guerra a la mujer

guerra a la mujer

Nacionalismo es la expresión política de un argumento colectivo, nacional. Todos los países tienen su argumento nacional y su nacionalismo, es lo normal. Excepto el caso español, donde las elites dirigentes, políticas e intelectuales identificadas con la actual idea de nación española afirman que no existe; una orfandad engañosa, pues existe un nacionalismo embozado que desgraciadamente es bien parcial, rancio y despegado de la realidad histórica y social. Los partidarios de ese peculiar nacionalismo más o menos “invisible” son agudos analistas de los defectos de los otros nacionalismos, los visibles.

También clases sociales, partidos políticos y hasta clubs de fútbol tienen su nacionalismo. Los hombres también tenemos el nuestro, qué caray. A uno le gustaría que el nacionalismo masculino fuese otro, pero constata que éste es el que hay mientras no construyamos uno distinto.

Y nuestro nacionalismo masculino está infligiendo muchas bajas a su enemigo, las mujeres. No todos los hombres son iguales, no crean, y no todos comparten el entusiasmo fanático de los que se lanzan a la acción, los más decididos, que, considerando que son todas putas y que además están para eso, las acosan, las amenazan, las atacan y las matan. No todos los hombres somos asesinos, en principio. Aunque es cierto que esta ola de asesinatos desencadenada contra las mujeres tiene un aspecto personal, individual, y un aspecto colectivo e ideológico. Los mujericidas son nuestros terroristas del machismo, una forma de nacionalismo bien detestable.

Aunque, como suele ocurrir, para que alguien pase a la acción, los más exaltados, los más despiadados, tiene que existir previamente toda una justificación ideológica, todo un discurso con base en la sociedad. Y el nacionalismo machista viene de bien lejos por estos pagos, pero tiene una sólida base en nuestra historia reciente, en la formación de los que estamos aquí, deseando y odiando a las mujeres, y si no, lean los textos con que fuimos formados generaciones y generaciones de españoles, lean todo el machismo que nos ha impartido la Iglesia católica española, dueña por fuerza de nuestras mentes y almas tantos años. O si no quieren leer, escuchen a los obispos, que tienen sus buenas ideas sobre el lugar de la mujer en la vida y en la sociedad. Por ejemplo, que si se estuviesen quietecitas como antes en casa, una pata o dos un poco quebradas, pues no pasaba esto. O sea, que si no quieren que haya tanto maltrato y tanto asesinato de mujeres, pues ya saben, que se queden en casita. No, no hay mujeres entre los obispos.

Y pasando de las indicaciones más o menos sinuosas del obispado a hablar claro, como se hablaba en los cuarteles de antes, donde sólo había hombres, hombres de verdad como Fraga Iribarne, pues el presidente fundador dijo lo que tenía que decir: abusar de niñas es menudencia. Y punto.

No hablemos de jueces que absuelven a maltratadores, de policías que no hacen caso a las mujeres que denuncian agresiones. Las ideologías son un virus, bueno o malo, que se expande invisiblemente entre las personas. Antes de cada asesinato de una mujer, de cada atentado terrorista en esta guerra contra las mujeres, hay un hombre que teoriza, que acusa, que señala, y posteriormente vienen los que justifican. Y punto.

Uno no entiende cómo este terrorismo no es un tema central de la campaña electoral. A lo mejor será que no da votos.

lavanguardia, 23-II-04