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y una 'leche'

La frase te voy a dar una leche, niño es algo que va camino de pasar a la historia. Según una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), casi dos de cada tres españoles son reacios a recurrir al clásico bofetón ocasional para transmitir algo de disciplina a los hijos. Es decir, más de un 60 por ciento de la ciudadanía no contempla esta pequeña medida de fuerza y parece que la asocia de manera tremendista a los malos tratos. Rápidamente, acuden a mi mente docenas de casos de niños que, en ejercicio de la expresión libérrima de su normal condición, se dedican a alterar notablemente los espacios adultos donde sus padres les conducen, con total desprecio del resto de sufridas personas que deben soportar a las criaturas. En esas ocasiones, siempre hay un momento de crisis en que alguien echa en falta una aplicación mesurada y oportuna del bofetón. Del bofetón para el niño pelmazo y, sobre todo, para el padre o la madre que se hace el sueco mientras su vástago destroza el mobiliario, pone a prueba los tímpanos de los presentes o se dedica a dejarlo todo perdido.

Si hay un término políticamente incorrecto y malentendido es el de disciplina. Se ve que a muchos españolitos del siglo XXI todo esto les suena a cosa militar y muy antipática.Aalgunos quizás les sonará a disciplina inglesa, que es materia para otro día. La misma encuesta del CIS indica que, aunque los ciudadanos valoran los buenos modales como algo que transmitir, éstos se desvinculan de todo discurso sobre hábitos aprendidos a la fuerza, que otra cosa no es la tan denostada disciplina. Queremos hacer la tortilla sin romper los huevos.

A ver si lo entiendo: nuestro pensamiento blandiblub espera que la gente se conduzca con civilidad básica por simple inspiración divina. Esperamos que las cosas sucedan por magia. Olvidamos, mientras el nene hace lo que quiere, que el progreso de la condición humana se debe a un aprendizaje constante, sujeto a una disciplina en la que cada individuo debe someter el capricho de los deseos para conseguir sus objetivos. Toda disciplina incluye argumentaciones y también momentos de inevitable coerción. ¿Quién no se somete a una u otra forma de particular coerción al levantarse en pleno invierno para acudir a la fábrica o a la oficina?

La bofetada pedagógica forma parte de nuestro conocimiento de la realidad. Yo doy gracias a mi padre por algunos bofetones bien dados que, sin duda, fueron tan iluminadores y fructíferos como ciertos razonamientos. Aquello que los antiguos llamaban el carácter también se forja con alguna que otra leche. Hoy preferimos que la gente crezca al estilo de los concursantes de Gran Hermano.

lavanguardia, 19-I-2005