´por si las moscas´, Xavier Sala i Martín

por si las moscas

Al despertarse Alicia, su hermana estaba sentada allí, con los ojos cerrados, y casi creyó encontrarse ella también en el País de las Maravillas. Pero sabía que le bastaba volver a abrir los ojos para encontrarse de golpe en la decepcionante realidad: la hierba sería sólo agitada por el viento, y el chapoteo del estanque se debería al temblor de las cañas; el tintineo de las tazas de té se transformaría en el resonar de unos cencerros, y la penetrante voz de la Reina en los gritos de un pastor, mientras el lejano balar de los rebaños sustituiría los sollozos de la Falsa Tortuga.

Me vino a la cabeza éste, el último párrafo de Alicia en el País de las Maravillas (Lewis Carroll, 1864) el otro día cuando intentaba describirle a un extranjero cómo funciona en España eso del Estado del Bienestar, institución por excelencia que figura que demuestra la “superioridad” del modelo social europeo. Primero le describí la financiación: de cada 100 euros de salario, le dije, 28,3 euros van a ir directamente al estado en concepto de cotización de seguridad social (23,6 los pone la empresa y 4,7 el trabajador). El resto, lamentablemente, no se los va a poder gastar íntegramente porque va a tener que pagar impuestos sobre la renta –IRPF- en una proporción que va a depender de su situación económica y familiar, pero que típicamente va a estar entre el 20 y el 25%. De los 100 euros que la empresa pagará originalmente, pues, a usted le van a quedar 53,8 euros para gastar. El problema es que, cuando usted vaya a la tienda, le van a cobrar un 16% adicional en concepto de IVA –el tipo del IVA va a depender del producto exacto pero que va a estar alrededor del 16%. Ya sólo le van quedar 45,2 euros netos. Pero la cosa no acaba aquí porque entonces vendrán los impuestos municipales, las tasas de limpieza, agua y electricidad, los impuestos especiales sobre alcohol, tabaco, gasolina u otros productos especiales, impuestos que pueden llegar a representar un soberano abuso fiscal. Y si tiene la osadía de comprarse una casa, va a pagar más impuestos –de transmisiones patrimoniales- y, cuando se muera usted, sus herederos van a volver a pagar –donaciones y sucesiones. Total, que de los 100 euros que cobró originalmente, a usted le va a quedar, más o menos, una tercera parte.

¿Y a cambio? ¿Qué obtendrá usted a cambio? Pues muchas cosas. Por una parte, el estado le proporcionará una serie de infraestructuras… como la Nacional II –una carretera para ir a comerciar con nuestros clientes europeos, famosa por sus quilométricos atascos y por el par de semáforos que tienen en cada pueblo que tiene la mala suerte cruzarse en su camino- o como el aeropuerto de El Prat –que parece diseñado expresamente por Exin Castillos con el objetivo expreso de que el mundo civilizado se pueda cachondear de nosotros. Además, el estado le va a proporcionar unos hospitales públicos adosados a unas larguísimas listas de espera y cuyos médicos van a estar tan mal pagados que casi todos van a intentar ganar un salario decente en consultas privadas por la tarde –después de quejarse, eso sí, de que por la mañana les obligan a visitar a sus pacientes públicos en menos de siete minutos por barba.

El Estado también le proporcionará un sistema educativo extraordinario donde las escuelas se van a parecer más a centros lúdicos para aparcar a los niños que a instituciones educativas donde se forma a los ciudadanos del futuro. Los chavales que lleguen a la universidad –esa institución mediocre que penaliza a los profesores que intentan hacer las cosas bien y dedican su tiempo a investigar- van a tener problemas para leer, escribir y expresarse correctamente pero no importa porque van a ser muy felices ya que allí los bares son más grandes que las bibliotecas.

¡Ah! Y no nos olvidemos de las pensiones. Después de estar cotizando a la seguridad social toda su vida, el Estado va darle a usted una pensión más o menos razonable… pero cuando tenga la mala suerte de morirse, su dinero va a desaparecer y su cónyuge va a recibir una pensión miserable que lo situará por debajo del umbral de la pobreza.

Y para administrar todo esto, se va a crear una enorme burocracia plagada de funcionarios que los partidos políticos van a utilizar clientelísticamente para colocar a amigos y familiares, cuya labor primordial parece que va a ser la de entorpecer la libre iniciativa de los ciudadanos y limitar la competitividad de las empresas. De hecho, los burócratas van a hacer tan bien su labor que, en uno de los ránkings que el Banco Mundial hace para evaluar la ineficiencia burocrática de los países, España se situará en el lugar 133, ¡por debajo de la Isla de Tonga!

Lo que nos devuelve a la genial historia de Lewis Carroll: la teoría del bienestar en el estado socialdemócrata de las maravillas es extraordinariamente atractiva. Pero incluso Alicia acaba despertándose de su sueño fantástico y descubriendo que una cosa es la teoría y otra, la decepcionante realidad. Y la realidad es que el estado nos cose a impuestos que limitan severamente nuestra libertad de elegir y nos tortura con su excesiva regulación y burocracia y que todos los ciudadanos que pueden intentan ser miembros de mutuas privadas, llevan a sus hijos a escuelas no públicas (y los que se lo pueden pagar u obtienen una beca de La Caixa, a universidades americanas), viajan por autopistas de peaje y ponen su dinero en planes de pensiones privados … por si las moscas.

lavanguardia, 17-VIII-05