Madrid

Madrid

Uno no se atreve a asegurarlo pero cree que en ninguna capital europea hay una prensa como la madrileña. Es fenómeno aparte. Entre los mismos directores de periódicos madrileños y entre los periodistas destacados hay personajes singularísimos, incluso estrafalarios y atrabiliarios. Esa prensa que llega cada día a los quioscos es un mundo humano pintoresco, por donde circula el franquismo sociológico, ideológico, psicológico y casi zoológico.

Esa prensa refleja unos ambientes sociales muy fuertes en esa ciudad, y que se pueden encontrar en ciudades de pequeño, mediano y gran tamaño en Europa, pero no en ciudades que sean capital de un Estado. Y eso es un problema para todos. Porque es gente que tiene su patria ideológica en el pasado, en la idea de España del franquismo, y que une sus intereses familiares, económicos y su identidad a un pensamiento ultraderechista.

Son sectores sociales muy localizados en unos pocos kilómetros cuadrados, que en el mapa de España serían un 0,003 por ciento de su extensión, pero que condicionan la política del Estado. Desde ese lugar, a través de los medios de comunicación y de la política transmiten su cultura de conflicto civil, de tensión, su violencia, sus sospechas insidiosas y acusaciones a quienes consideran sus enemigos, pues para ellos sólo hay enemigos y no rivales. Su violencia es tan radical que sobrepasan el insulto: un día vemos a un columnista ultra llamando "hijo de puta" a un periodista, y a la semana siguiente un diputado del PP llama en el senado a Gregorio Peces Barba, a quien el Gobierno ha nombrado comisario para atender a las víctimas de terrorismo, cómplice de los terroristas. ¿Qué más se le puede llamar? La derecha española tiene un problema: su base social madrileña.

Pero Madrid no es así. O no es sólo así. Madrid no es sólo de aquellos que empezaron una guerra y administraron nuestras muertes y nuestras vidas. No sólo de aquellos que decidieron hacer "de Bilbao una fábrica, de Barcelona un solar y de Madrid una capital". Madrid no es suyo, es de más gente. Cuando estallaron las bombas en los trenes y en Atocha el que era presidente del gobierno, señor Aznar, dijo que los habían matado por ser españoles. Y no era verdad que ese fuera el motivo, pero era verdad que eran españoles. Aunque no del modo en que seguramente pensaba el entonces presidente, pues buena parte de ellos no tenían los papeles, la nacionalidad. Pero eran españoles, madrileños por más señas. Y Madrid también es de ellos.

También es de los madrileños de nacimiento que ven con sufrimiento que su ciudad ya no es suya, que es un magma informe donde les cuesta reconocerse y encontrarse. Madrileños que sienten, con razón, que les han robado su ciudad. La vida no es justa.

Pero, si se le permite, uno se atreve a decir que Madrid es un poco de todos.Yque los ciudadanos que componemos el censo español queremos saber que esa ciudad está abierta para nosotros, pensemos como pensemos y tengamos la lengua y la cultura que tengamos. Y que por eso deseamos un Madrid federal y abierto. Y amigable, no fascista, no rencoroso. Aunque algunos no quieran, vamos a querer aMadrid. Sabemos que Madrid fue otra cosa, que es otra cosa y confiamos en que será otra cosa. No lo que quieren los que creen ser sus dueños. Y no vamos a dejar Madrid a la gente del odio.

lavanguardia, 21-III-05