ŽA fuego lentoŽ, Miguel Morey

Seguramente resultaría de un gusto dudoso recordar aquí el lugar medular que una política radical de la salud pública ocupó en el programa de gobierno del nacionalsocialismo alemán. Aun sin voluntad de establecer comparaciones, traer a colación ni que fuera un ejemplo menor, como es el papel de los nazis en la historia de la lucha contra el tabaquismo, podría resultar desagradable. Mejor no recordar que su legislación al respecto es unánimemente considerada como la más temprana y la más agresiva de cuantas campañas contra el tabaco tiene registradas la historia, mejorando la presente. Parece constatado que fueron más de veinte mil los alemanes que salvaron la vida gracias a sus programas de prevención. ¿Es entonces por el sarcasmo de las cifras - un puñado de miles frente a tantos millones exterminados- por lo que nos da apuro recordarlo? En todo caso, no nos equivoquemos al respecto, su atención al problema fue tan afinada que si hoy el asunto del fumar o no fumar es una cuestión, no ya de la salud de cada cual, sino ante todo de justicia, es en buena medida por obra de la figura del fumador pasivo,acuñada por Fritz Lickint en aquellos tiempos (Tabak und Organismus,1939). Y entonces las cosas cambian, porque una cosa es aventurarse en comparaciones más o menos gratuitas y otra muy diferente seguir la mera historia de las palabras en su pretensión de sentar doctrina.

¿Qué pensar entonces? ¿Bastará con decirnos que no todo lo que ideó y propició el fascismo es deleznable? ¿O bien cabría establecer un criterio mayor y decir que no es lo mismo una política que sienta doctrina sobre la salud pública con el fin de mejorar la raza de otra que hace otro tanto en nombre de la longevidad...? Claro que para nosotros no es lo mismo, pero la noción de raza también gozó en su momento del favor del consenso científico. Evidentemente, no fueron los nazis quienes inventaron la biopolítica, su responsabilidad estriba en haberla llevado a la optimización racional más paroxística. Son bien conocidos los versos de Brecht: "Primero fueron a por los anarquistas...".

Cuando gobernar va dejando de ser administrar libertades y derechos para irse convirtiendo en una imposición de obediencia al dictamen de los expertos en nombre de nuestra minoría de edad crónica, algo grave está ocurriendo. Y no es muy diferente lo que ocurre en el campo de la sanidad de lo que ocurre en muchos otros ámbitos. Los expertos dictaminan sus verdades inapelables, y poco a poco, casi impercibtiblmente, nuestra libertad va trocándose en obediencia.

Es bien sabido: si se arroja una rana a un puchero de agura hirviendo. ésta advertirá el peligro y saldrá huyendo. Si por el contrario se la deposita en uno con agua fría y se coloca éste en el fuego, permanecerá en él hasta morir cocida. Bien podría ser que este conocido experimento estuvierra adquiriendo el valor de una parabola del futuro político que se nos viene encima.

 


MIGUEL MOREY, catedrático de Filosofía en la UB. Premio Anagrama de Ensayo en 1994, su último libro es ´Pequeñas doctrinas de la soledad ´
lavanguardia, 3-VI-07.