´¿amor o neurosis?´, Luís Racionero

¿amor o neurosis?

Un novio abandonado y despechado espera a la joven de 24 años a la salida de su casa. Cuando ella arranca el coche y da marcha atrás, el joven le descerraja dos tiros con una escopeta del 12. Ella queda muerta al instante al volante de su coche camino de una oficina a la que no llegará jamás. Él se dispara un tiro allí mismo y muere a su lado.

¡Y dicen que estas cosas pasan por amor! Habrá que ir pensando qué es eso que llaman amor y quizás perseguirlo y abolirlo con la misma contundencia con que se condena la violencia doméstica. ¿Qué es el amor? Primero una tendencia biológica hacia la simbiosis, o colaboración con otros seres vivos, dentro de la cual el acto de unión sexual es un caso particular; luego viene el condicionamiento cultural de esa tendencia biológica que se llama cooperación, solidaridad, altruismo, simpatía y amor. Amar es dar, se dice, entonces, ¿cómo se llega a dar dos tiros para matar lo que se ama?

En el Tratado de amor cortés escrito hacia 1175 por Andreas, capellán de la condesa María de Champagne, hija de la famosísima Leonor de Aquitania, que llevó el amor cortés y los trovadores desde el sur -Aquitania, Provenza y Al Andalus- hasta el norte de Francia y el resto de Europa, el autor da una definición inesperadamente realista, incluso pesimista, del amor: "El amor es un cierto sufrimiento interno derivado de la contemplación y excesiva meditación sobre la belleza del sexo opuesto". Y luego remacha: "Que este sufrimiento es autoinducido se demuestra porque no proviene de una acción, sino solamente de la reflexión mental. El sufrimiento interior viene de ver y pensar". O sea que el amor es atracción hacia otra persona más el pensamiento obsesivo sobre ella. Quien lo ha probado lo sabe, diría el poeta árabe, que no es otro que Ibn Hazam de Córdoba, que escribió su Tratado sobre el amor y los amantes hacia el año 1000, conocido como El Collar de la Paloma.

De modo que sobre el amor ya se teorizó en el año 1000 en Córdoba y en el año 0 en Roma por Ovidio, quien, como todos los paganos, se tomó el amor como algo más divertido, físico y lúdico, sin la obsesión mental que le atribuyeron los poetas andaluces y consagraron los trovadores provenzales. La lista sigue hasta Stendhal, rectificado por Ortega y Eric Fromm. La pregunta sigue latente: ¿cómo el amor que es, según Fromm, el sentimiento más elevado del ser humano, puede llevar a alguien al crimen? Porque el amor cuando es pensamiento obsesivo sobre alguien deviene neurosis y, en algunos, psicosis. Los románticos empezaron a suicidarse por amor, los pragmáticos posmodernos antes de suicidarse matan. Parece que se ha descendido un peldaño en altruismo amoroso. ¿Cómo reformular el amor de modo que no pueda conducir a nadie al suicidio o al asesinato?

Hasta el siglo XVIII, el matrimonio era para el patrimonio y el amor para divertirse. Después, ese invento cultural anglo-alemán que llamamos romanticismo complicó mucho la diversión porque se empeñaron en hacer coincidir amor y matrimonio. Eso, como explicó muy bien el inteligente suizo Denis de Rougemont, es pedir demasiado, aunque por otro lado ha dado para un siglo de novelas -desde Werther y El Rojo y el Negro hasta Madame Bovary o Ana Karenina- y otro siglo de películas de Hollywood, por no hablar de los infinitos culebrones a media tarde.

Las civilizadas francesas del siglo XVIII tenían marido, amante y chevalier servant, el marido para el chec, el amante para el choc y el chevalier para el chic. Ahora bien, si pretendemos concentrar todas esas responsabilidades en una sola persona la cosa puede acabar a tiros. No confundir ironía con sarcasmo: la ironía es reducción al absurdo para hacer comprender lo imposible de una situación en la que nos metemos los seres humanos por no medir nuestras fuerzas y pretender o pedir demasiado de uno mismo o del otro. ¿Quiere decir esto que no hay que casarse? Todo lo contrario, lo que no se puede es confundir matrimonio con amor. El enamoramiento -que es el "vivo sin vivir en mí"- dura tres meses y es maravilloso, quizás lo mejor de la vida. El amor, que es lo definido por Andreas o Stendhal, dura tres años.

Después puede haber complicidad, conversación, ternura, compañía, pero no el pensamiento obsesivo porque lo único que puede obsesionar, a la larga, es la presencia del otro, no el deseo. ¡Qué le vamos a hacer! La naturaleza nos ha hecho así.

¿Qué debería ser el amor tal como Fromm y los humanistas nos lo definen y recomiendan?: pues una irradiación benevolente hacia el otro, deseando que sea como le gusta ser, que se abra como una flor, sin nosotros cambiar su perfume ni su color, aceptarlo tal como es, respeto, colaboración y aceptación de lo que haga. Amar es estar totalmente colgado y, simultáneamente, no dependiente, lo cual es una contradicción y por eso es tan difícil amar sin matar. Porque si no estás colgado no amas, pero si lo estás matas -o su equivalente, pues estoy usando la metáfora extrema. Hay que estar a la vez absolutamente absorto en el otro, y despegado lo bastante para dejarle hacer lo que ella o él desee. Lo normal es "hoy me fastidio por ti para que tú mañana te fastidies por mí", o sea, un contrato a la baja que suele abocar en rencores mutuos. Lo ideal es el respeto cooperativo.

En resumen, mi tesis es que la concepción del amor difundida por los románticos anglo-alemanes es una pretensión excesiva para las posibilidades humanas reales y que esa meta tan alta provoca "ansiedad, angustia y desesperación". Y que más valdría volver a los sensatos planteamientos del siglo XVIII o a las desinhibidas diversiones del trópico, y dejar el amor romántico para los que, como sor Teresa de Calcuta, están ya en una fase superior de altruismo humano.

lavanguardia, 11-IV-05