por qué soy cristiano

por qué soy cristiano

El evangelio de José Antonio Marina.
El filósofo publica ´Por qué soy cristiano´, donde reivindica una religión basada en el comportamiento ético.

El filósofo José Antonio Marina, disciplinadamente, se ha acostumbrado a ofrecer a sus lectores un nuevo ensayo cada mes de diciembre, como si considerara las Navidades un tiempo propicio para la reflexión. En esta ocasión, no hay duda de ello porque se trata de Por qué soy cristiano (Anagrama), un tratado sobre el cristianismo cuya idea central es que la clave "que evitaría los conflictos religiosos es que distinguiéramos entre verdades universales y verdades privadas".

Así, Marina ha dedicado "siete capítulos de la obra a analizar la cuestión del cristianismo y sus derivaciones con pretensión de validez universal, mientras que he dedicado otro capítulo, el último, a expresar mi verdad privada, igualmente válida, pero con la que no pretendo convencer a nadie. Verdades universales sólo hay dos: la ciencia y la ética. El problema surge cuando las religiones pretenden que su verdad sea universal, como si una verdad privada fuera inferior, y ello no es así, porque yo quiero muchísimo a María, mi mujer, y eso es extremadamente importante... pero es una certeza que sólo tiene validez para mí". La propuesta del pensador es clara: "Siempre que una verdad universal y una privada se contradigan, debe imponerse la primera". Es más: "La salvación de las religiones es que defiendan sus derechos en el campo privado".

Pero ¿qué cristianismo es ese al que Marina se adscribe? "No tiene nada que ver con el que prohíbe el preservativo o impone el dogma", matiza. Se trataría de uno basado en la historia inicial de una tradición que comenzó con Jesús de Nazaret, "un oscuro personaje cuya actividad nos ha llegado a través de fuentes discutibles y sobre el que he escrito una biografía que no quiero publicar, pues la hice con el único fin de aprender".

"El problema del cristianismo - argumenta- es que, como dice Lévi-Strauss, tuvo mala suerte y se vino hacia Occidente, abandonando la tradición oriental de la religión como conducta práctica. Se impregnó de la decadencia de la tradición griega, un platonismo turulato y enloquecido de conceptos, es decir, desembocó en la fantasía de la gnosis, que tanto gusta a Harold Bloom, pero que, en suma, supone salvarse por el conocimiento y no por la acción, así como un blindaje de la doctrina, que se va enrevesando y produciendo conceptos como el limbo, lo que motiva luego rectificaciones clamorosas".

De la figura de Jesús, le interesan "el personaje y su proyecto, que identifica la divinidad con la acción buena, dice que quien obra amorosamente se injerta en Dios. Por supuesto, él jamás dijo que fuera Dios, ni yo lo puedo creer, eso es un invento de cuatro siglos más tarde". Para Marina, "la inteligencia humana, en su expansión creadora a través de los siglos, ha creado las religiones, como rebelión ante el hecho de que seamos seres insignificantes. Y, personalmente, no quiero que de mi mundo desaparezca eso, no quiero quedarme encerrado en el pantano o la náusea de nuestra facticidad". El Dios de Marina no es un ser creador, sino "una dimensión de la realidad presente en todas las cosas". Y, eso sí, "lo importante es la ética, cuyo contenido es común a cristianos, musulmanes o judíos".

Hoy se da una dicotomía entre, por un lado, "una espiritualidad a la carta, light, que mezcla ejercicio físico, terapia psicológica y exige muy poco, utilizando técnicas de mercadotecnia para captar clientes,y por otro lado una reacción muy fuerte, doctrinaria, estricta, como el Opus Dei. Socialmente, que triunfe el marketing no resulta peligroso..."

Xavi Ayén, lavanguardia, 16-XII-05