no soy nacionalista

no soy nacionalista 

Quería poner en su conocimiento que soy yo –es decir, el último mohicano– el último catalán que no se considera, ni poco ni mucho, es decir, mismamente, nada nacionalista. Lo siento mucho y les presento mis más sinceras disculpas, pero a pesar de cuantos esfuerzos he realizado para quitarme del vicio no he logrado superarlo; tampoco, la verdad, es que haya tenido ningún interés en apuntarme a un grupo de esos de terapia colectiva en plan antinacionalistas anónimos ni cosa parecida. Es decir, que un servidor no es nacionalista por la misma razón, exactamente por la misma, que no fue nunca comunista de joven, como en cambio sí lo fue el señor Piqué, pongamos por caso; ni lo voy a ser ahora porque la señora Alicia Sánchez Camacho, a quien profeso una viva simpatía, diga que sí, que ahora sí Catalunya es una nación. Si alguna cosa tengo es que yo no he cambiado, aunque me parece estupendo que otros sí lo hayan hecho.

Claro está que de la misma forma que cuando alguien dice que es apolítico puede encontrarse uno perfectamente ante un ejemplar de la más pura y rancia derecha, cuando alguien confiesa que no es nacionalista, inmediatamente le cuelgan la etiqueta de nacionalista español; pero de un servidor ya han dicho cosas peores, como llamarle seguidor del Real Madrid. La verdad es que es difícil elegir entre el repelús que provoca esa idea única de España impuesta por la fuerza o esta Catalunya que no sabe qué quiere ser de mayor y que se debate entre el burro y el gato como réplica al toro de Osborne, en un debate intelectual de gran enjundia y que sin duda nos llevará muy lejos.

No soy nacionalista por la sencilla razón de que el nacionalismo sólo nos ha traído desgracias a la humanidad, y muy especialmente a los catalanes, quienes por lo visto sufrimos una lamentable falta de memoria histórica y sólo recordamos el vil asesinato del president Companys. Y porque creo que en Madrid, pongamos por caso, debe de haber el mismo, exactamente el mismo, porcentaje de malas personas que pueda haber en Barcelona o en Matadepera. No creo sinceramente que haber nacido unos cuantos kilómetros arriba o abajo nos haga peores o mejores.

Y, sin embargo, encuentro ridículo que los catalanes no aceptemos de una vez por todas que Catalunya es precisamente eso: Catalunya, sin aditivos ni edulcorantes, y que queramos que sea una reproducción o imitación de España, una réplica, una España bis, porque la gente siempre, de poder elegir, desengáñense, prefiere el original antes que la burda copia o la mera falsificación.

lavanguardia, 19/07/2004