y la construcción continúa en el interior
y la construcción continúa en el interior
Joana Maria Roque, 29-VI-06.
Las islas Baleares se han convertido en una zona cara y saturada de edificaciones. Cuando apenas quedan terrenos urbanizables en la costa, el afán constructor se ha extendido al interior. Paralelamente, la inmigración va en aumento: los europeos jubilados, prejubilados, profesionales o pequeños empresarios - mayoritariamente alemanes- que deciden establecerse en las islas pagan precios cada vez más elevados.
Los motivos para elegir Baleares como lugar de residencia temporal o permanente son el clima cálido, el estilo de vida mediterráneo, el paisaje y otros atractivos naturales, la facilidad de comunicaciones y los precios baratos de numerosas compañías aéreas de bajo coste que llegan a ofrecer bonos por un número fijo de viajes al año. La mayoría de los extranjeros que se establecen en Baleares habían visitado antes las islas como turistas.
El fenómeno de adquisición de propiedades tiene su origen en el crecimiento turístico iniciado en los años 60, al que siguió la construcción de barriadas para los trabajadores emigrantes de la Península. En 1973 existían alrededor de 223.000 plazas hoteleras. Después de la crisis de los años 70, en los 80 se produjo otra fase expansiva y en 1988 existían 47.056 plazas turísticas, entre las reguladas y sin regular. Según el profesor de la UIB. Climent Picornell, posteriormente se produjo otra fase de recesión, y hasta 1994 no se recuperó el número de plazas anterior, al tiempo que se empezó a hablar de un turismo cada vez más interesado en el medio ambiente y distinto del que contrataba una estancia corta en un hotel. Sin embargo - según Picornell-, no se llevó a cabo una necesaria restauración global del espacio turístico sino que se fomentó la segunda residencia, aparecieron nuevos proyectos vinculados a promociones inmobiliarias y formas de comercialización, como la multipropiedad, y ofertas complementarias como los campos de golf.
El primer modelo consistiría en la presencia de residentes prejubilados o jubilados que adquirían viviendas por motivos de ocio o descanso. El segundo - el modelo Nueva California- de la década de los años 90 consiste en que, además de los jubilados, se interesaron por la adquisición de vivienda en Baleares personas de diferentes colectivos profesionales para establecer su propio negocio, emplearse en oficios diversos o compatibilizar el trabajo en sus países de procedencia con estancias cada vez más prolongadas en Baleares. Todo ello ha motivado un enorme incremento del precio de la vivienda. Los últimos datos del Ministerio de la Vivienda señalan que en el primer trimestre de 2006 el precio medio de una vivienda libre en el conjunto de España es de 1.887,6 euros el metro cuadrado, mientras que en Palma de Mallorca supera los 2.120 euros.
Entre 1995 y 2005, según la empresa de tasaciones Tinsa, el aumento de los precios fue de un 214 %. Actualmente, según la sociedad inmobiliaria Matthias Kühn, el valor más elevado de una propiedad en Mallorca es superior a los 20 millones de euros, al tiempo que oferta apartamentos modestos por unos 250.000. Asegura en sus folletos divulgativos que el mercado inmobiliario es tan dinámico en Mallorca que comprar una propiedad aquí equivale a una inversión totalmente asegurada y que los principales clientes son españoles, británicos y alemanes
En los últimos años también se ha producido una enorme revalorización de los espacios del interior y según la misma inmobiliaria pueden encontrarse fincas de entre 700.000 y 10.000.000 de euros, mientras que el precio de las villas o casas de pueblo oscilaría entre los 460.000 euros y los 4.500.000.
Geógrafos como Jaume Binimelis hablan de la tendencia a convertir el interior de la isla en un lugar residencial, de jardines, dados los elevados precios del suelo y escasa rentabilidad de la agricultura. Paralelamente, miles de pequeños apartamentos se rigen por lo que se ha denominado el fenómeno "amigo, amigo" que consiste en teóricamente ceder las llaves a unos conocidos del país de procedencia sin que se registre ningún contrato de alquiler en las islas.
Mientras, muchos jóvenes de las islas asisten impotentes a la escalada del precio de la viviendas: ellos no pueden pagar las mismas cifras que sus vecinos europeos. Son escasas las promociones de viviendas de Protección Social. En el 2005, únicamente se inició la construcción de 642 y el precio medio es de 1.012,3 euros el metro cuadrado, mientras que la media española es de 971 euros.
Hay que tener dinero para vivir aquí.
Kate Mentink llegó a Mallorca hace 26 años. En los 90 presidió la Asociación Nacional de Ciudadanos Europeos y, a partir de 1994, la de Baleares de la que dimitió en el 2002 para presentarse a las elecciones municipales por el PP en Calvià, el municipio más turístico de España, con una población de 49.000 habitantes, 13.000 europeos. Nacida en Escocia, es concejal de Turismo y Ciudadanos Extranjeros. Profesionalmente ha participado en promociones inmobiliarias y turísticas.
Asegura que la imagen del europeo rico y viejo que compra propiedades es estereotipada. "En los últimos años ha bajado la edad media: se sitúa en los 45 o 50 años. Muchos se establecen como profesionales o con un pequeño negocio". "También se dan numerosos casos en los que la madre y los niños viven en Mallorca y el marido viaja temporalmente: cada vez hay más niños alemanes o ingleses en nuestras escuelas que acaban por hablar cuatro idiomas", relata y añade que muchos jóvenes europeos que intentan vivir en Mallorca pasados unos años vuelven a su país. "Hay que tener un poder adquisitivo alto para emprender la aventura de venir a vivir a Mallorca aunque en comparación con Alemania aquí los salarios y los precios son más bajos", concluye.