´remember Tete´ (Montoliu), Francesc-Marc Ālvaro

Se cumplen hoy diez años de la muerte de Vicenç Montoliu i Massana, más conocido como Tete Montoliu, uno de los grandes del jazz de todos los tiempos. Estos días de lluvias, que refrescan el aire y colocan una cuña de otoño súbito en la postal veraniega, he abierto las ventanas mientras, en el equipo, suena el piano del genial Tete Montoliu. Contra la música adocenada que contamina todos los espacios que respiramos, la obra del pianista barcelonés es el mundo recién creado y límpido que nos salva del tedio, como la misma tarde reanimada por la tormenta. Cada nota nos reconstruye, con una intensidad que nos atraviesa, líquida. Es lo que llaman excelencia: la facilidad que nace de la sabiduría, el talento y la originalidad. Miro afuera y las nubes rojas anuncian que volverá a llover. "Cel rogent: pluja o vent", decía mi madre recordando a su madre, cuando agosto ya perdía luz y ganaba estos crepúsculos góticos de brujas voladoras. Unas motos pasan por la calle y se mezclan con la música de Tete. Después, regresa el silencio suavemente recubierto por Point and counterpoint,del álbum Words of love,comprado hace años, cuando el suelo se movía bajo nuestros pies y ensayábamos máscaras nocturnas para conocer las esquinas del otro. Nadie tenía hijos todavía, y parecía que siempre repartirían cartas para la partida. Pero, como escribe el poeta Jorge Brotons, la vida se nos ha llevado por delante. Afortunadamente, hay que añadir sin un ápice de nostalgia.

Tete Montoliu es la excelencia y no le demos más vueltas. Una excelencia que no renuncia a su origen y lo absorbe todo. Que tomen nota de la lección, por ejemplo, algunos demasiado ansiosos por hacer turismo institucional en la Feria de Frankfurt, despistadas almas que confunden la ambición con la figuración. Tete, catalán y universal por méritos propios, no se preguntaba cada día acerca del prestigio de lo suyo. El creador de talla crece. En cambio, los hacedores de medianías están más obsesionados con lo que rodea el hecho artístico que con la obra en sí. Tete hacía como nadie lo que sabía hacer: componer y tocar, buscando su lenguaje y creando su camino. El amigo Ferran Sáez, melómano ecléctico, ha recordado que, hace años, Thelonius Monk afirmó que Tete es uno de los mejores pianistas de jazz de la historia, juicio corroborado hoy por Chick Corea, entre otros. En este país, donde no siempre estamos a la altura de nuestros verdaderos colosos, no está de más que tengamos bien presente el ejemplo del maestro Montoliu. Diez años después de su desaparición, la mejor forma de recordarle es escuchar su música. Vuelve a llover y entra agua por la ventana abierta. Su piano sigue hablándonos.

lavanguardia, 27-VIII-07.