que el mercado extranjero de segundas residencias "tiene un buen porvenir si se hace bien; pero hay que cambiar el chip y mejorar la calidad si queremos competir con otros países como Turquía y Croacia", reconoce el presidente de la asociación de los constructores catalanes, Enric Reyna.

Entre un 25 y un 30% de las nuevas residencias las comprarán vecinos europeos. "Al menos aquí no hemos tenido grandes complejos exclusivamente turísticos que salen de la nada", apunta el geógrafo Salvador Anton, director del grupo de Análisis Territorial y Estudios Turísticos de la URV. Con un 20 y un 17%, Girona y Tarragona son las zonas con mayor proporción de europeos empadronados (Barcelona tiene un 13% y Lleida un 7%) y donde proliferan los complejos que crecen alrededor de un campo de golf, o donde el entorno supone valor añadido.


Odio los complejos turísticos.

Emma y Robert viven de alquiler en un apartamento de l´Ametlla de Mar desde hace cuatro años. Es una opción temporal. En septiembre se mudarán - "por fin", dicen- a la casa que compraron a través de internet en Móra d´Ebre y que durante todo este tiempo han estado reformando. La pareja, de 35 y 37 años, dejó Cornualles, en el sur de Inglaterra, en busca de un clima mejor "y una mejor calidad de vida", explica Emma. Vendieron su piso sin jardín y con ello compraron las diez hectáreas de terreno que rodean su futuro hogar: "Odio los complejos residenciales, buscábamos todo lo contrario", insiste. Robert sigue trabajando en la construcción y ella encontró empleo en el restaurante de un camping. Sus ahorros tienen un solo destino: las reformas. Además de la casa, aquí han encontrado lo que andaban buscando: "Me encanta ir a la playa, comprar pescado y verdura fresca y me gusta el carácter de la gente, incluso los niños son más respetuosos", opina Emma. Aunque sólo chapurrean el español, se han integrado bien y tienen amigos de la zona. La pareja sólo regresa a Cornualles - siempre con compañías aéreas de bajo coste- para visitar a los familiares y amigos, aunque lo habitual es que sean ellos quienes vengan a Catalunya.